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El refugiado somalí Nur Mudey ha encontrado una forma de conjurar su vida de éxodo y guerra: pintar sobre un lienzo blanco a quienes han visto morir en atentados terroristas, a quienes huyen con lo puesto de las aldeas de su país o a las mujeres que levantan chozas con sus hijos a la espalda.
Mudey es solo uno de los 50 artistas que exponen esta semana en Nairobi obras en las que el genio bebe de los recuerdos y experiencias acumuladas a lo largo de una vida de refugiados en los campos de Dadaab y Kakuma en Kenia.
"Artistas para los refugiados" es una iniciativa impulsada por primera vez en todo mundo por el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR), que gestiona precisamente en Kenia el mayor campamento sobre el planeta: Dadaab.
"Los refugiados, antes de serlo, eran artistas. En ACNUR les damos la posibilidad de continuar con su pasión", subraya el responsable de Relaciones Externas de la agencia de la ONU en Kenia, Marco Lembo.
Hace unos meses, se organizaron talleres de arte que revelaron el capital artístico de Dadaab, donde viven 300 mil exiliados somalís, y Kakuma, que con 55 mil residentes es un crisol de las nacionalidades: sudaneses, sursudaneses, etíopes, congoleses o burundeses.
Pronto destacaron músicos, artistas visuales o pintores que nunca habían dejado de crear, como el etíope Stephanel Thiky, uno de los más prolíficos en la muestra que la Alianza Francesa expone en su sede de la capital keniana.
Samuel Otieno, profesor de la ONG audiovisual Filmaid, explica cómo el universo estético de Thiky combina el imaginario religioso con la ciencia ficción y la crudeza de las situaciones que forzaron su exilio. En "War zone" ("Zona de guerra"), los muertos flotan en el río sobre un cielo anaranjado con colores muy vivos.
Alfa 'the Best' y Moses, de 45 y 20 años, son exponentes de la fuerte tradición pictórica de la República Democrática del Congo, si bien los típicos colores vivos congoleses se apagan en sus pinturas, sobre escenas de su vida en Kakuma.
Los cuadros de Nur no solo evocan su pasado en Somalia, sino que retratan la rutina de las familias levantando chamizos con los plásticos de ACNUR en Dadaab, de las mujeres que van a por agua con las garrafas de plástico amarillo habituales en los campamentos.
Nur es un artista hecho a sí mismo, que empezó a hacer cuadros con pintura de pared porque era lo único que tenía a su alcance, y se empeña en seguir utilizándola.
Cuba, un militar etíope huérfano, pudo completar su formación en el Instituto Superior de Arte de la Isla, de la que tomó su nombre artístico y donde vivió durante once años.
"Aprendí mucho en Cuba, me dieron todo lo que sé. Allí apoyan a nuestra gente, hacen que África crezca", recuerda el pintor.
Ahora, en Kakuma, Cuba es profesor de 500 refugiados, muchos de los cuales llegaron allí para salvar sus vidas y ahora esperan poder seguir adelante gracias a su talento.
Los refugiados llegan a vender piezas por 20 mil chelines kenianos (unos 180 euros) y se ganan algo de dinero diseñando camisetas o participando en la decoración de los campamentos.
"La idea es que regresen a su país y allí puedan continuar con sus pasiones", apunta el representante de ACNUR.
Más allá de que pueda llegar a ser su medio de vida, el arte es para los exiliados una forma de "curarse las heridas", enfatiza el tutor de Filmaid.
Cuba no sabe si podrá volver alguna vez a Etiopía, pero tiene claro que seguirá cultivando su talento, para superar "los tiempos duros", para "no volverse loco".
rqm