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ana.pinon@eluniversal.com.mx
El público no ha parado de sonreír ante la escena que está frente a sus ojos: una actriz frente al director de escena, discutiendo, conversando, recordando, reclamándose uno al otro. El espectador responde a esa danza perfecta marcada por afectos, por rencores, por anhelos, por promesas inclumpidas. Son tres actores actuando la vida de otros actores, ahí están como espejo que sirve para ver sus propios reflejos, pero son también actores que abren una ventana para que los otros, la audiencia, se asome para asombrarse del mundo intenso y apasionado de los hacedores del teatro.
Después del ensayo, de Ingmar Bergman, plantea la historia de Henrik Vogler (Juan Carlos Colombo), un director de escena que monta por quinta ocasión El sueño, de August Strindberg, y que después del ensayo permanece en el teatro vacío para preparar el trabajo del día siguiente. Recibe entonces dos visitas inesperadas: la de Anna (Sofía Espinosa), joven y ambiciosa actriz, y la de Raquel (Julieta Egurrola), gran actriz ya retirada. Ellos comparten su pasión por el teatro, donde todo puede ocurrir, todo es posible y verosímil.
La obra se convierte, en muchos momentos, en una cátedra sobre actuación, sobre dirección de escena y sobre el quehacer teatral. Minuto a minuto, en la Sala Xavier Villaurrutia del Centro Cultural del Bosque se plantean preguntas sobre el teatro, pero sobre todo acerca de la condición humana.
Henrik Vogler confiesa que ama a los actores. Y Mario Espinosa, el director de esta obra que ha sido considerada como uno de los legados de su autor, también. De eso va Después del ensayo, del amor al teatro.
“El personaje que interpreta Juan Carlos Colombo dice que ama a los actores, yo también. Al igual que el personaje, admiro la valentía de los actores para ponerse en los zapatos de otros en situaciones tan difíciles. La gente, a veces, no quiere estar ni es sus propios zapatos ni en situaciones difíciles, pero un actor está dispuesto a jugar a estar en momentos terribles. Aunque, claro, es un juego placentero aun cuando se interprete una tragedia. Amo a los actores por su capacidad para llegar a la esencia de lo que le pasa a los seres humanos, y esto se puede aprehender desde un sitio muy racional hasta con mucha intuición”, cuenta en entrevista Mario Espinosa.
Cada obra, cada ensayo, cada estreno y cada función se convierten en una aventura fascinante. “Hay directores a los que les gusta tener más relación con todo el gran dispositivo, pero a mí me gusta trabajar mucho con los actores, que acordemos lo que vamos a probar; me emociona verlos en acciones, me emociona ser sus ojos”, dice.
La obra fue escrita en los años 80 y se concibió para la televisión, pero en 1984 fue estrenada como película. Tras la muerte de director sueco Ingmar Bergman se llevó al teatro y desde entonces se ha presentado en muchos países. En aquellos años el teatro tenía otros códigos, incluso la función del director era distinta a ahora.
Así, dice el director, Después del ensayo es una suerte de testamento de Bergman que muestra cómo hubo una época en la que los directores de escena eran los reyes indiscutibles.
“Eso ha cambiado un poco, los directores siguen siendo importantes, pero ahora hay más ideas sobre el teatro en colaboración, en el que cada quien tiene su responsabilidad. En el texto de Bergman se puede ver al director controlador, pero también vemos una especie de ‘incompletud’, es decir, los directores y los actores están incompletos. Por eso, de alguna manera, todos estamos condenados a una especie de vampirismo para hacer lo que se desea a costa de los otros. Esta obra es un homenaje al teatro, a sus hacedores, pero también es un homenaje a las pasiones humanas y a las relaciones entre personas”, comenta Mario Espinosa.
La colectividad, recuerda el director, era lo usual en el teatro durante los años 60; de pronto eso cambió por la gran figura del director. La colectividad está de regreso porque los teatreros están interesados en producir de otras maneras. “Los ciclos cambian, a veces el gurú va por delante, a veces todo es más transversal. También ha habido momentos en donde los dramaturgos eran más importantes, luego los directores, después los actores”, añade.
“¡Los actores siempre hemos sido importantes”, dice Julieta Egurrola, quien interpreta a una actriz madura que reclama al director por darle papeles cortos; es su personaje el que muestra con crudeza las inquietudes y los dramas de los actores que con el paso de los años deben enfrentarse a la edad y la “descomposición”,
“Hay elementos para conectarse con las historias de estos personajes porque uno entiende qué es lo que les está pasando. Cuando leí el texto sentí orgullo de ser actriz”, dice la actriz.
Aunque, agrega, no es una obra dirigida particularmente a la gente de teatro. “No hablamos de un mundo cerrado que sólo pueden entender los que hacen teatro, hablamos sobre un mundo donde hay relaciones personales, de personas que han elegido un proyecto de vida. A nosotros nos ha elegido al teatro y nuestra vida ha ido paralelamente a las obras de teatro, las películas o los proyectos de televisión que hemos hecho. Yo te puedo decir más o menos mi vida por obra de teatro en la que he estado, recuerdo cosas personales a partir de lo que estaba haciendo. Creo que esto nos pasa a todos”.
Frente a ella, Sofía Espinosa, quien ganó notoriedad tras protagonizar la película Gloria, cuenta que la cinta sobre la obra la conmovió. “La vi hace muchos años y me emocionó, también sentí un gran orgullo por dedicarme a esto. Ahora me alegra hacer este personaje que me permite conectarme con mis propios miedos, fantasmas y temores. El montaje ha sido un proceso muy emocionante para todos, para mí ha sido muy importante. Mi personaje debe enfrentarse también a la idea de su madre, una gran actriz a la que odia pero también admira”, cuenta.
La juventud, asegura Espinosa, le permite estar a lado de grandes actores como Egurrola y Colombo. “Uno de los retos más grandes de la profesión es tener la humildad y la apertura para aprender de los demás. Mi personaje es como una esponja que quiere tomarlo todo, que siente que todo lo que ve y escucha le es útil, para mí también ha sido así”, comenta.
Después del ensayo concluirá su temporada el 10 de septiembre, con funciones los jueves y viernes a las 20:00 horas, sábados a las 19:00 y domingos a las 18:00. En total, presentarán 53 funciones. Un número, lamentan, atípico.
“Antes, lo normal era llegar a las 100 funciones. Ahora es un milagro que tengamos 53 y no es un número que debamos agradecer; más bien debemos señalar que la Coordinación Nacional de Teatro debe dar más fechas a las obras que presenta en estos espacios”, lamenta Julieta Egurrola.
Las actrices están frente a su director, que las mira sonrientes. ¿Cómo es Mario Espinosa como director?, se les pregunta. Una carcajada es la primera respuesta. “Es un director que da posibilidades, no te manipula, te deja ser, te respeta, te entiende. Es abierto, honesto. Los directores de escena, muchas veces, son maestros, terapeutas, papás, son toda una serie de cosas; ellos observan el mundo, el comportamiento humano, su responsabilidad es verlo todo, es atender el total; mientras que los actores estamos en nuestros personajes”, contesta Egurrola.