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abida.ventura@eluniversal.com.mx
Guanajuato, Gto. —¿Qué pueden tener en común la tabla periódica y el poema El Tigre de William Blake? Ambos son piezas maestras cuya creación ha implicado un largo proceso de elaboración, dijo ayer Roald Hoffmann, premio Nobel de Química 1981.
Para el también poeta y dramaturgo, es uno de los mejores ejemplos para explicar, especialmente a la gente joven, la cercanía entre la ciencia y el arte, disciplinas que han coexistido a lo largo de la vida de este químico de 78 años.
Me gusta mostrar a los jóvenes el borrador de estas dos piezas porque cuando lo ven piensan en cómo podrían hacer algo tan maravilloso como eso, dijo ayer durante una conferencia de prensa que ofreció previo a la lectura de poemas de su libro Catalista. Tanto el manuscrito de la tabla periódica como el de William Blake contienen una serie de tachones y anotaciones que muestran que el proceso de trabajo de un científico es similar al de un poeta que toma apuntes de cosas o palabras que ve o escucha al alrededor.
Amante de la música latina y del world music, el científico, que fue amigo cercano de Carlos Fuentes, es uno de los invitados especiales en el Festival Internacional Cervantino, que en esta edición tiene como eje principal “La ciencia del arte. El arte de la ciencia”. Su participación comenzó ayer con una lectura de poesía en el Museo Gene Byron y hoy ofrecerá la conferencia “La química del arte y el arte de la química” en el Teatro Juárez.
En la conferencia de hoy, donde se distribuirá de manera gratuita su libro Lo mismo y no lo mismo, el científico de origen ucraniano residente en Estados Unidos hablará de la relación entre estas dos disciplinas por las que ha transitado desde que, cuando era un joven universitario, eligió ser químico para evitar el disgusto de sus padres que querían que se dedicará a la Medicina. “Tuve el valor de decirles a mis padres que no quería ser médico, pero no lo tuve para decirles que quería ser historiador del arte. Por eso, como un compromiso intermedio entre estos dos mundos, me convertí en químico”, relató ayer el Nobel que llegó a Estados Unidos en 1949 huyendo de persecución nazi de la II Guerra Mundial.
Nacido en una familia de judíos polacos que fueron perseguidos por los nazis, tema que ha abordado en su poesía y obras de teatro, Hoffmann recordó que tomar la decisión de hacer química fue difícil porque encontraba más atractivas las humanidades. Esa atracción, relató, inició cuando en la Universidad de Columbia tomó un curso sobre Renacimiento italiano para ser historiador del arte. Y fue allí también cuando nació su amor por la poesía.
Escritor de teatro. Hoffmann se retiró hace siete años de la labor científica, pero continúa dedicándose a la química y especialmente a escribir poesía y obras de teatro. “Soy muy afortunado al hacer ciencia y arte. Es cierto que tal vez tengo un poco de protagonismo y me gusta exhibirme al crear poemas y teatro, a diferencia de muchos científicos que son muy tímidos, pero yo he tenido la oportunidad en mi vida de hacer esto”, comentó.
Autor de diversos ensayos y libros que hablan de la ciencia, la poesía y la filosofía, consideró que en el mundo actual debería haber más científicos famosos que funcionen como referentes para nuestra sociedad, tal como lo son los jugadores de futbol o Shakira.
Por eso, entre carcajadas, Roald Hoffmann no dudo en recomendar la serie Breaking Bad como referente para conocer cómo se hace y para qué sirve la química. “Nos muestra lo fácil que es la química. Un solo átomo puede hacer la diferencia entre la anfetamina y otras drogas. No es tan mal ejemplo, es un profesor que escogió el camino incorrecto, pero ahí está, haciendo química”.