Más Información
INE advierte riesgo en elecciones de ocho estados por falta de recursos; los más afectados son Yucatán, Guerrero y Zacatecas
“Don Neto”, exfundador del Cártel de Guadalajara solicita libertad anticipada; casi termina sentencia por el asesinato de Kiki Camarena
Sheinbaum supervisa avances de Pensión para Mujeres en Aguascalientes; “¡Bienvenida!“, dice gobernadora Teresa Jiménez
Caso Ayotzinapa: Cae “El Cholo” Palacios en Tlatlaya, jefe de plaza de “Guerreros Unidos”; está implicado en la desaparición de los 43
Detienen a cuatro extranjeros con más de mil kilos de cocaína en Acapulco; Marina ha asegurado cerca de 51 toneladas en 2024
Operativo contra funcionarios municipales en Edomex lleva 7 detenidos: García Harfuch; tareas continúan
“Está padrísimo, está padrísimo, es muy festiva”, se le oye decir a Rafael Barajas, “El Fisgón”, de manera constante durante el recorrido de la exposición Al sur del milenio de Pablo Méndez, que se inaugurará mañana a las 19:30 en el Museo del Estanquillo, en el marco de la noche de museos.
Es en este sitio donde convergen por primera vez, de manera simultánea, tanto una muestra de Pablo, como de su padre Leopoldo Méndez. Distintos en la técnica, ambos coinciden en ciertas temáticas: representaciones de un México que cada vez reconocemos menos, niños, danzantes, hombres y mujeres, nubes congeladas ante pirámides, templos coloridos y paredes con texturas. Retratos de Yucatán, Quintana Roo, Oaxaca, Chiapas, Tabasco y Veracruz, ubicados a finales de los 80 y principios de los 90.
A través de su obra, Pablo Méndez nos dice que dentro de nuestro país hay muchas cosas que seguimos sin conocer, un sur que parece lejano, como señala en la presentación de la muestra, el antropólogo Andrés Fábregas Puig: “El sur, como desgajándose en su camino hacia el mar y sus montañas, valles y selvas, ha sido el hogar de hombres y mujeres que construyeron identidades, lenguas y culturas de hondas raíces históricas”.
Sobre la temática e intención de las más de 40 imágenes que se conjugan y entablan un diálogo con esculturas de plomo de los miniaturistas Teodoro Torres y Susana Navarro, alusivas al sureste del país, Méndez comenta: “La exposición se reduce a los 500 años de la permanencia maya en nuestro México. Yo espero que aquí, con las imágenes, todos disfruten de un sureste que yo disfruté, padecí y me enamoré. Lo que está expuesto es de dos corazones: el que está en la imagen y el de un servidor”.
Distintos caminos. Las fotografías de la exposición están incluidas en el libro Al sur del milenio, que cuenta con introducción de Carlos Monsiváis y le da título a la muestra que retrata costumbres y tradiciones ancestrales en medio de una modernidad amenazante, del que Monsiváis anotó: “No es el paraíso perdido, ni el horizonte debajo de la mano del progreso. Es un laberinto de imágenes donde la belleza y el don para captarla son el hilo conductor. El sureste de Méndez es diáfano, sereno, magnífico, desvencijado, con cierta tendencia a la melancolía, indígena y mestizo, entre la calma y el estremecimiento”.
Alumno de Manuel Álvarez Bravo e hijo de un importante grabador mexicano, Pablo Méndez decidió tomar un camino distinto: “No me podía interesar por el dibujo ni nada por el estilo, porque tenía un competidor. Tampoco me podía interesar por el blanco y negro porque tenía un maestro, entonces mejor le entré al color y así mejor me hice a un ladito”, dice.
Para “El Fisgón” las imágenes de la muestra, que permancerá abierta hasta el 17 de agosto, presentan una riqueza cromática extraordinaria, así como “un México que se está perdiendo a una velocidad impresionante. Es uno de los últimos grandes testimonios organizados, ordenados... Es un acto de justicia que exponga al lado de Leopoldo, se lo merece, y Leopoldo estaría muy orgulloso”.
De esta manera, a través de su lente 35 mm, Pablo Méndez regresa la vista a una región que no está en la superficie, con costumbres y tradiciones poco conocidas. Desvela una parte de la vida que solamente caminando se puede encontrar.
“Me duele en el corazón este México que está cambiando, para bien y para mal”, apunta el fotógrafo.