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“Mi mundo plástico se alimenta de cosas terribles de la condición humana”, responde el dibujante, grabador, pintor y escultor José Luis Cuevas, quien hoy cumple 85 años.

Tras la petición de una entrevista donde se le preguntó cómo festejaría su cumpleaños, sobre su estado de salud, las obras que hoy trabaja, las series que creó en el pasado y la relación con sus hijas y hermanos, el artista envió un breve mensaje donde se lee:

“Todas las épocas obedecen a una necesidad de expresar el mundo que me rodea. En el proceso creativo hay cosas que me estimulan más. Así, el descubrimiento literario de Kafka fue un acicate para expresar las angustias de este autor.

“Para mí, siempre la creación es acompañada de una inseguridad, no puedo decir que en el trabajo encuentro sosiego, porque mi mundo plástico se alimenta de cosas terribles de la condición humana. He llegado a la vejez sin perder mi actividad creativa. Esto es lo que se llama madurez.

“Sin embargo, reconozco que no pinto o dibujo la alegría de vivir como lo hicieron muchos otros artistas, sobre todo en Francia”.

Una fecha. Aunque todavía el sitio de su museo mantiene 1934 como el año de su nacimiento, el mismo artista corroboró, hace un año, ante los medios de comunicación, que fue en 1931 y no en 1934 cuando nació. En 2014, en medio de la polémica generada tras su enfermedad, su hermano Alberto había hecho pública la fecha de nacimiento del artista.

Su cumpleaños número 85 será conmemorado con una exposición que presentará a partir del 3 de marzo el Museo José Luis Cuevas. Sin embargo, el artista no estará presente, informó Maricela Lara, subdirectora de Difusión del Museo. Sí estará Beatriz del Carmen Bazán, esposa del artista y directora del recinto que se abrió en 1992, en el Centro Histórico.

Nacido en la Ciudad de México, Cuevas ha sido un artista que desde muy temprano mostró un talento para el dibujo. Es conocida la historia de que a los 10 años ganó con su autorretrato Niño obrero un concurso de dibujo infantil promovido por la SEP, lo que le valió ser conocido como El güerito pintor, uno más de los nombres con que se le ha identificado, además de Enfant terrible y Gato macho.

Tenía 12 o 13 años cuando, impactado por los murales de Roberto Montenegro, en la biblioteca de la escuela Benito Juárez, y los de Diego Rivera, en el Palacio de Cortés, en Cuernavaca, decidió ser artista. Pero el Muralismo, sobre todo el arte oficial, habría de ser uno de los movimientos que con más fuerza se dedicó a cuestionar.

“Imaginemos a este joven melenudo y rebelde que se impone como un gran dibujante en un mundo donde el prestigio oficial es el arte del Muralismo. Un jovencito que tiene una mano muy diestra y una voluntad expresionista de tocar temas como la miseria, la prostitución, temas dolorosos que el Muralismo había, de algún modo, sublimado”, comenta el ensayista y poeta Jaime Moreno Villarreal.

Tras estudiar un tiempo en La Esmeralda y crear ilustraciones para periódicos y series de dibujos tan importantes como la del manicomio “La Castañeda”, la obra de Cuevas captó a comienzos de los 50 la atención de la crítica internacional, lo que lo llevó a trabajar en Estados Unidos y a exponer en varias ciudades latinoamericanas. En 1965 fue uno de los artistas de la muestra The Emergent Decade, en el Guggenheim de Nueva York.

Reconocido como uno de los protagonistas de La Ruptura, junto a su prolífica obra en dibujo, creó grabados, esculturas y pinturas, y el recordado Mural Efímero en la Zona Rosa. En los últimos años ha dicho, en entrevistas y conferencias, que continúa creando.

“Cuevas significó una revitalización del arte mexicano que se estaba anquilosando en la primera mitad de los 50. El desenfado, la rebeldía, el gusto por el escándalo, el factor muy moderno de emplear la publicidad como una estrategia para dar a conocer el arte, con José Luis trajo una vitalización muy importante para la que sería la generación de La Ruptura”, dice Moreno Villarreal.

Manuel Felguérez, otro de los artistas de La Ruptura, recuerda que se conocieron cuando en la Universidad Iberoamericana, Mathias (Goeritz) creó la escuela de Artes, y Cuevas fue maestro de dibujo, y Felguérez de escultura:

“El que tenía más palabra, porque escribía muy bien y tenía muy buenas conexiones con los medios, era Cuevas. En gran parte, fue la voz de la generación de La Ruptura; aunque nunca fue su vocero; hablaba por él. Siempre me pareció un espléndido dibujante; escogió un camino muy especial: todo el mundo, cuando empieza trata de ser pintor, escultor, y él empezó con el dibujo con mucha capacidad, decía que hacía al menos un dibujo al día. Expuso por todo América Latina, su dibujo tenía creación, éxito y fue aceptado”.

Para el maestro y crítico de arte Antonio Espinoza, colaborador del suplemento Confabulario, Cuevas fue en el siglo XX uno de los más importantes artistas, después de José Clemente Orozco, Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros: “Hizo una obra muy interesante; expresionista. Con ecos de Francisco de Goya, de James Ensor, Edvard Munch y de Orozco. Se oponía sí al arte oficialista, comprometido, ideológico, de izquierda, pero hizo excepción con Orozco. Desde entonces creó un lenguaje personal inconfundible en su manejo de la línea, la mancha y en el repertorio iconográfico”,

Moreno Villarreal recuerda de la obra de Cuevas sus primeros dibujos, una obra que hoy se ve muy poco pero que, recalca, son dibujos que “no pierden vigencia y son fantásticos. Los he visto en casas particulares, hacía dibujo ni siquiera en un papel de muy buena calidad, y los exhibía. En su caso, el dibujo es obra terminada”.

El escritor revisa la obra de Cuevas de cara al arte latinoamericano: “Afirmo que, sin lugar a dudas, la presencia y la obra de José Luis fue una especie de aglutinante en Latinoamérica del expresionismo de los 60 y 70. Aunque en México, con la generación de La Ruptura la obra de José Luis es como non, porque en realidad triunfó el abstraccionismo, no su expresionismo. En América Latina hubo mucho arte expresionista que dialogó con su obra, si no es que a veces la imitaba”.

Sobre los temas y motivos de sus obras, Espinoza destaca: “En su dibujo y grabado supo expresar las visiones más oscuras de la condición humana. Desde el principio privilegió en su obra la tortura interna, los monstruos que la provocan, la miseria espiritual del ser humano; sus imágenes son de locos, mendigos, prostitutas, seres marginados de la sociedad. Es una obra ajena al concepto tradicional de belleza, no son bellas sus personas. Y sus autorretratos pertenecen a un mundo terrible donde la belleza no existe”.

Para Cuevas, la publicidad en los años 60 fue un instrumento que no sólo le permitió difundir su obra sino relacionarse con el público. “Era el momento, era excepcional —explica Moreno Villarreal—. Lo excepcional es que un muchachito greñudo, que imitaba un poco a James Dean y que luego se cortó a la Beatle su cabello, esta figura del rebelde sin causa que encarnaba, se fuera por el lado de la propaganda y la publicidad. En alguna ocasión él me dijo que la figura que le mostró el camino de la publicidad en el arte fue Diego Rivera. Lo consideraba un gran publicista, lo admiró. Al mismo tiempo reconoció la influencia de Orozco en el dibujo y, en una etapa madura, Siqueiros se hizo amigo de Cuevas. Así que él sí irrumpió, pero al mismo tiempo reconoció la continuidad y el valor que tuvieron ellos”.

Antonio Espinoza cuestiona algunos aspectos de Cuevas: “Hay que ser críticos: es un artista que ya pasó. Me pregunto ¿qué significa para las nuevas generaciones? No creo que mucho. Fue muy importe su obra en su tiempo, pero ¿qué le puede decir a los nuevos artistas? Publicó artículos muy importantes en México en la Cultura de Novedades, pero con el tiempo se volvió un artista oficialista, que apoyó el régimen priísta….

Finalmente, Moreno Villarreal expresa: “Quiero extenderle un abrazo en su cumpleaños, ha sido un amigo muy importante, siempre con su humor, desfachatez y solidaridad. Es es un buen hombre y muy solidario”.

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