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yanet.aguilar@eluniversal.com.mx
Entre las 30 mil páginas que el escritor mexicano Salvador Elizondo dejó en sus diarios personales, que llevó desde los 11 años y hasta tres días antes de su muerte el 29 de marzo de 2006, aparece su estancia lejos de México en Estados Unidos y Canadá, la mirada del artista adolescente, sus dibujos, sus poemas experimentales, sus amores, soledades, miedos y los esbozos de sus primeros libros, en especial Farabeuf o la crónica de un instante, El grafógrafo y El hipogeo secreto.
Una selección de sus cuadernos personales, desde que comenzó a llevarlos en 1945 hasta 1985 —corte que decidió darle su viuda, la fotógrafa Paulina Lavista— han sido publicados por el Fondo de Cultura Económica en el libro Salvador Elizondo. Diarios 1945-1985, que muestra su intimidad y da cuenta de la génesis de un sabio escritor.
Lavista, quien fue su segunda esposa y que realizó el prólogo, selección y notas del libro, habla con EL UNIVERSAL de esta edición que considera “extraordinaria. Yo creo que es el mejor libro que se le ha hecho a Salvador”.
La impulsora incansable de obra de Elizondo dice que su marido dejó un legado en los diarios que escribió durante toda su vida hasta tres días antes de su muerte. Cuando él murió, Paulina leyó los diarios de corrido, en tres meses. “Nunca los había leído, como viuda fue muy placentero hacerlo porque fue revivir mi vida, pero más que eso, me asombró su capacidad de inventiva, están llenos de poemas, de chistes, de palabras, de lo que se le iba ocurriendo, pero además es la información diaria de la vida de un escritor con su mujer que soy yo, una fotógrafa”.
Elizondo dejó 83 cuadernos de diarios, cinco noctuarios —diarios de noche porque él decía que no se pensaba igual de día que de noche—, cuatro o cinco cuadernos de tarde, y 17 cuadernos de escritura, sin contar los cuadernos de dibujos y pinturas, guiones y centenares de cartas porque “era un hombre totalmente epistolar”.
“Luego de que leí los diarios comencé a ordenarlos cronológicamente, a ponerlos en sobres, a catalogar si eran diarios, noctuarios, cuadernos de tarde o cuadernos de escritura. Él tenía un cuaderno diferente para la escritura, aunque muchas veces en el diario viene el germen o la génesis de algo. A esos se suman los cuadernos con obra pictórica y dibujos; estamos hablando en total de casi 120 o 130 cuadernos. ¿Qué vamos a hacer con ese legado? ¿Dónde va a quedar? Pues a ver si en México, por eso estoy pensando en una universidad. El tiempo me dirá”, afirma la colaboradora de EL UNIVERSAL.
La génesis del escritor. En la inmersión al alma de Salvador Elizondo a través de sus diarios, se descubre a un lector incansable, a un hombre con espíritu renacentista y filosófico, a un hombre atormentado a veces, que sufrió la soledad y el desamor, pero que también amó a rabiar y disfrutó la vida y los viajes; un hombre que edificó una obra literaria de gran complejidad que lo convirtió casi en un autor de culto.
Estos diarios que vieron por primera vez la luz en las páginas de la revista Letras Libres durante 2008, ahora conforman una edición en pasta dura, con 344 páginas ricamente ilustradas con reproducciones a color de páginas, dibujos y fotografías de Elizondo; también se incluyen imágenes del álbum familiar y de la propia Lavista.
Organizado en 12 capítulos que van de “Los cuadernos de Elsinore”, “El artista adolescente”, “¿La pintura, el cine o la literatura?” a “El escritor” y “Regreso a casa”, el libro con curaduría y edición de Gerardo Villadelángel Viñas, ya obtuvo el Premio al Arte Editorial 2015 de Caniem, permite ver el alma del escritor.
“Para mí fue fascinante ver la totalidad de estos diarios, creo que Salvador hizo un retrato extraordinario de sí mismo a través de sus escritos. Si no son los de Alfonso Reyes, yo no sé qué otro escritor haya podido dejar diarios como estos. Pero más que todo lo que me fascina es la belleza que tienen porque como él fue pintor, los diarios están acompañados de dibujos”, afirma.
Paulina Lavista recuerda que Salvador Elizondo todo lo fue escribiendo, allí en sus diarios fue narrando su vida de escritor. “A mí me conmueve mucho Salvador porque a través de sus diarios uno puede asomarse a su alma y ver cómo el pone los ojos en el paisaje mexicano, en la pobreza, en los niños, en la humanidad”.
En esos diarios, Lavista tiene mucha fe y en torno a ellos ha fincado varios proyectos. Esta edición del Fondo de Cultura Económica llega apenas a 1985, pero a partir de allí y hasta 2006 hay un tesoro del escritor maduro, del gran conversador, crítico, inteligente y del hombre con enorme sentido del humor, incluso mordaz.
La viuda del poeta ha pensado en dos ediciones, una con los diarios generales y otra, más dura, con lo que ella llama los Diarios de Muerte: “Son los tres últimos que escribe antes de morir, donde va narrando paulatinamente su deterioro, sus operaciones y sus problemas quirúrgicos, eso es realmente muy valiente y muy audaz porque pone fotos, será una edición muy impresionante como lo ha sido siempre Salvador en sus libros, pero aquí es una reflexión constante sobre la muerte y una visión muy hermosa de un moribundo”, señala la fotógrafa.
Pero además piensa que a partir de allí pueden tener muchos tratamientos, una antología de sus poemas experimentales, otra de sus dibujos. Allí están además sus cuadernos de tarde y sus noctuarios, la mitad de los cuales han sido publicados en Mar de Iguanas en Atalanta, que en España tuvo una recepción crítica muy importante y éxito. Aunque, dice Paulina, Elizondo no fue un escritor de éxitos pero espera que lo empiece a ser ahora que tantos jóvenes lo leen.
“Hay muchos inéditos de Salvador; quedan bastantes aunque ya se han publicado algunos, siempre hay sorpresas porque me he encontrado documentos de juventud, guiones de cine de Farabeuf por ejemplo, que antes de ser novela era guión, pero yo al vivir con él lo vi escribir esos diarios, coleccionarlos y ordenarlos, les ponía fechas, él cuidaba mucho sus documentos, para él eran muy importantes”.
Salvador, dice Paulina Lavista, era un hombre muy ordenado porque había estado en el Colegio Militar; un hombre muy inteligente que hablaba inglés, alemán, francés e italiano.
“Salvador tenía mucho de filósofo, leyó mucha filosofía, su texto Farabeuf es sobre todo un libro de filosofía. Fue un hombre muy inteligente y creo que casi todo lo que él hizo lo hizo con un espíritu casi renacentista. Lo amé mucho, lo admiro muchísimo. Fue duro, fue difícil, no fue fácil vivir con un escritor de la calaña de Salvador, pero creo que es uno de los personajes más interesantes que ha dado la literatura mexicana por su diversidad de vida, de experiencias y de conocimientos. En una entrevista a él le preguntaron ¿qué es Farabeuf? Él dijo: ‘un cúmulo de mis conocimientos’. Y así es su obra”, afirma Paulina Lavista.
El libro Salvador Elizondo. Diarios 1945-1985, se presentará en la FIL Guadalajara, junto con la edición conmemorativa de Farabeuf que prepara El Colegio Nacional.