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ana.pinon@eluniversal.com.mx
En la gala Elisa y amigos de la bailarina mexicana Elisa Carrillo, acompañada de intérpretes del Ballet Bolshoi, el Ballet Mariinski, el Ballet de Múnich y el New York City Ballet, hubo ovaciones, gritos, aplausos de pie y hasta vivas a México.
El público no escatimó y la celebró. Y el delirio por ella se compartió también con sus compañeros, especialmente a los integrantes del Staatsballet Ucrania con su Don Quijote, al Espartaco de los bailarines del Ballet de Múnich; al El cascanueces de los intérpretes del New York City Ballet y a la Sonata del Staatsballett Karlsruhe.
Hubo una entrega a Elisa y a Mikhail Kaniskin, en su Onegin y en la obra de Itzik Galili, El sofá.
Y la bailarina entregó de vuelta un homenaje a Amalia Hernández en el centenario de su nacimiento, no sólo al invitar a integrantes del Ballet Folklórico de México para bailar La danza del venado, también para bailar con el Sones de Michoacán.
Al final de cada pieza se escuchaba la euforia de la gente que llenó el Palacio de Bellas Artes. La gran final con todos los participantes se convirtió en un termómetro de popularidad. Empate generalizado. Tres horas de espectáculo no mermaron el ánimo de la Sala Principal.
Elisa, con traje típico michoacano, sonreía, se llevaba las manos al pecho, festejaba con sus compañeros. La bailarina sumaba un éxito más a su gira por México que incluyó a las ciudades de Puebla, Toluca y León con la gala que cumple seis años de presencia ininterrumpida.
En las butacas, la comunidad dancísitica se sumaba la fiesta de la mexicana, ahí estaban bailarines, coreógrafos. En los palcos, la secretaria de Cultura, María Cristina García Cepeda, y la directora del INBA, Lidia Camacho, se sumaban a la ovación.
Los músicos alentaban a los asistentes. “Viva México, viva”.