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Desde la Biblia de Lutero a Tintín, pasando por Aristóteles y la piedra Rosetta, la traducción modela la cultura mediterránea desde hace siglos a pesar de que no todo es traducible, una paradoja que protagoniza desde hoy una exposición en Marsella.
La civilización europea se ha construido a través de las traducciones del griego, el latín y el árabe, razón primera de la comisaria de la exposición, Barbara Cassin, para organizar la muestra Après Babel, traduire (Después de Babel, traducir), inaugurada en el Museo de las Civilizaciones de Europa y el Mediterráneo (MUCEM) de Marsella (sur).
"La diversidad de idiomas parece a menudo un obstáculo para la creación de una sociedad unida y una política común, pero esta exposición invierte esa idea y muestra cómo la traducción es un excelente modelo para la ciudadanía de hoy en día", afirmó Cassin.
"Si hubiera un único idioma en todo el mundo, sería mucho más práctico, pero el mundo sería mucho menos rico" aseguró la filóloga sobre la exposición, abierta hasta el próximo 20 de marzo.
A través de una breve pero densa colección de objetos e instalaciones interactivas, de arte, mapas, libros y pinturas, esta directora de investigación del Centro Nacional de Investigaciones Científicas francés (CNRS) desdobla en tres etapas la esencia del oficio de traductor, "invisible y olvidado de la cultura".
"¿La pluralidad de lenguas es una maldición o una suerte?", es la pregunta que invade el primer tramo mediante distintas visiones de la torre de Babel y muestras de intentos de una lengua universal, como el esperanto o los dibujos enviados en la sonda Pioneer de la NASA, por si alguna vida extraterrestre los encuentra.
En pocos pasos, el visitante ve cómo la palabra "bárbaro" derivó en la Antigua Grecia de la onomatopeya "bla bla bla", y comprende que la importancia acordada a la traducción depende de la manera en la que uno considera al otro, al extranjero.
Una vez aceptada la pluralidad de idiomas y con la necesidad de difundir el saber, la muestra dibuja, en su segunda etapa, la ruta que han seguido obras como los cómics de Tintín o la Biblia, cuyas traducciones de Lutero y del rey Jaime "sentaron las bases del alemán y del inglés", respectivamente.
Sin embargo, no solo los conocimientos traducidos perfilaron el Viejo Continente, sino también los errores cometidos en su traducción y así Cassin cuestiona, por ejemplo, si el árbol del pecado estaba realmente cargado de manzanas: "en latín, 'malum' con una 'a' corta significa 'mal', y con una 'a' larga, 'manzano'".
Errores aparte, lo cierto es que no hay una única traducción para un mismo texto y el recorrido ejemplifica esto con las muy distintas traducciones de los relatos de Edgar Allan Poe hechas al francés por Baudelaire, Mallarmé, Verlaine, Rimbaud, Valéry o Artaud.
Hay incluso cosas que no se pueden traducir. La muestra termina con versiones francesas de expresiones como "from lost to the river" -escrita en inglés pero que solo se entiende al hacer la traducción al español coloquial, "de perdidos al río"- y una recopilación de palabras para describir el añoro como "saudade" en portugués, "enguayabado" en español de Venezuela o "Fernweh" en alemán.
Con todo, la exposición da cuenta de una idea recurrente en el discurso de Cassin: "La traducción no es del todo lo mismo, ni del todo otra cosa".
Lo que cuenta, en el fondo, es lo que hay entre dos idiomas, porque la acción de traducir es "una manera privilegiada de inventar 'entre' las lenguas".
nrv