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Cerca de 400 piezas, entre fotografías, negativos y copias de negativos del fotógrafo alemán Guillermo Kahlo, se conservan en el Archivo de Isolda P. Kahlo (1929-2007) que todavía guardan los herederos de ella. Este material es la base del libro Guillermo Kahlo. Luz, piedra y rostro, un estudio de la historiadora, curadora e investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia, Rosa Casanova.
La investigadora destaca, por una parte, el trabajo de él en la fotografía arquitectónica y, por la otra, el retrato, un campo donde se ha estudiado menos a Guillermo Kahlo. En el libro, Casanova escribe: “La acumulación de retratos del Archivo Isolda P. Kahlo brinda una nueva perspectiva al universo fotográfico de don Guillermo. Hasta tiempos recientes las fotografías de monumentos tuvieron una amplia circulación que opacó su afición y dedicación por este género fotográfico”.
No predominan en el libro los retratos de Frida Kahlo, sólo hay uno. Muchos de ellos, por varias circunstancias, sobre todo por el auge e interés en torno a Frida, salieron del archivo de Isolda (hija de Cristina Kahlo, quinta hija del segundo matrimonio de Guillermo).
La obra parte de una semblanza del artista, dividida en: La vida, El retrato, La arquitectura de su tiempo, El Patrimonio y El oficio.
La publicación es una edición de lujo que contiene textos donde la investigadora explica el tipo de fotos y analiza las de grupos familiares, grupos de médicos y escuelas, empresarios y clérigos. Comenta el trabajo en torno a paisajes y edificios de la Ciudad de México a comienzos de siglo XX, al igual que de inmuebles de la familia, como la casa de Coyoacán y la Casa Estudio de Diego y Frida, diseñada por Juan O'Gorman.
Casanova dice en entrevista: “El libro está pensado con base en un archivo muy concreto de los herederos de Isolda Kahlo. Al revisar el archivo, hallamos los diferentes temas que sabíamos que ya trataba Kahlo pero que quedaron mucho más apuntalados al verlo”.
La investigadora no da por hecho las versiones que han circulado por años, de cómo Guillermo llegó a México (partió de Hamburgo el 25 de mayo de 1890), sino que expone los vacíos que han sido imposibles de resolver, como las razones por las que salió de Alemania.
Durante su investigación, Casanova halló esa faceta del retrato que no se había estudiado a fondo. “Hacia 2007 no se conocía el retrato por encargo que hizo, estas generaciones de escuelas, de grupos de medicina, de empresarios, que dan una visión más completa del tipo de trabajos que tuvo que realizar para sostenerse y que a pesar de que son relativamente comunes, sí se reconoce el trabajo de Kahlo por esta forma totalmente fría y muy iluminada de concebir el retrato, el conjunto, que le da otra característica en comparación con otros fotógrafos de su época”.
Comenta que muchas familias deben tener por ahí algunos retratos de grupo a los que Kahlo se dedicó a partir de la segunda década del siglo XX.
Eran retratos que se hacían en las escuelas, instituciones o empresas. Tenían lugar por ejemplo, en el Hospital General, en una primaria inglesa que estaba en Paseo de la Reforma. Los retratos individuales o familiares eran más frecuentes en el estudio.
“En el entre siglos, Kahlo se anuncia como fotógrafo de arquitectura y de retratos en estudio. Hay ejemplos que muestran estos trabajos y son imágenes muy llamativas porque se concentran muchísimo en el personaje. La suya es una manera de mirar que trata de escudriñar más allá de la superficie y del rostro, trata de ir más allá de lo que se le pedía a los fotógrafos del momento, de revelar la personalidad del sujeto. No tenía esta utilería que era muy normal y corriente en estos retratos”.
La ciudad y el paisaje. Para la investigación después fue muy importante ver la arquitectura. Para el libro “se hizo mucha investigación sobre su interés por el patrimonio y bienes nacionales”. Un capítulo, dedicado al oficio, fue realizado con el investigador Heladio Vera Trejo, de la Fototeca Nacional.
Para Casanova, una de las partes más afortunadas del trabajo de Kahlo tiene que ver con sus archivos. “Todo lo que respecta al patrimonio, el encargo que tuvo de la Secretaría de Hacienda se conservó en esta secretaría y luego pasó la Fototeca Nacional. Ese es el gran acervo patrimonial sobre Kahlo que existe en una institución pública; son negativos e impresiones de época. En el de Isolda hay negativos y copias porque él hacía copias de sus negativos en vidrio, y una serie de retratos de la familia que son impresiones de época”.
Además de estos dos archivos, que son los más grandes, se encuentra algún material en Arquitectura del INBA, así como el que tienen miembros de la familia. Donde podría haber mucho por investigar, afirma Casanova, es en el Museo Casa Azul, entre los materiales de Frida, que fueron abiertos hace unos cuantos años y sobre los cuales el mismo Museo ha hecho diversas publicaciones.
Justamente, entre los temas pendientes por investigar acerca de Guillermo Kahlo, la historiadora señala que en la Casa Azul podrían encontrarse libros que den pistas sobre aquellos manuales e influencias en su fotografía de arquitectura, así como buscar allí cuadernos con notas sobre sus intereses, sus apreciaciones, porque por ahora sólo se ven en algunas fotos anotaciones muy pequeñas en alemán.
En el caso de Kahlo, aún hace falta conocer el listado de edificios de propiedad federal y la encomienda de Hacienda para trabajar. Casanova buscó estos materiales pero no los halló.
Para estos trabajos, Kahlo “entró en contacto con ciertos personajes por varios motivos, por encargos, algunos vinculados a la Secretaría de Hacienda; o con ingenieros, por trabajos que hacía para compañías constructoras, como Miguel Ángel de Quevedo”.
Casanova dice que es indudable que la fotografía de arquitectura fue un gran placer para Kahlo: “No sabemos cómo se le abrió esa posibilidad en las revistas ilustradas de principios de siglo XX. Empieza a publicar esas imágenes de la nueva Ciudad de México y sus transformaciones. La arquitectura le permitía estar trabajando en solitario, debió tener asistentes y sabemos que algunas veces Frida le acompañaba, pero no quedan rastros de quiénes fueron sus asistentes, como sí lo sabemos en el caso de Hugo Brehme (también fotógrafo alemán, que llegó a México en 1905). La arquitectura le permitía trabajar, recorrer el edificio, ser muy pausado en su manera de fotografiar, que era una característica de su personalidad. En sus fotos se ve que fue capaz de entender los diferentes espacios de la arquitectura”.
Y es que mucho de lo que se guardó entre el archivo de Isolda tenía un gran valor sentimental muy claro, había impresiones muy familiares, algunas con dedicatorias; Kahlo hacía varias copias para que las tuvieran todas sus hijas.
En ese ejercicio de hacer fotografía, en el trabajo del laboratorio, en el acompañamiento que algunas veces dio Frida a su padre, seguramente la artista tomó elementos que en diversas formas pudieron llegar a su obra.
“Creo que sí hubo influencias (de Kahlo en su hija). Ella fue muy cercana al trabajo de su padre; sabemos que en algún momento intentó hacer fotografía, (eran) ejercicios de abstracción muy diferentes a los de su padre. Sabemos que su conocimiento de la fotografía y del laboratorio le permitió guiar a los fotógrafos que la retrataban o colocarse de manera que el fotógrafo tomara eso que ella quería de sí misma”, concluye Rosa Casanova.