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La Medalla Bellas Artes, máximo galardón que el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) entrega a quienes a través de su arte han aportado algo para el engrandecimiento de la cultura mexicana, cobra nuevo brillo en el pecho de la maestra Isabel Beteta, a quien se le otorgó la víspera.
Noche de fiesta en el Teatro de la Danza del Centro Cultural del Bosque (CCB). Antes de que el reloj marcara las 19:00 horas, cientos de alumnos, compañeros, maestros, amigos y familiares de la coreógrafa y bailarina, promotora y entusiasta de la danza Isabel Beteta, ya habían completado el aforo. El ambiente olía a flores y a perfume. La danza se hizo.
El subdirector general del INBA, Sergio Ramírez Cárdenas, se acurrucó para presenciar la función. Asistió con la representación personal de la titular de esa institución, María Cristina García Cepeda.
La espigada artista presentó las piezas coreográficas “Tiempo largo” y “La caída”; la segunda es una reinterpretación que ella misma realizó del ballet “El lago de los cisnes”.
El programa se llamó “Visiones del tiempo”, integrado por esas coreografías escogidas entre los trabajos recientes de la Compañía Nemian Danza Escénica que fundó y dirige la galardonada.
Son creaciones de Rosario Verea e Isabel Beteta, respectivamente. Ambas piezas giran en torno al surrealismo desde la perspectiva visual, la literaria o la musical.
Los intérpretes en el proscenio fueron Javier Amado, María de Jesús Bautista, Eustorgio Guzmán, Rosario Verea y la misma Beteta, quienes impactaron de tal forma a los asistentes, que éstos, de pie y con los rostros complacidos, les tributaron una ovación que duró más de un minuto. Una breve pausa. Los bailarines reaparecieron sobre el escenario.
Ramírez Cárdenas subió al escenario para hacer entrega de la Medalla Bellas Artes y un diploma que puso contenta a Beteta, calificada por el funcionario como un ser en constante renovación, artista que ofrece su talento, disciplina y constancia, mediante la danza; “Esta medalla es un reconocimiento que merecía desde hace mucho tiempo”, dijo.
El subdirector general del INBA subrayó que la institución a la que sirve decidió otorgarle la Medalla Bellas Artes, entre otras cosas, por su trayectoria y aportaciones a la danza nacional y universal. Ella tomó las palabras del funcionario con un mohín tímido y agradecido, pero muy orgulloso.
"Este reconocimiento no es sólo para mí. Es para la danza contemporánea, para quienes me han acompañado a lo largo de mi carrera, para quienes sin saber de danza, me apoyan tras bambalinas, para mis maestros, porque la danza es un acto social y clave para poder compartir la vida en los rituales, las fiestas y en el teatro, que también es ritual", dijo ella.
Antes, en entrevista, Isabel Beteta, directora artística de Nemian Danza Escénica, refirió que tuvo un camino largo antes de llegar profesionalmente al arte dancístico. “Hice tres carreras: Historia del arte, Literatura Francesa, y Artes Plásticas y Restauración de Bienes Muebles. Había estudiado danza de forma intermitente en la niñez y al final, me atrapó”.
Con 25 años de trayectoria, explicó que la danza le dio sentido a lo que le interesa. “Para mí, la danza fue una integración de todo lo que estudié, y al traducirlo a este arte, pude comprenderlo más. La danza es mi vida y el medio que he utilizado para conocerme a mí misma, porque la danza es el verdadero lenguaje del alma”, dijo con toda su gran energía.
Beteta considera al cuerpo, y por tanto a la danza, desde dos perspectivas: La individual y la social. “En lo individual y como parte del cuerpo es una forma preverbal de reflejar las emociones a través de un orden. La danza me da disciplina y constancia. Con los años, he encontrado un lenguaje propio a partir de ese trabajo con el cuerpo y con la danza”, dijo.
Artista multidisciplinaria, a veces los objetos externos (aros, faldas largas o abanicos) son parteaguas para que nazca en ella movimiento, porque la obligan a conocer otra técnica, a salir del movimiento espontáneo, a hacer algo elaborado y profundo.
Y afirma que si bien la danza vive en el momento en el que se interpreta, prolonga su existencia en la memoria. Si la danza crece, uno crece con ella, piensa Isabel Beteta.
sc