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Mayela Marcos no quería ser bailarina, pero su madre insistió en que debía tener alguna actividad física. Realizó patinaje, gimnasia artística, natación. Un día se enteró que su hermana había regresado feliz del ballet. Y lo intentó. No le sorprendió ni despertó en ella fascinación alguna. Hasta que, como parte de las clases, se presentó ante un público. El aplauso, recuerda, se convirtió entonces en una necesidad y el arte en una pasión.
La bailarina de 23 años de edad es egresada de danza clásica en la escuela superior de Música y Danza de Monterrey, continuó sus estudios en la Academia Estatal de Coreografía de Moscú del Teatro Bolshoi, una de las más prestigiosas del mundo. Hace siete años llegó a Rusia sin conocer el idioma y para enfrentarse a las exigencias de la escuela rusa, así como para resistir a las temperaturas de hasta menos 23 grados centígrados.
Seis años después, graduada del Bolshoi, fue invitada a ser parte de la compañía de Aztracán. Actualmente forma parte del Ballet Imperial, uno de los más reconocidos de Rusia, en donde tiene el puesto de demi-solista. Además cursa la maestría en el Bolshoi. Ha tenido oportunidad de participar en obras como El lago de los Cisnes, Sherehezade, Carmina Burana y La bella durmiente tanto con el Teatro Bolshoi, como con el Imperial, y forma parte de las giras que realiza la agrupación por Europa y Asia.
“He cumplido muchas metas en Rusia. Ahora estoy enfocada en cumplir el objetivo más ambicioso, ser primera bailarina”, dice Mayela en entrevista desde Moscú.
¿Cómo empezó todo?
A la edad de 4 años empecé a probar en varias actividades hasta llegar a ballet clásico, a esa edad no tienes definido qué es lo que te gustaría hacer, no fue tampoco de mi completo agrado hasta que tuve la primera presentación en teatro y sentí lo que era estar frente a un público, también me gustaron los vestuarios, la magia de las coreografías con princesas, príncipes, hadas, duendes, y todo ese mundo onírico.
A los 8 años y por convicción decidí entrar a una escuela profesional, la Escuela Superior de Música y Danza, de donde soy egresada de la licenciatura en Danza Clásica. Al terminar la licenciatura quise seguir preparándome, audicioné y fui aceptada para hacer una especialidad en la Academia del Bolshoi, con lo cual soy la primera mexicana en graduarse de Bailarina de Ballet Clásico con especialidad en Arte Coreográfico.
Al graduarme con excelentes calificaciones me invitaron para hacer un Master en Pedagogía de la danza en el Bolshoi, actualmente curso el último año. Al graduarme de la especialidad fui invitada a trabajar en Rusia en el teatro de Astrakán Ópera y Ballet
como solista, ahí estuve un año. Luego el Ballet Imperial de Rusia me invitó, y actualmente trabajo ahí con roles de solista.
¿Cómo te ha ido en el Imperial?
Ingresé hace casi tres años, es una compañía que fue fundada por Maya Plisetskaya, una eminencia de la danza clásica, murió hace un año y quedó al mando Gediminas Tarandá, quien fue solista del Bolshoi. Es una agrupación que se dedica a hacer giras por todo el mundo, por ejemplo a Australia, Nueva Zelanda, Croacia, Eslovenia, Serbia, China, Brasil y México; tiene un repertorio muy amplio: El cascanueces, El Lago de los cisnes, La bella durmiente, El Quijote, entre muchos otros. Me ha ido muy bien.
¿Participas en todas las giras?
Sí, las temporadas inician entre septiembre y noviembre. Recientemente estuvimos en Nueva Zelanda con El lago de los cisnes, luego fuimos a China, después tuvimos una pequeña gira por Rusia. Ya en 2016 hemos ido a Croacia, Eslovenia y Bosnia. Nuevamente nos iremos de gira por Rusia con ballets como Sherezade,El Quijote y La bella durmiente. Casi todo el año tenemos mucho trabajo, pero ha sido posible hacer la maestría de manera paralela.
¿Cuándo llegaste a Rusia?
Llegué en noviembre de 2009, pero antes de eso, en 2005, fui a tomar un curso de verano con el Ballet Nacional de Rusia, desde entonces quedé encantada con la técnica rusa, con la elegancia, con el método de trabajo. Durante esa estancia fui a ver mi ballet favorito con mi bailarina favorita, Svetlana Zakharova, en el Teatro Bolshoi, en ese momento pensé que yo iba a bailar en ese teatro. Los sueños se cumplen: cuando estudiaba, la primera vez que bailé en ese escenario fue en el ballet La fille mal gardée.
He contado con el apoyo de mis padres y ha sido muy importante, ellos entendieron mis deseos y mis sueños. Empecé a bailar porque mi madre quería que mis hermanos y yo hiciéramos alguna actividad.
¿Cómo llegaste a la Academia?
En Rusia todo se maneja con invitación, tú no puedes llegar con la esperanza de que te atiendan. Yo envié mis videos, montones de documentos oficiales. El Bolshoi es una escuela muy completa, da clases de anatomía, historia de la música, de la danza, filosofía, psicología, en fin, muchas materias que aparentemente no tienen que ver con el ballet, así que tuve que mandar muchos documentos para acreditar que podía ser aspirante. Además tuve que mandar certificados médicos que corroboraran que no padezco de ninguna enfermedad. Rusia es muy exigente en este sentido, hasta para ir como turista debes tener una invitación para poder pedir tu visa.
Tras todo el papeleo y los videos, me avisaron que había sido aceptada. Y fue impresionante, para empezar no tenía ni idea del idioma.
¿Cuáles eran tus expectativas?, ¿se cumplieron?
Siempre he creído que para beber hay que ir a la fuente. Los grandes ballets se estrenaron en Rusia. Yo quise ir directamente a la cuna y aprender en una de las mejores escuelas, en el Bolshoi quería perfeccionar mi técnica y pensé que no había otra opción más que Rusia.
Fue difícil al principio porque sólo hablan ruso, pocas personas utilizan el inglés y por supuesto no hablan español. El idioma resultó una limitante, pero también me hizo entender que es muy poderoso el lenguaje de la danza porque te comunicas con el cuerpo, así que cuando una maestra me hacía correcciones me mostraba cómo y yo entendía. Ahora prácticamente domino el ruso porque para estudiar la maestría tienes que presentar un examen de dominio, ese es uno de los muchos requisitos que te piden para estudiar en Rusia.
¿Cómo llega la oportunidad de bailar en el Imperial?
Cuando acabas tus exámenes vienen muchos directores de compañías a conocerte y si les gusta te invitan a hacer audiciones. Yo quería volver a Moscú porque me había gustado mucho, así que por fortuna me invitaron al Imperial, acepté porque me gustó el repertorio, los maestros y su visión de viajar por todo el mundo. Además, es una compañía que tiene la esencia de Maya Plisetskaya.
¿Cómo podrías describir la técnica rusa?
Un bailarín ruso baila con el corazón, los maestros te enseñan a sentir el movimiento para ser capaz de transmitir una emoción, además todos los pasos son con gran elegancia. El ballet no es para impresionar, es decir, no es para ir a ver a un bailarín dar piruetas con las piernas super altas, es para ver delicadeza, arte, sentimientos, emociones; si no quieren esto, pueden ir a ver a gimnastas.
¿Sufriste un choque cultural?
Sí, sobre todo con el clima. Cuando llegué estábamos a menos 12 grados, no quería salir de la escuela. Una vez, cuando llegamos a los menos 28 grados, tuve la intención de ir al supermercado a comprar las cosas que necesitaba, llegué a la esquina y me regresé, sentí que literalmente me estaba congelando.
En Rusia no suspenden clases por el frío, es un país muy fuerte en todos los aspectos, con tradiciones muy marcadas. A la fecha sigo teniendo el problema de que hablo muy fuerte, con frecuencia me piden que bajen la voz porque piensan que les grito; tampoco sonríen mucho, si tú lo haces pueden pensar que estás algo loco. Todo fue para mí tan diferente, y entrar a los círculos de amigos es muy difícil.