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Bañados por la luz de un conjunto de velas que tiñen el escenario con un claroscuro barroco, los actores David Durán y Ángel Fígols esconden sus manos dentro de unos guantes y poco a poco comienzan a enderezar, como si le dieran oxígeno, a la marioneta que reposa sobre la mesa, la de Don Quijote.
La compañía española Bambalina Teatre Practicable llevan al Festival Internacional Cervantino (FIC), en la ciudad mexicana de Guanajuato, su "Quijote", un juego de espejos entre actores y marionetas que refleja una visión personal de lo que para ellos es el clásico de Miguel de Cervantes: una historia de amistad.
La producción con títeres, que ya tiene 25 años de historia, se basa en una sencilla escenografía en la que una mesa domina el escenario.
Encima de ella se disponen libros viejos, grandes y pequeños. La luz de las velas y contados elementos de atrezo hacen el resto para imaginar, de la mano de los personajes del Quijote y Sancho Panza, una selección de pasajes de una de las obras cumbre de las letras hispanas y universales.
La obra es "una lectura muy personal" que pretende, a través de la selección de capítulos, ahondar en esa relación de Quijote y Sancho, "de esos dos personajes que son tan distintos, pero que se necesitan tanto", afirma Fígols.
Su compañero Durán señala que el Quijote, como "cualquier persona", "necesita de alguien al lado para poder ser".
"El Quijote no es nadie sin Sancho, y no puede ser tan loco si no tiene a nadie que le pueda admirar, o alguien con quien compartir", añade.
A través de la locura de un soñador como el Quijote, la compañía afincada en Valencia quiere llevar al público una lectura "que se pueda extrapolar al mundo contemporáneo, un mundo difícil, en crisis", pues "se necesita de alguna manera encontrar la utopía o la necesidad de creer en algo", asevera Fígols.
Sin necesidad de palabras y con constantes dosis de humor, "Quijote" narra la ferviente lectura que lleva al protagonista a la sinrazón, la quema de sus libros, su encuentro con los molinos -o gigantes- y el momento en que Sancho es manteado (lanzado al aire en repetidas ocasiones mediante una manta) porque no puede pagar sus deudas, entre otras desventuras.
Con la obra, la agrupación se vuelca, una vez más, en un clásico de la literatura, como también han hecho con Ulises o El fantasma de Canterville, un rasgo que les ayuda a convertir sus trabajos en piezas entendibles para un público universal.
Los dos actores conocen bien a sus personajes: Fígols lleva 13 años dando vida a Don Quijote, mientras que para Durán ya son 20 años los que ha estado tras la marioneta de Sancho.
Con su interpretación, los actores se convierten en una extensión de los movimientos de sus marionetas, aunque en mitad del juego sobre el escenario también se rebelan y se separan de sus "alter ego" quijotescos.
Un complejo trabajo que exige que el actor tenga una capacidad de transmitir a través del objeto. "Es como tener esa generosidad y utilizar la herramienta que es el títere para expresar", asegura Durán.
"Generalmente los actores de texto no suelen tener esa sensibilidad, porque en las escuelas oficiales, o en general, se trabaja desde el 'yo'", de una manera "muy cerebral" y no basándose en la manipulación de objetos, argumenta el actor.
"Cualquier actor no puede ser un buen titiritero, esa es la conclusión", afirma Durán.
nrv