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Para pintar y esculpir las obras en torno a Coatlicue, Germán Venegas ha visitado la sala Mexica del Museo Nacional de Antropología, pero más importantes aún han sido los relatos orales que desde su infancia conoció. Los mitos indígenas son parte de su origen, de la mezcla de culturas nahua y mixteca propias del lugar donde nació, La Magdalena Tlatlauquitepec, Puebla.

Coatlicue es el nombre de la exposición que este 24 de febrero inaugurará en la galería Aldama (Palacio de Versalles 100 L-B, Lomas, Reforma). Una exposición integrada por 29 pinturas que comenzó a crear a comienzos de 2000, de la cual sólo se ha conocido una pintura monumental que formó parte de la muestra Akaso. La serie de Coatlicue ha ido a la par de otras obras en torno de deidades, como Ehécatl y Tláloc, y lo ha llevado a sus orígenes.

“La pasión por trabajar con Coatlicue viene de una preocupación por entenderme. Mi origen es el estado de Puebla, soy de padres totalmente indígenas, pero crecí en la ciudad, en los barrios. No había una conexión directa con el pueblo; aunque toda mi cultura fue oral, siempre me despertó interés saber más de mi origen indígena”.

Nacido en 1959, Venegas es un pintor que antes de formarse en La Esmeralda ya era maestro tallador, un pintor que de niño ganó en su escuela el concurso al mejor dibujo de Felipe Ángeles, un pintor que en los años 80 fue parte de una generación de artistas conocidos como neomexicanos. Es un artista que rompe con las ideas que se vuelven fáciles y comerciales; que huye de las fórmulas, que se reta. Busca la libertad, y la Coatlicue, que representa la creación, ha sido una vía para refrendar su creencia en la creatividad.

Aunque desde la escuela las clases de historia del arte y las visitas al Museo de Antropología lo motivaban a aprender más de ese pasado mexicano, comenzó a interesarse más por lo colonial y barroco, con relación al arte clásico; luego integró las manifestaciones populares; así nacieron sus tallas en madera policromada y altos relieves. A finales de los 90 hizo una serie de esculturas budistas, muy involucrado con el pensamiento Zen.

Fue irse para volver: “Sobre todo fue encontrar la puerta por dónde. Puedes estar muy preparado con la técnica y la información, pero eso no te lo da todo.” Al hacer arte chino y africano, fueron apareciendo figuras prehispánicas como Xipe Tótec y Ehécatl.

“Cuando llegué a Coatlicue me di cuenta de que era un amasijo de símbolos de una deidad femenina que representa lo que es la vida. Yo he trabajado mucho con Afrodita, que es todo lo erótico, y faltaba la otra parte, la espiritual, en Coatlicue puedo ver todo junto: lo erótico y lo espiritual, lo creativo, la fertilidad, la sensualidad, el poder de la vida en el cosmos. En la lectura de sus símbolos puede verse el cambio. Es la parte esencial de la vida: somos hijos de Coatlicue”.

En sus pinturas, Venegas explora a través del color, el volumen y las formas todas las cualidades de la diosa. No hay una representación literal. La condición de estatua desaparece en las esculturas y pinturas del artista.

“Lo importante es qué tanto se mantiene la parte creativa dentro de la obra de un artista. Una parte que está conectada con esta deidad que es creación. La creación está sucediendo, pero también en el trabajo que uno realiza es un esfuerzo de cada momento. Creo que es la única manera de mantenerme vivo. Si en algún momento decido que mi trabajo es de cierta línea y estilo, entonces estoy decidiendo que mi trabajo muera, que se haga estático. Y para mí será cómodo porque voy a vivir de algo que vende bien, voy a abastecer un mercado, pero es la misma idea, una idea que no se va a mover. Esa ha sido mi lucha. Cuando empecé a trabajar con Coatlicue me di cuenta de que eso es… desde el principio estoy buscando a Coatlicue. Ese es mi trabajo”.

Siempre ha buscado el cambio: “Eso me ha permitido el conocimiento de mi oficio y, por otra parte, de lo valioso de divertirse con lo que uno hace; al final esto es lúdico”. Ve en el mundo prehispánico un reto: “Es como si me dijera: ‘Aquí estoy y tú tienes que descubrirme’. Para eso han pasado años”.

Sobre cómo se acerca al tema, dice: “Tomo los elementos de la Coatlicue, crótalos, cascabeles, serpientes entrelazadas, manos, cráneos, para jugar con ellos, como un motivo; el culto que le estoy dando es ese: darle la libertad de hacer lo que se me antoje con ella. Esa es la búsqueda: dar la posibilidad de que haya otros caminos para llegar a esa parte espiritual que todos tenemos. Mi manera de conectarme con Coatlicue es esa, tratar de entenderla históricamente, y después hacerla mía, y la única manera de hacerlo es meterme al taller, tomar los pinceles, los colores, o inclusive meterme al taller de talla y empezar a trabajar con las formas, los símbolos, y hacer algo nuevo”.

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