No hay duda del buen recibimiento del street art y en particular del grafiti en los gremios y galerías de arte contemporáneo en el mundo.

El arte urbano ha ingresado al mercado del arte gracias a figuras mundiales que han usado la disciplina como un eficaz medio de expresión social y político. Es el británico Banksy -con una reciente irrupción artística en una zona azotada por la guerra en Gaza- punta de lanza de un gremio grafitero con preocupaciones menos personales, más empáticas.

Se observa a diario cómo gobiernos y sectores privados seden sus espacios comunes a los artistas urbanos, les dan permiso de intervenir sus espacios y, en la mayoría de las ocasiones, les dan libertad creativa.

Portugal es uno de los países donde más espacios urbanos han sido cedidos para la creación artística. En particular, la capital Lisboa ha sido catalogada como una galería callejera de arte urbano, todo esto por iniciativa del Ayuntamiento de la ciudad con el fin de evitar la degradación de sus fachadas históricas. Reconocidos creadores del orbe se han sentido atraídos por la oportunidad y han viajado a la ciudad lusa para dejar su testimonio artístico.

Este marco de permisividad ha permitido la creación de programas que buscan la inclusión de todos los sectores sociales en el arte urbano de Lisboa. Es así que nació Lata 65, una iniciativa de la arquitecta Lara Pebble Rodrigues destinada a acercar el grafiti a las mujeres de la tercera edad.

Existen tres objetivos primordiales dentro de Lata 65: reducir las brechas generacionales, combatir la discriminación por edad y estereotipos, además de dar continuidad al programa gubernamental sobre el embellecimiento de fachadas en la capital portuguesa.

Lara relata que de inicio se pensaba en impartir solamente un taller, pero le sorprendió el entusiasmo y creatividad de sus alumnas, por lo que decidió que quería continuar.

Convencida de que el arte urbano tiene "el poder para alentar, promover y mejorar la democratización del acceso al arte contemporáneo", la fundadora ha impartido sus talleres a un centenar de mujeres mayores.

Los talleres se dividen en los siguientes módulos: primero está la enseñanza de los conceptos básicos del street art, después se les enseña a diseñar plantillas y finalmente se les comisiona a completar un colorido mural. Cada grupo se integra por un máximo de 15 personas para asegurar que cada estudiante reciba la suficiente atención.

Una vez que las "alumnas se sienten seguras con sus diseños, salen a la calle y plasman sus creaciones con aerosol en los sitios libres de la ciudad", comenta la emprendedora a medios internacionales. Cada aprendiz es ayudada por un artista urbano.

Muchas de las participantes de Lata 65 dicen que los talleres les han dado una nueva oportunidad de vida. "Ahora miro las paredes con otros ojos, ya sé lo que está delante de mí en la calle", dice D. Lurdes, una de las participantes. Otra más declara que "mientras estoy aquí, no pienso en las horas y los días que me quedan para morir".

rqm

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