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La pintura mexicana actual no se entendería sin José María Velasco (1840-1912) y para recordarlo, a 175 años de su nacimiento, que recién se cumplieron, este jueves habrá una mesa redonda dedicada a revisar su legado.
La Sala Manuel M. Ponce será la sede de la charla, denominada “El paisajista mexicano José María Velasco. Belleza, espacio y visión”, en la que participarán Víctor Rodríguez Rangel, jefe de curaduría del Museo Nacional de Arte, quien leerá “Un panorama de las ciencias naturales y el caso del ajolote mexicano”.
Andrés Reséndiz Rodea, investigador del CENIDIAP del INBA, quien leerá “La influencia de José María Velasco en las generaciones sucesoras”, y María Sánchez Vega, subdirectora del Museo Nacional de Historia, con la ponencia “Tiempo, espacio y forma en la obra de José María Velasco”.
En declaraciones al Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), María Elena Altamirano, investigadora y bisnieta del artista plástico, puso énfasis en que Velasco es un parteaguas, ya que combinó su calidad técnica con sus profundos conocimientos científicos.
Velasco, recordó, fue un personaje de una gran cultura y preparación; manejó la pintura con grandes novedades e innovaciones tanto en la forma como en el color, la transparencia y la perspectiva; y, por el otro, supo rescatar lo que era realmente el paisaje mexicano y representar la grandiosidad del país.
A través de sus pinturas, explicó, quería mostrar “a un México próspero, que vivía en paz, a pesar de que la situación que se padecía en ese momento no era así”.
Autora del libro José María Velasco. Paisajes de luz, horizontes de modernidad, Altamirano agregó que su bisabuelo siempre mostró un gran interés por la ciencia, a la que se dedicó desde los 23 años, conocimiento que después aplicaría a la pintura.
José María Velasco estudió en la Academia de San Carlos, donde tuvo como maestro en dibujo y paisaje al óleo al italiano Eugenio Landesio, a la vez ex alumno de Carlos Markó, quien egresó de la Escuela de San Lucas en Roma y contaba con gran prestigio académico.
Con el tiempo, Velasco superó a su maestro porque, además de contar con una mejor técnica, llegó a la cuestión de las transparencias, las veladuras, las pinceladas y el colorido de los paisajes con una calidad impresionante.
El autor de obras como Valle de México y Ferrocarril, entre muchas otras, dio clases en la Academia de San Carlos, donde, por supuesto, hubo muchos paisajistas, “pero ninguno con la técnica que él manejaba”.
Altamirano recordó que Velasco fue maestro de Diego Rivera: es un parteaguas por su calidad y la forma de pintar. En estos tiempos, lo que ahora debe hacerse es profundizar cada uno de los temas abordados por el paisajista”.
La obra de Velasco, quien en 1889 obtuvo la Medalla de la Exposición Universal de París, expuso, es sumamente amplia y lo mismo abarca pinturas al óleo, paisajes y retratos que litografías, dibujos e innumerables investigaciones científicas sobre plantas y animales, concretamente de los ajolotes y los colibríes.
Su trascendencia, consideró, se debe a que fue el iniciador de un determinado estilo de la pintura mexicana: el paisajismo. Cada una de sus obras muestra su nacionalismo y orgullo por haber nacido en México. En algunos cuadros suyos aparece junto a su firma y fecha el nombre de México. Esto nos habla de su manera de ser”.
Su obra puede admirarse en el Museo Nacional de Arte del INBA, recinto que resguarda de manera permanente la que probablemente es la colección más grande que se conoce sobre el artista.
sc