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ssierra@eluniversal.com.mx
“Lo único que no he querido es copiarme a mí mismo”, dice el artista Arnaldo Coen tras recorrer la exposición Signos de luz y de sombra, en la cual reúne más de 60 obras de buena parte de las series y disciplinas que ha creado en más de 50 años de trayectoria artística, así como sus trabajos recientes.
Esta exposición se presenta desde hoy en la ampliada galería del Seminario de Cultura Mexicana.
Premio Nacional de Ciencias y Artes en 2014, miembro del Sistema Nacional de Creadores del Arte y titular del Seminario de Cultura Mexicana, Coen celebra este 2015 su 75 cumpleaños. Prolífico, acaba de concluir una serie de collages donde retoma la figura de Emiliano Zapata y vuelve sobre el diálogo que ha sostenido a lo largo de su trayectoria con la historia del arte; no abandona tampoco la creación de obras donde combina disciplinas.
Coen ha sido un artista que va más allá de los marcos en lo que llama su “obsesión por el volumen”, pero también en la búsqueda del arte puro, de ahí su fascinación por la música y por la gastronomía.
En más de medio siglo ha creado pintura, escultura, escenografía, mural, arte objeto, collage, dibujo, cuerpos pintados, acciones, vestuarios, obras de teatro y danza, intervención, videos, arte sonoro e instalaciones.
El artista celebra que esta exposición represente la reapertura de la galería del Seminario: “El Seminario tenía un área para exposiciones y había espacios neutros como bodega y baños que estaban perdidos y que daban al nuevo andador de Mazarik, entonces sugerimos ampliar y se reinaugura con una exposición mía. El Seminario tiene tradición de hacer exposiciones y se ha formado una comisión para programarlas, vendrá otra de Rufino Tamayo y luego una de Germán Cueto. La idea es que haya otro tipo de muestras donde, por ejemplo, una neurobióloga presente una sobre ciencia”.
Desde niño, Coen fue cercano al Seminario de Cultura Mexicana, pues su abuela, la cantante de ópera Fanny Anitúa, fue una de las fundadoras junto con Mariano Azuela, Frida Kahlo, Julián Carrillo y Manuel M. Ponce.
Signos de luz y de sombra le sirve al artista como una manera de revisar y recapitular su obra: “He trabajado por más de 50 años, y mis expresiones son muy plurales. Nunca encuentro un estilo determinado ni lo he buscado. El estilo no se busca, aparece o no aparece. Y si aparece no es, necesariamente, muy tangible, creo que de alguna manera el valor del arte es lo intangible”, dice Coen.
Explica que para ligar la exposición se tomó como punto de partida a cuatro Zapatas que había hecho para el Seminario, para el encuentro anterior, celebrado en Taxco, donde se expusieron al lado de la escenografía de Alejandro Luna. “Comencé a hacer a Zapata cuando estuve en África, en 1977; me invitaron con un grupo de arquitectos a hacer un proyecto de la nueva capital de Tanzania. Me llevé el libro Zapata y la revolución, de John Womack, y me llamó mucho la atención el personaje y entonces quise representarlo de múltiples maneras”.
Los Zapatas en grandes formatos integran una serie que ha continuado, por ello ahora presentará siete; todos contienen una imagen de tamaño natural del líder revolucionario. Estas pinturas y los 44 collages donde está el rostro de Zapata son piezas en las que dialoga con movimientos, periodos y artistas de la historia del arte. En las de gran formato está el recurso de situar la figura en medio de ejercicios de impresionismo, arte cinético, dibujo clásico, expresionismo… En los collages hay una referencia diferente en cada caso: ahí el Zapata aparece entre obras de Mark Rothko, Ángel Zárraga, Andy Warhol, Paul Klee, El Bosco, Vasili Kandinski, Max Ernst, Henri Matisse, Frida Kahlo, Gustave Doré y otros.
“Los collages son 44 piezas y cada uno es un juego y un acto de libertad donde veo el arte sin fecha de nacimiento ni fecha de caducidad. Le llamé “Presente perpetuo”, lo saqué de una frase de Octavio Paz. Mi idea era usar la misma imagen y me abrió posibilidades múltiples. Dije: ‘Quiero ser todos los pintores de todos los tiempos, de toda la historia, desde las Cuevas de Altamira o las Venus primitivas, hasta lo más contemporáneo’. Para mí no hay diferencia ni fronteras de tiempo y espacio”.
Diálogo continuo. Por años, los Zapatas quedaron en el olvido, pues Coen comenzó a trabajar e investigar en torno del cubo y del I-Chin. Así como ha buscado ver el arte sin el peso de la historia, ha buscado mirar sin perseguir entender qué dijo el artista, sino intentando hallar qué siente ante la obra.
“(Esa manera de ver) es la primordial. Nacemos con un saber. Está en nosotros el conocimiento universal. Pero vamos dejando atrás nuestra capacidad instintiva, perceptiva de las cosas y queremos entenderlas, en vez de saber que son parte de nosotros”.
Siempre ha estado en diálogos con el arte en sus diversas expresiones, de ahí que, por ejemplo, trabajara con la literatura de Octavio Paz o con la música de Mario Lavista. También buscó conocer y trabajar lo que llama el arte tántrico: “Me encantó cómo, a través de una esquematización, podías expresar el cosmos, la escala humana, una filosofía, una actitud, me gustó tomar el torso femenino y dentro de esa silueta expresarme como si fuera un pintor del Renacimiento, del arte matérico, de las texturas. Un poco ahora lo vemos en los Zapatas”.
—¿Le importa ser todos los pintores?
—No sé. No me lo pregunto. Quererse imponer algo implica limitar. Recomiendo a los jóvenes que lo más importante es ser honesto, permitirse ser parte de un todo. Ser libre. No tener miedo a entrar a un museo o galería. Tener la libertad; la historia del arte nos enriquece pero no podemos perder la capacidad de ser libres para comprender qué nos dice esa obra a nosotros.
—¿Le interesa la reinvención?
—Lo único que no he querido es copiarme a mí mismo.
Signos de luz y de sombra se exhibirá a partir de hoy a las 12 horas en el Seminario de Cultura Mexicana, en Av. Presidente Mazarik 526, Polanco.