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Un par de querubines de cerámica con esmaltes policromos del siglo XVII que eran parte de la colección del Museo José Luis Bello y González de esta ciudad, hoy se encuentran separados en dos museos: el Bello y el Internacional del Barroco.

Como los querubines, cientos de piezas de los museos Bello y San Pedro, de la Biblioteca Palafoxiana y de la Catedral de Puebla; del Franz Mayer y del Nacional de Historia del Castillo de Chapultepec; de colecciones como la del anticuario Rodrigo Rivero Lake; de museos españoles como el Nacional, el Naval, el Maritim y el de las Artes Decorativas, así como de la colección Principesca de la Casa de Liechtenstein, integran las exposiciones permanente y temporales del recién inaugurado Museo Internacional del Barroco (MIB). Un reducido número de piezas, que incluye reproducciones de obras de museos franceses, es el acervo de obras de la colección del propio MIB.

La primera sorpresa del nuevo museo es la arquitectura concebida por el japonés Toyo Ito. Es una obra única en México donde el ganador del Pritzker en 2013 aprovechó todas las condiciones de luz de la ciudad. Es un edificio blanco de dos plantas con espacios que van de los siete a 23 metros de altura, en el cual hay terrazas y patios, apenas con uno o dos elementos como un árbol y unas escaleras; figuran ojos de agua que producen a lo largo del día reflejos y sombras por fuera y dentro del edificio. Hay entre las salas pequeños espacios para descubrir concebidos de acuerdo con los temas artísticos de cada sala. Estos espacios han captado la atención de los espectadores que durante su recorrido se detienen a vivirlos. La sobriedad del edificio contrasta con el contenido de las salas, que tan sólo en las exposiciones temporales tiene más de mil piezas, además de interactivos y grandes materiales gráficos que cierran todos los espacios.

Tan lejos y tan cerca del barroco, el recinto se ubica a 8 kilómetros del Centro Histórico de Puebla, en la reserva territorial Atlixcáyotl. La obra, con 18 mil metros cuadrados de área construida (el MUAC ocupa 13 mil metros cuadrados), fue encargada por el gobierno de Rafael Moreno Valle con el fin de “difundir el barroco como estilo artístico, movimiento cultural y una manera de ser”, de acuerdo con lo que ha expuesto el museógrafo encargado del recinto, Miguel Ángel Fernández Villar. De forma oficial se ha dicho que el MIB costó mil 742 millones de pesos, aunque el gobierno estatal no ha dado información detallada de los costos.

El precio elevado de la magna obra no ha sido el único cuestionamiento al MIB. Desde el primer anuncio, y luego durante su inauguración en febrero pasado, un grupo de investigadores de la ciudad de Puebla, entre ellos la maestra de la BUAP, Monserrat Galí, preguntó, sin obtener respuesta oficial, por las colecciones que tendría el recinto, y cuestionó la opacidad en los recursos y el desmantelamiento de varios museos del centro de la capital poblana.

El MIB, donde hace dos semanas todavía los trabajadores ultimaban detalles en los jardines y otras áreas, inició con las exhibiciones pero todavía no opera al 100% en muchos de los espacios concebidos para investigar el barroco, como el auditorio, la tienda, la biblioteca (cuyos estantes sólo tienen unos cuantos libros) y las salas del encuentro internacional del Barroco.

El edificio se distribuye en dos plantas; en la primera están los espacios de exposición, junto a la tienda y el auditorio; arriba, el restaurante, la cafetería, los talleres de conservación y restauración, las oficinas y la biblioteca.

Exhibe dos muestras temporales, Lo que va y lo que no viene en la Nao y Marajás Barrocos, y la muestra permanente distribuida en siete salas. Incluyen joyas barrocas, de las cuales más de 95% son préstamos de los museos citados y de colecciones privadas.

La exposición de la Nao está integrada en gran medida por acervo del Franz Mayer (que será la segunda sede de esta muestra), así como por piezas de Rivero Lake. Es una muestra que enfatiza las rutas por el Pacífico hacia China, Filipinas e India, sin embargo, muchos de sus contenidos se reiteran en las salas de exhibición permanente.

Theatrum mundi, la misma ciudad de Puebla, la arquitectura, la pintura y la escultura, el teatro y la danza, las letras y la música son los temas de estos espacios. En el dedicado a la propia ciudad hay una impresionante maqueta dividida en dos, que ocupa toda la sala, y que reproduce a detalle el centro de ciudad con sus iglesias, edificios civiles, colegios, hospitales, y que fue creada por Salvador Rodríguez.

En las salas, una de las obras que más ha llamado la atención, de acuerdo con los guardias, son dos grandes pinturas que se trajeron de Lichenstein, que se instalaron hasta arriba y que sólo se pueden apreciar con ayuda de espejos, piezas que fueron de las más complicadas de instalar.

En la sala de Puebla se halla una de las piezas de los templos que hicieron préstamos: dos leones con el escudo de la Catedral de Puebla del siglo XVIII. Muy cerca se puede ver una de las dos pinturas de Juan Tinoco que antes estaban en el Museo Bello. Son más de 50 las piezas provenientes del Bello, como una pintura de Villalpando, dos de Miguel Jerónimo Zendejas, baúles, arcones, tijeras y otras piezas de hierro forjado, tibores y lebrillos de cerámica y un plano de Puebla de José Mariano Lebrillo de Medina de 1754.

Contrasta la situación del nuevo museo con la del Museo Bello, donde cinco personas, incluidos los vigilantes, reciben a los visitantes; en el MIB, en cada sala, hay personal. El Bello no tiene cédulas de sus piezas, requiere mantenimiento en sus escaleras, piso y en el vitral del patio; el tercer piso, donde estuvo la sala lúdica, hoy está cerrado. Los empleados dicen que se habla de una restauración.

Para la investigadora del INAH Emma Yanes, se debe respetar la cláusula testamentaria del Museo Bello y el espíritu del coleccionismo: “Lo pertinente es que se publique en línea o de manera impresa el conjunto del catálogo para que sepamos que está completa la colección. Es lamentable que se retiren piezas y que no haya transparencia en la información. Hay dos cláusulas importantes en el testamento: la primera es la del respeto a la colección y la segunda es la de la defensa del inmueble, que está hecho para ser museo. Parte de la obra del Museo Bello está incrustada en las paredes. Se deben respetar esas cláusulas y transparentar la información de la colección, que debería estar bajo la figura de un patronato. A veces se piensa mal y las cosas pueden no estar tan mal, simplemente no hay transparencia en la información”.

El futuro del Bello y su colección es una de las preguntas que todavía no resuelve el gobierno de Puebla. EL UNIVERSAL solicitó una entrevista sobre el tema, pero no hubo respuesta.

Hace falta saber también cuánto se pagó por el préstamo de obras al MIB a museos nacionales e internacionales y a coleccionistas privados; a cuánto asciende el mantenimiento del museo, obra de un premio Pritzker. Tampoco es claro qué participación tiene la empresa privada, el tipo de pagos que se tendrán que hacer y qué colección tendrá el MIB a futuro. Cobra relevancia el señalamiento de la Auditoría Superior de la Federación en su informe 2014, que señaló en febrero que el MIB fue presentado como proyecto a realizar mediante una asociación publica y privada, pero que se incumplió en la aportación de 760 millones de pesos para la colección artística.

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