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MEDELLÍN. Albeiro Lopera Hoyos murió el pasado 17 de febrero. Era fotoperiodista, punketo, actor de cine y compositor, uno de los personajes emblemáticos de la ciudad de Medellín, pero un artista de la lente casi desconocido. Además de ser llamado “El 9” por la joroba que doblaba su cuerpo y parecía ese número, Albeiro era conocido como “El amarillo”, el color de Medellín y el de la enfermedad que le quitó la vida: cirrosis hepática, que padeció desde niño y que incluso le implicó ser trasplantado del hígado. Ese artista de la lente que laboró en Reuters ha comenzado a ser reconocido.

Su obra, que gira en torno a dos temáticas: el conflicto guerrillero y las masacres paramilitares; así como las calles de Medellín y el movimiento punk, ha empezado su camino hacia el reconocimiento. En 2014, la Casa Museo de la Memoria en Medellín lo invitó, junto con Natalia Botero, Jesús Abad y Stephen Ferry, a exponer su obra sobre la guerra en Colombia, y luego le compró 50 imágenes que hoy forman parte de la colección de esa institución que preserva la memoria del conflicto armado de la ciudad y dignifica y visibiliza a la víctima.

Ahí fue el descubrimiento de un fotógrafo sin escuela, que se hizo en la calle, que fue célebre punketo, actor de Víctor Gaviria en La virgen de los sicarios; de Gloria Nancy Monsalve en Alexandra Pomaluna; y de Javier Mejía en Apocalipsur. Un fotógrafo venido de Barrio Triste, que a finales de los 90 dio un salto imposible para un muchacho pobre: se convirtió en reportero gráfico de la agencia Reuters y se especializó en la cobertura del conflicto armado.

Meses antes de su muerte, Stephen Ferry comenzó a revisar el archivo de “El 9”, revisó al menos 15 mil fotos de un archivo desordenado y rebelde, con un doble fin: la edición del libro El 9. Albeiro Lopera, que en unos días lanzará en Medellín Tragaluz Editores; y para la muestra homónima que se exhibió durante el Festival del Premio Gabriel García Márquez de Periodismo hace unas semanas.

“’El 9’ fue un el punketo emblemático de Medellín, muy underground; además de fotógrafo, ‘El 9’ tenía otras facetas: fue actor de cine, músico, compositor de canciones, un gran personaje de la ciudad; además su vida estuvo atravesada por épocas que retratan la historia reciente de Medellín. Él vive la época de su adolescencia en Bello, en una zona muy cercana a donde se desarrolló gran parte de la violencia en Medellín en los 80; en los 90 le toca toda la época underground y punketa; y en los 2000 se dedica a la guerra y le toca primero el proceso de paz de El Caguán y toda esa aparición del paramilitarismo. Todo eso atravesado siempre por la enfermedad. En algún momento acordamos que su vida daba para un libro y empezamos a trabajar en él”, dice Alfonso Buitrago Londoño.

El cronista que junto con Ferry ha trabajado el libro de Albeiro para Tragaluz Editores, reconoce que “El 9” no era un Chucho Abad ni una Natalia Botero. “Él siempre fue un tipo sin ambiciones, en eso también fue punketo, el punk era en verdad una actitud consecuente en su vida, él nunca figuraba, nunca tenía poses, siempre fue muy marginal, estuvo siempre muy a la sombra, fue muy conocido en el ambiente underground de las bandas de punk, de los movimientos del rock alternativo; todo el mundo te habla de él, fue un punkero en verdad emblemático pero como fotógrafo siempre pasó inadvertido hasta que al final de su vida, ya más enfermo, despertó el interés del Museo Casa de la Memoria, que vio que su obra valía mucho la pena”.

El punketo que retrató el conflicto armado. Antes que fotógrafo, Albeiro fue punketo, un rebelde y esa rebeldía la mantuvo toda su vida y está en sus fotografías. Eso lo fueron descubriendo con el tiempo Alfonso Buitrago y Stephen Ferry, quien asegura que “El 9” era famoso, en parte por su resistencia a la misma enfermedad, que nunca le impidió hacer coberturas.

“Era una resistencia física y espiritual muy importante y toda su vida era una cuestión de la sobrevivencia a la violencia de las calles y una forma de transformar ese dolor y esa rabia en una obra creativa. En el libro tenemos un collage que él hizo, donde unió los recortes que su mejor amigo, Daron, había recolectado de las revistas punk. A Daron lo torturó y mató un grupo de limpieza social por ser punketo y ‘El 9’ hizo ese collage que es una maravilla, es representativo hacer algo creativo con ese dolor y esa rabia. Creo que esa es una de las razones por la cual es tan emblemático para Medellín, porque representa esa resistencia”, afirma Ferry, coordinador del libro que rinde homenaje al reportero gráfico.

Asegura que la estética de Lopera era singular y en ese sentido también rebelde y hasta anárquica.

“Hay fotos muy pixeladas y reventadas, por ejemplo en la toma guerrillera de Granada, Antioquia, donde tenía que revelar sus fotos sin electricidad y sin agua; hay en las fotos chorros de químicos verdes que dejamos porque es la huella de su situación en ese momento y de su actitud porque lo importante era el registro, a él no le interesaban las convenciones, era un profesional de la reportería gráfica, pero también muy anárquico, combinación lo hace especial”, dice Ferry.

Y luego a la pregunta de si se puede ser anárquico e investigador al mismo tiempo, el fotógrafo estadounidense responde: “Creo que sí, porque en ningún momento ‘El 9’ armó las fotos, él entendía muy bien como reportero de qué se trataba, a dónde ir, qué fue lo importante de todo”.

Esa estética fotográfica la refrenda Buitrago Londoño: “Hay muchos fotógrafos de guerra que han hecho trabajos increíbles en el conflicto y que se han jugado la vida, pero ninguno fue punketo, ninguno tuvo esa relación tan visceral con la ciudad como Albeiro; y luego del punk, cuando se fue acercando a la fotografía al mismo tiempo era un personaje muy carismático, de una figura encorvada, por eso le decían ‘El 9’. Largo, flaco, muy blanco, de ojos claros; no parecía un típico antioqueño y eso lo hacía muy atractivo”.

“El 9” nunca estudió, no tenía academia, hizo algunos cursos de fotografía y en 1996 comenzó su carrera como reportero gráfico para El Mundo de Medellín y poco después entró a Reuters, donde estuvo cerca de nueve años. Su obra también llegó a otros espacios, como The Miami Herald, BBC, CNN y National Geographic. “Es el claro ejemplo extraño y raro de una foto muy hecha en la calle”, agrega Buitrago.

“Vivió una ciudad desgarrada, la caminó con mirada punk, fotografió lo que muchos no querían ver y en esos escenarios captó también el humor, la belleza, la ironía o la simple lucha invisible de quienes viven y resisten”, afirma Ferry.

Lopera retrató tomas guerrilleras, masacres paramilitares y personajes anónimos de la ciudad, deportistas, modelos, indigentes, lo que le sirviera para dejar rastro de lo que fue y de lo que puede ser. Su trabajo fue de gran calidad estética y profesional, lo que le valió en 2010 ser finalista del Premio Nuevo Periodismo CEMEX+FNPI.

Sus imágenes muestran el dolor de las víctimas, las tragedias, masacres e incendios que arrasaron con comunas, barrios y pueblos; dan cuenta de los paramilitares y de las guerrillas, de los entrenamientos infrahumanos; de las armas de verdad y de los palos de madera; retratos de la vida y la muerte.

En http://www.tragaluzeditores.com está en preventa el libro que reúne una muestra de sus fotos, seleccionadas por “El 9” y Ferry; y un perfil escrito por Alfonso Buitrago que nos ayuda a entender la importancia de esta obra en la historia de Colombia.

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