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ana.pinon@wluniversal.com.mx
Culiacán.—El camerino luce repleto de jóvenes. Enrique Patrón de Rueda destaca entre todos ellos, camina erguido y sonríe. Para el director de orquesta no todo es felicidad. Afuera, en las butacas del Teatro Pablo de Villavicencio, ubicado en el corazón de Culiacán, no hay un representante institucional de la Secretaría de Cultura federal “con capacidad para tomar decisiones” que repercutan, dice, en que la puesta de escena Romeo y Julieta no muera esta noche con su última función.
“Todos esos chicos que van a salir al escenario son muy jóvenes, muchos son estudiantes y su participación logra que una producción original como esta sea doblemente valiosa. Es un montaje digno de cualquier escenario y me da mucha tristeza que no hayan mandado a nadie con poder de decisión, alguien que pudiera decirle al secretario de Cultura que en provincia se están haciendo cosas importantes. Nuestro estado está muy estigmatizado y se debe saber que a todos estos chicos, muchos de ellos de Sinaloa, ya les cambió la vida”, dice Patrón de Rueda, quien no sólo participa como director huésped de la Orquesta Sinfónica Sinaloa de las Artes, también ha sido maestro vocal de algunos de los cantantes.
La ópera de Gounod se presentó por primera vez en Culiacán. Por las calles de la ciudad abundan los carteles e incluso un espectacular. Posicionar este género en una ciudad estigmatizada como la capital de los narcos no ha sido tarea fácil.
Su montaje se debe a la unión entre la Sociedad Artística Sinaloense (SAS) y el Instituto Sinaloense de Cultura y, según los organizadores de la asociación civil con 17 años de historia, es la producción más “ambiciosa” que han realizado.
El elenco es encabezado por Arturo Chacón Cruz, el más experimentado en la escena, como Romeo, al igual que el bajo Giorgio Giuseppini, como Fray Lorenzo; el rol de Julieta fue alternado por Angélica Alejandre, egresada de la primera y segunda generación del Estudio de Ópera de Bellas Artes, y Karen Barraza, sinaloense que actualmente estudia en la Academia de las Artes Vocales en Filadelfia.
En la escena se nota la frescura de sus solistas y del Coro Guillermo Sarabia, dirigido por Martha Félix, y del Coro de la Ópera de Sinaloa, dirigido por Marco Rodríguez.
La escenografía de Adrián Martínez fue sobria y elegante, aunque se les vio incómodos a los protagonistas en la escena final. El trazo escénico de Miguel Alonso y la iluminación de Martín Gorlero merece los aplausos del público que casi abarrota la tercera y última función.
Para Enrique Patrón de Rueda, esta versión contemporánea de Romeo y Julieta, con vestuario de Edyta Rzewuska, “es un reto enorme en su carrera como sinaloense, aquí hay tantos alumnos y es un orgullo para mí. Arturo Chacón ha sido un artista ejemplar, no sólo se integró a la producción, también nos ayudó en varias cosas, siempre trató de abrazarlos con su carisma y experiencia".
Además, asegura que la iniciativa privada tiene un papel fundamental en el quehacer artístico nacional, que puede unirse al trabajo estatal.
“Hacer una ópera así, no es cualquier cosa. Puede ir al Cervantino, al Cenart, a Bellas Artes, me frustra pensar en que no hay interés para apoyar a la ópera”, dice.
Romeo y Julieta es un título poco montado en México, a pesar de que se trata de una ópera sofisticada y romántica, que exige mucho a los personales principales. Además que requiere de un elenco creíble, puesto que es una obra para jóvenes. Una de las últimas veces que se recuerda su montaje ocurrió en 2005, en Bellas Artes, con Rolando Villazón y Anna Netrebko.
El teatro ovaciona a los artistas. En los camerinos, de nuevo las risas, los abrazos. Sólo tres funciones se presentaron a lo largo de la semana pasada. Patrón insiste: “La de este sábado no merece ser la última”.