Más Información
Diputadas reafirman compromiso en 25N; María Teresa Ealy impulsa la prevención, protección y el empoderamiento
Ejército envía 100 elementos de las Fuerzas Especiales a Sinaloa; realizan labores de vigilancia en la entidad
“No habrá democracia plena mientras persistan desigualdades de género"; Rosa Icela Rodríguez llama a formar parte activa
Noroña se lanza contra Trump; qué aranceles deberíamos poner hasta que dejen de exportar armas y consumir drogas, cuestiona
Magistrada Mónica Soto defiende labor del Tribunal Electoral; sentencias han sido apegadas a la Constitución, afirma
INE analiza propuesta de Taddei para secretaría Ejecutiva; candidata está señalada por malversación de fondos
El teatro romano de Palmira era el escenario donde las ejecuciones del Estado Islámico (EI) eran televisadas. Sangre corría por el lugar ocupado por los extremistas. No siempre fue así, pues ahí fue donde Ahmad Joudeh desafió a una sociedad que le prohibió bailar.
De esta experiencia salió un documental que muestra la melancolía, la belleza, la fuerza y el miedo rebelado contra los yihadistas y el exilio que no lo mataron, apuntó El Mundo .
"Recibía amenazas a diario. Me enviaban mensajes por Facebook y llegaron a hackear mi cuenta. Publicaron carteles con mi foto debajo de unas letras en las que se ponía: SE BUSCA", contó el bailarín.
[[nid:788359]]
Ahmad lleva un tatuaje en la nuca donde esta su filosofía de vida y que lo han llevado hasta donde está. "Bajo el régimen del EI llevar tatuajes es pecado. Significa 'Baila o muere'. Eran las únicas opciones que tenía", detalló.
El bailarín nació en un campamento de refugiados en Yarmouk, donde tuvo una infancia feliz pese a tener pocos alimentos y medicamentos, así como el sufrimiento de miles de personas.
Joudeh no se habla con su padre, quien le golpeaba sus piernas para evitar que bailara, e incluso si situación de vida lo llevó a tratar de suicidarse, huella que oculta detrás de otro tatuaje.
En Siria Ahmad enseñó a niños a aprender a bailar; sin embargo, como él lo vivió, tuvo que ser a escondidas para no ponerse él o los pequeños en peligro. "Era mi forma de convertir a los niños huérfanos o con Síndrome de Down en personas felices, libres y fuertes. Para que pudiesen enfrentarse a la guerra bailando", aseguró.
El bailarín dijo que sus alumnos esperan noticias de él y que lo convirtieron en un referente "porque ahora tienen claro qué quieren ser en el futuro. Quieren tener un futuro".
Los pasos de Ahmad Joudeh llamaron la atención del director del Ballet Nacional de Amsterdam , por lo que lanzó una campaña para recaudar fondos y tener al bailarín en su escuela.
"En Siria solía sobrevivir; en Europa vivo mi vida", dijo Ahmad, cuyo sueño es regresar a su país para crear el Ballet Nacional Sirio .
nrv