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El enigma de El Bosco continúa a 500 años de su muerte. En ese contexto hoy el Museo de Arte Carrillo Gil (MACG) inaugura la exposición Resonancias desde el jardín de las delicias. Una experiencia aural y de entropía.

Es una exhibición integrada por 27 obras de 24 artistas; la mayoría de las piezas fueron creadas para la muestra, y en gran medida son piezas de arte sonoro. La curaduría fue realizada por Guillermo Santamarina, curador en jefe del MACG.

No se trata de una muestra donde el público vaya a encontrarse con las obras de Hieronymus Bosch, mejor conocido como El Bosco, aclaró ayer al inicio del recorrido el curador. Es una exposición que tiene tres ejes, por una parte el diálogo con El jardín de las delicias, una de las más grandes obras de este artista neerlandés, a quien este año se le rinde homenaje al cumplirse 500 años de su deceso (nació en 1450, en Bolduque, Países Bajos, y falleció el 9 de agosto de 1516). Un segundo eje es el entropía, concepto que se explica como la pecualiaridad actuando entre sistemas, generando hibridaciones y nuevos sistemas. En tercer lugar, la muestra tiene una diversa representación de obras que son de arte sonoro.

El Bosco fue el pintor preferido de la corte de Felipe II, quien reunió el mayor número de tablas de aquel, de ahí que varias de sus obras forman parte del acervo del Museo del Prado, en Madrid. Algunas de sus piezas maestras son: El jardín de las delicias, La mesa de los pecados capitales, El carro de heno y Las tentaciones de San Antonio.

El jardín de las delicias es un tríptico que en sus tablas laterales presenta el paraíso y el infierno, mientras que en la central se representan los vicios y placeres de la sociedad, y contiene escenas de erotismo explícito. En una escena de la pintura correspondiente al infierno puede verse a una persona acostada mientras que sobre su trasero hay una partitura que otros están leyendo. Y como esa hay cientos de situaciones, sin continuidad aparente, en planos muy diversos.

“Me parece muy revelador cómo todavía tenemos esta especial curiosidad por el pasado como un tesoro del cual podemos sacar mucho —afirma Santamarina—. El Bosco es muy expresivo, esplendoroso, estridente, podríamos hacer muchas cosas con él. Abrí una conversación sobre la pintura que me di cuenta de que todos conocían y admiraban, y la mayoría quiso irse y hacer una relación con el infierno. El resultado se procesó hacia muchos ángulos de la obra”.

En la muestra se pueden ver obras de los artistas Iván Abreu, Roberto Arcaute, María Antonia González Valerio, Manuel Rocha Iturbide, Gabriel Kuri, Daniel Lara, Alfredo Martínez, Manrico Montero, Tito Rivas, Vicente Rojo Cama, Ángel Sánchez, Juan Pablo Villegas, Jessica Wozny, Andrés Aguilar, Miguel Cortés Solano, Alejandro Fournier, Enrique Lanz, Cristian Manzutto, Manuel Mathar, Nicolás Pereda, Adriana Salazar, Joaquín Segura, Ernesto Walker y Los Lichis.

En opinión del curador, “aparecen los nombres de creadores reconocidos y de otros emergentes que son muy talentosos. Estamos viviendo un momento interesante en cuanto a arte sonoro se refiere”.

Rocha Iturbide, por ejemplo, presenta una obra que define como un solfeo o sinfonía de pedos; es una pieza que consta de mofles y escapes dentro de los cuales hay bocinas a través de las cuales se escucha su composición. “El mofle es como el estómago, el escape es como el intestino; en general, muchas de mis piezas tienen que ver con el cuerpo humano. El Bosco para mí es un ejemplo muy extraño en el arte, y muy temprano, de complejidad. No hay ningún artista de esa época o de antes, y probablemente después, con este caos. El Bosco estaba haciendo algo súper complejo que no puedes leer visualmente porque hay entropía, y es raro encontrar eso en el arte. No se puede ver bien el cuadro, tienes que clavarte en un pedacito y los bordes te están estorbando. La escucha no lineal que John Cage propone en el siglo XX, El Bosco ya la estaba proponiendo, pero visualmente, hace 500 años”.

Ante El jardín de las delicias de El Bosco, el artista Daniel Lara propone un paisaje de sonidos; distribuyó 30 composiciones en dispositivos de audio, colocados en un espacio abierto, como un paisaje o un jardín artificial de música. El resultado es una polifonía que no es caótica, al contrario.

Miguel Cortés construyó una obra que está pensada para generar una “alta” interacción con el espectador; si el público, de preferencia en grupos, se acerca y grita ante ella, recibirá una respuesta transformada, un nuevo sistema. Para Cortés, esta pieza, como muchas de sus obras, tiene que ver con la guerra, con el hecho de que “todos construimos la realidad, todos la vamos generando”. El artista encuentra que aunque lo que causa sensación en el tríptico de El Bosco es aquello que se ve, la forma cerrada, que se conoce menos, es la intención más profunda del artista. “Retomo la sentencia de ‘Todo fue creado’; eso fue lo que más me interesó de la pintura. Es lo que primero deberíamos tomar en cuenta antes de ver ese universo. En cada pieza hay un personaje que mira, a la expectativa; es un alguien que atestigua lo que acontece en el mundo…”

Para Santamarina era muy importante ver qué tienen que decir los artistas jóvenes sobre una obra como ésta. “He pensado que, con todas estas correcciones políticas que vivimos ahora, es curioso que no esté prohibido El jardín de las delicias. El Bosco es muy perverso, un personaje muy protagónico en su momento, su pintura no quedaba desapercibida, su obra se hacía en Los Países Bajos y muy pronto encontraba coleccionistas. Reflejaba lo que pasaba con el ser humano de una manera muy elocuente. Vamos a encontrar 500 años después líneas y ejes de pensamiento que nos son muy afines. Hay enigmas que siguen estando presentes en mucha de la obra de este muy raro artista…”

La colectiva Resonancias desde el jardín de las delicias. Una experiencia aural y de entropía se inaugura hoy a las 19:30 horas en el MACG.

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