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Natalia sintió que su piel se deshacía, su ex pareja le había arrojado ácido a la cara. Vivian, tras tres años de violencia intrafamiliar y un mes de separación, accedió a ver su esposo en un centro comercial, la mató frente a decenas de personas de 28 puñaladas. Rosa fue violada y sodomizada por dos sujetos conocidos, murió cinco días después del ataque. Son mujeres colombianas que han sido violentadas en los últimos años, sus casos cimbraron al país. Y han inspirado la obra "Ella en Shakespeare" que se presentó en el Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá.
La obra dirigida por Manolo Orjuela y protagonizada por Alejandra Borrero y Erik Rodríguez, forma parte de la campaña de Borrero contra la violencia de género, llamada "Ni con el pétalo de una rosa".
Las historias reales de mujeres como Natalia, Vivian y Rosa se entrelazan con personajes de la obra de William Shakespeare, mujeres que, según la adaptación de Orjuela, son agredidas en la dramaturgia del escritor inglés, como Desdémona, asesinada por Otelo; u Ofelia, ahogada en un río, en Hamlet.
La brutalidad de los relatos son poderosos en sí mismos, pero la dramaturgia y la dirección escénica los aleja del hecho escénico, para convertirlos en una denuncia panfletaria, con tufo a superioridad moral.
Los actores, desde el inicio, advierten a la audiencia que la obra de teatro no está hecha para entretenarla, sino para mostrarle la "verdad" que se resisten a ver. Así, durante casi una hora, personifican cada caso de las mujeres violentadas y las funden con fragmentos de la obra shakespereana; subrayan las historias con las fotografías reales de Natalia, sobreviviente, o del asesinato en el centro comercial de Bogotá.
La iracundia del creador y de los protagonistas, ante los condenables sucesos, anulan el arte teatral. Hacia el final de la pieza, Barrero y Rodríguez, como ellos mismos o como narradores, no queda claro, acusan al espectador de frívolo por creer que la escena está hecha para la diversión, como si el teatro fuera visto como espectáculo circense y no como espejo de la realidad; por eso, confiesan, en lugar de un montaje lo que han hecho es una encerrona porque de otro modo no habría sido capaz de ver, por propia voluntad, como la sociedad es victimaria y cómplice de la violencia de género. "¿Creen que esto es un sermón? Sí, sí lo es", sentencia Barrero.
Pese a la maniquea puesta en escena el público ha respondido favorablemente a la propuesta de los creadores. Tienen a su favor que la indignación por los homicidios de Rosa y Vivian, y del ataque a Nancy, también es real.
El Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá llega este domingo a su fin y ha reunido a lo largo de 17 días a 100 directores, 3650 actores de 32 países y tiene a México como país invitado de honor.
cvtp