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ana.pinon@eluniversal.com.mx
En su hogar se escuchaba al cantante Elvis Presley, a la Sonora Santanera y a Mozart. Un día llegó a la casa el disco del concierto que ofrecieron Plácido Domingo, José Carreras y Luciano Pavarotti en Los Ángeles en 1994. Eleazar Rodríguez escuchó a lo lejos la voz de los cantantes y preguntó qué era eso: ópera, le contestó su padre. Ese día, asegura el tenor mexicano de 31 años de edad, originario de Piedras Negras, Coahuila, todo cambió.
El disco lo escuchó infinidad de veces. Las voces despertaban en él una fascinación. Empezó a imitarlos, como un juego. “Después me regalaron el VHS, me volví loco, lo veía todo el tiempo. Tenía una libreta en la que anotaba todos los detalles, cómo abrían la boca, qué sonidos emitían cuando hacían tal o cual cosa; hacía que mi mamá viera conmigo el video para decirle en qué parte se equivocaban. Ella me preguntaba que cómo sabía y le explicaba lo que yo creía, porque además imprimí las letras de las arias y me las aprendí todas. Mi mamá me decía que sí a todo mientras le daba vuelta a la sopa”, cuenta en entrevista con EL UNIVERSAL desde Londres.
El tenor era prácticamente desconocido en México, pero a finales de septiembre se convirtió en una revelación para el gremio gracias a su exitoso debut en la English National Opera de Londres, uno de los teatros más importantes del Reino Unido, como el Conde Almaviva, en la producción de El barbero de Sevilla, de Rossini.
El cantante recibió críticas favorables en publicaciones británicas importantes, como The Guardian, y en revistas especializadas en ópera.
El debut. El director de casting de la English National Opera de Londres fue a presenciar una función de Los maestros cantores de Nuremberg, de Wagner, en la que el mexicano participó en el Badisches Staatstheater Karlsruhe, de Alemania. Después de muchos meses, el tenor recibió una invitación para ir a Reino Unido.
“No me la creía, no sabía que me habían escuchado, que estaban en esa función. El barbero de Sevilla se canta en italiano, pero en Londres se cantaría en inglés. Me entró la duda. ¿Ellos sabían que yo podía cantar en inglés? Creo que no tengo acento, pero sí se me escucha americano. Fue una gran sorpresa para mí. Necesité ayuda y estudié mucho para poder lograr que el acento fuera británico. Al final, aun con mi apellido, nadie me creyó que yo nací en México”, dice.
Recuerda que la última vez que cantó este papel fue en 2008 y abordarlo ahora en inglés implicó refrescar su memoria. “Tuve muchos nervios, cantante que diga que no siente nervios es un mentiroso. Ahora me doy cuenta que mi voz empieza a desplazarse a un bel canto más lírico, a títulos como Don Pascuale, El elixir de amor“, explica.
La ópera, asegura, ha evolucionado. Hoy existe una exigencia mayor, no basta tener presencia escénica o buena técnica; se necesita también de apariencia que cumpla con cánones estéticos occidentales. “Antes se podía no ser perfecto, las ovaciones las conquistabas por la entrega. Creo que la crítica debe ir poniendo más atención en lo que ahora hacemos, no podemos seguir pensando en que hay roles que se deben seguir cantanto como se escuchan en los discos de otras épocas”.
El inicio. El juego de imitar a los tres tenores lo trasladó Rodríguez a la escuela en donde la única oportunidad que tenía para ser visible entre sus compañeros era cantando. “¿Quién no ha sufrido bullying? No soy víctima, pero ahora creo que fue bueno padecer esa clase de abuso. Lo único que yo marcaba en el calendario porque era importante, era cuando cantaba en la escuela, pensaba que era bueno que mis amigos me necesitaran. Le pedí a mi papá que me rentara un frac y salía a cantar ‘La donna è mobile’”, recuerda.
Y añade: “Dejó de ser juego y empecé a estudiar en Saltillo a los 15 años. Ahí estuve sólo tres años. Después audicioné en un encuentro operístico de esa ciudad. Conocí a César Ulloa, quien trabajaba en SIVAM. Gracias a eso me fui a la ciudad de México como becario de SIVAM y me fui a tomar clases de perfeccionamiento en Tel Aviv. Luego me fui al Conservatorio de San Francisco para estudiar mi licenciatura. Me gradué en mayo de 2010 y en septiembre me llamaron para ir a Alemania. He subido los escalones poco a poco. No cambiaría nada de lo que ha sido mi carrera. Cada tropiezo, cada encuentro con el público, todo cuenta, agradezco todo”, cuenta.
Además esa experiencia infantil no sólo lo marcó en términos de vocación artística, sino también lo hizo pensar en que los jóvenes necesitan apoyos y estímulos culturales. Así fundó la Asociación Civil Piedras Negras por la paz, dedicada a ofrecer conciertos y becas a jóvenes con intereses musicales.
Eleazar Rodríguez ha trabajando en Alemania desde hace cinco años, un país en donde las temporadas son anuales y las funciones se realizan de septiembre a julio casi ininterrumpidamente. Al principio le otorgaron roles pequeños de óperas como Rigoletto y La Traviata. Poco a poco le confiaron protagónicos en La flauta mágica, La hija del regimiento y Cosi an tutte. Actualmente es solista en el Badisches Staatstheater Karlsruhe.
“En el contrato de principiante que tenía debía ofrecer hasta 50 funciones. No parece mucho, pero hay que agregar ensayos. Es realmente muy pesado. Ahora, como solista, tengo la mitad de presentaciones, lo que me ha permitido viajar a otros teatros como invitado especial. Me apasiona lo que hago. Tienes que estar muy consciente de tus limitaciones y de tus fortalezas, pues te hacen único, pero no puedes ser arrogante. Nunca negaré mi patria. Ser un punto de referencia del talento mexicano sería un logro para mí”.