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El dramaturgo y poeta español Pablo Fidalgo utilizó el imaginario del lustrabotas, en palabras del autor "el paria más paria de la sociedad boliviana, a quien nadie mira, a quien nadie escucha y a quien todos desprecian" para su cruda adaptación de La fuerza de la sangre de Miguel de Cervantes.
Invitado por la Feria del Libro de La Paz, Fidalgo (Vigo, 1984) presentó su obra en el marco del proyecto "Teatros ejemplares", en que distintos dramaturgos hispanoamericanos realizan adaptaciones libres de las obras del autor del Quijote.
"No pensé mucho más allá que dejar salir mi voz y que la voz de Cervantes se quedase solamente en un paisaje, en una atmósfera, en algo que envolvía un poco este texto", explicó el autor.
Con la actriz boliviana Paola Oña, Fidalgo trabajó en el imaginario local de la pobreza, encarnado en este caso por los jóvenes sin hogar que ejercen el oficio de limpiar calzado en las calles.
Por eso la intérprete tenía la cara tapada durante la representación, una característica que comparte con quienes lustran calzado, y tiene maquillaje negro por todo su cuerpo.
"Soy el hijo de una violación", dice uno de los primeros versos del texto adaptado, que Oña declamó vestida de negro y con el rostro tapado, en medio de uno de los pasillos más transitados de la feria.
La novela original de Cervantes, de cuya muerte se conmemora este año el cuarto centenario, cuenta la historia de una mujer de clase humilde que, con dieciséis años, es raptada y violada por un "noble" caballero pocos años mayor que ella.
Mientras que en la obra clásica el argumento acaba con la redención del violador y la reparación de la familia agredida mediante el matrimonio de los dos jóvenes años más tarde, la madre violada es en esta adaptación del siglo XXI una mujer que se muere con 34 años, ya que "un cáncer se la comió por dentro".
El narrador no es otro que el hijo fruto de esa violación, quien ya no destaca por sus modales caballerescos como en el original, sino por su extrema pobreza.
"Yo trabajo mucho con los sentidos, esta idea del olor, del sabor...", comentó Fidalgo sobre dos crudos versos de su guión: "nuestro cuerpo (el de los pobres) huele mal/ nuestra historia huele mal".
El olor de la crema de zapatos trata de envolver el texto dramático. "Pensamos mucho en qué significaba eso de limpiar los zapatos, de estar en medio de la calle limpiando los zapatos, y qué deseos y qué acto hay detrás de eso", continúa el dramaturgo.
"Hay un acto de sumisión y de poder muy grande, y sin embargo ellos tienen una dignidad muy grande también", apuntó el autor.
Fidalgo trata de interperlar al público para escuchar y estar disponible. "Yo no creo en los dogmas, ni en las piezas fijas con un sentido fijo final", afirmó el también poeta, que argumentó que "lo importante es plantear preguntas, traer un paisaje, y ser crudo y ser brutal".
Paola Oña, opinó Fidalgo, "a través de su cara tapada es capaz de mirar a los ojos al espectador", que en la puesta en escena se disponía en círculo en torno a la artista escénica, que declamaba el texto en uno de los pasillos más transitados de la Feria.
"Siempre hay un momento en que el pobre tiene algo que el rico desea", dice la obra adaptada.
El autor responde a la pregunta de qué es eso que el rico quiere del pobre: "supongo que una verdad, una honestidad, una poesía incluso, una vitalidad, una unión a una cierta esencia de la vida...".
Fidalgo matizó que "eso podría parecer un discurso casi reaccionario", algo que está lejos de sus intenciones.
"No hay una estetización de la pobreza ni mucho menos", zanjó.
"Pero es verdad que con poco, con lo básico, casi con nada, se puede vivir, se pueden decir cosas importantes y se puede uno relacionar con una verdad diferente del mundo", reflexionó.
Al término de la representación sonó música de danza y la actriz comienza a bailar con diferentes personas del público, acaso mostrando su verdad, esa "cierta esencia de la vida" de la que habla Fidalgo.
nrv