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ana.pinon@eluniversal.com.mx
En 1881 por su obra Pequeña bailarina de 14 años, Edgar Degas fue, según especialistas, violentamente acusado de representar a la niña de manera bestial. Fue hecha en cera, un material inusual para la época, tenía coloración natural, peinada con verdaderos cabellos, vestida con tutú y zapatillas reales, con las que demostró un hiperrealismo, “una veracidad que roza el extremo”.
Con su obra, especialistas han dicho que Degas describió sin fingir, sin hipocresía, a la sociedad de su época. Se le consideró un atrevido por presentar como modelo femenino a una “chica de clase trabajadora entrenándose para una actividad de no gran reputación”. La bailarina Marie van Goethem, fue una mujer que influyó en la obra de Degas no sólo para esta pieza; hoy se sabe que pese a la vulnerabilidad que supuestamente mostraba, tuvo una intensa relación con el artista, representada en la actitud llena de gallardía.
Inspirado en el artista y en la bailarina, el fotógrafo David Flores Rubio creó el “Proyecto Degas” que consiste en una serie de retratos a bailarines de danza contemporánea. El objetivo es mostrar la belleza total de sus cuerpos. Sin edición, sin retoques, el fotógrafo se centra en la musculatura de los jóvenes bailarines, en las heridas que presentan, desde moretones y raspones, a los vendajes especiales que ocupan para sanar lesiones internas.
Hasta ahora ha fotografiado a seis intérpretes, integrantes de distintas compañías como Barro Rojo y miembros del Ceprodac. Su proyecto, que continúa en proceso de creación, ya ha generado detractores que alegan que muestra la vulnerabilidad de artistas.
“El escándalo de Pequeña bailarina de 14 años fue que por primera vez alguien hizo una representación en las artes visuales de una bailarina tal cual es. Sus músculos, sus pies, sus piernas son estrictamente realistas. Hubo quienes dijeron que era monstruosa. Esta historia me encantó porque ese fenómeno sigue vigente, es decir, hoy los fotógrafos ven a los bailarines como modelos, los moretones los maquillan digitalmente, buscan que sus pieles se vean perfectas, a las mujeres les piden que se relajen para que no luzcan su musculatura. Hay una idealización del bailarín, nunca los bajamos del escenario”, cuenta en entrevista.
Flores Rubio se ha dedicado a captar a intérpretes fuera del escenario. En bambalinas mientras se preparan, en ensayos, cuando están distraídos. Nunca, asegura, les ha pedido que posen. El proyecto tampoco ha sido bien recibido por la comunidad. Pocos han decidido mostrarse “en crudo”.
“El bailarín Ignacio Pereda es una escultura viviente, pero si ves sus rodillas te das cuentas de que están hechas trizas. Con mi trabajo lo que pretendo es decir que no a pesar de eso es bello, sino que sus lesiones forman parte una belleza total. Los bailarines han hecho de su cuerpo un instrumento al servicio del arte, eso requiere de esfuerzos extraordinarios que la gran mayoría de las personas no podemos hacer”.
Flores Rubio cuenta que sus detractores lo acusan de hacer referencias a la violencia. “El cuerpo desnudo o semidesnudo como el de mis fotografías, con huellas de dolor, obliga a una asociación con la violencia. Eso se debe a nuestra educación judeo cristiana y por lo poco que sabemos sobre los bailarines: que son bellos, que son estatuas griegas cuando no están en el escenario y que pueden volar”.
El proyecto también incluye entrevistas a los intérpretes sobre la concepción del cuerpo humano, de sus propios cuerpos dedicados a la danza. Pereda, por ejemplo, le reveló que no sólo es admirado, también le han dicho que es muy delgado: “Me preguntan si estoy enfermo, si estoy comiendo bien. Me he quedado fuera de algunas audiciones por mi tono muscular. También me he sentido excluido en algunos momentos y en algunos grupos, pero entiendo que mi cuerpo es el reflejo de un tipo de disciplina”.
Para Marisol Cal y Mayor, bailarina de danza contemporánea, con residencia artística en Portugal los moretones y los pies sangrantes siempre son muy impresionantes para los demás. “Alguna vez estaba dando clase a unas niñas de 7 u 8 años y se me abrió una herida del pie y estaba dejando una estela de sangre. Una niña paró la coreografía y me dijo: ‘No vamos a bailar si no vas primero a lavarte la sangre’; y todas las 12 niñitas corrieron a ver mi pie y me querían cargar o ayudar a caminar al baño. Yo les dije que estaba bien, que era normal. Pero las peores heridas de batalla son las internas, unas ni siquiera se ven…. La que más impresiona en mi cuerpo es una vértebra que tengo desviada a causa de un maestro”.
Flores Rubio dice que no todos los bailarines muestran heridas visibles. “El gran bailarín Beto Pérez formará parte de este proyecto y me dijo que la gran mayoría de sus lesiones no son visibles; lo que hago es justamente darle visibilidad, aun cuando no estén en sus pieles. Una de ellas es bailarina de danza clásica y se fisuró una vértebra, a pesar de eso durante seis meses entrenó y dio funciones. No sólo quiero fotografiarla, también quiero contar su historia, decir que no todo es movimiento, también hay un dominio del dolor”.
Otro propósito es mostrar las capacidades del cuerpo, desde las distintas formas de dar un abrazo, hasta imágenes visuales que muestren la “danza” del cuerpo con su contexto. Por eso ha fotografiado a parejas sentimentales, a bailarines en estudio fotográfico, en sus espacios íntimos o en la cornisa de un edificio y de fondo el Palacio de Bellas Artes. A ninguno les ha pedido posar, ellos han propuesto el movimiento, danzan frente a la cámara de Rubio.
Un día una bailarina se negó a participar porque consideró que quería mostrarla “toda madreada”. Para Flores Rubio no hay una victimización de los ejecutantes, hay empoderamiento. “Ninguno pide disculpas por sus heridas, sus músculos, su delgadez, ninguno piensa que es un sacrificio o que sus cuerpos los elevan a otro estatus o que merecen más o menos por dedicarse a la danza, por dedicarle tantos años y tiempo de entrenamiento”, asegura.
De Proyecto Degas se han mostrado avances en http://www.anormalmag.com/tag/proyecto-degas/, pero la mayoría de las imágenes son inéditas; la intención es que formen parte de una exposición.