Entre 1990 y 2011, unos 26 mil niños víctimas del accidente nuclear de 1986 en la central ucraniana de Chernóbil llegaron a Cuba para recibir atención médica, un hecho que se recuerda ahora en la exposición "Documentos extraviados: niños de Chernóbil", inaugurada hoy en Lima.

La apertura de la muestra, a cargo de la documentalista visual peruana Sonia Cunliffe, coincide con el trigésimo aniversario de la peor catástrofe nuclear de la historia y presenta 128 fotografías, vídeos e información de periódicos de la época.

Cunliffe se unió a la periodista cubana Maribel Acosta para investigar sobre la llegada de los niños de Chernóbil a la isla y esta última indagó en las hemerotecas de los diarios Granma y Juventud Rebelde para ver los testimonios del momento.

Para Acosta, esta ayuda de Cuba a los afectados "prueba la solidaridad con las víctimas en un momento económicamente difícil para el país, ya que en ese momento vivíamos bajo el Periodo Especial", recordó.

Cunliffe explicó en una entrevista que la idea de mostrar este proceso surge después de un viaje a Cuba porque le parece una "historia insólita" conocer que "hay niños de Chernóbil curándose en Tarará (24 kilómetros al este de La Habana)".

En la exposición, que tiene lugar en la Iglesia Santo Tomás de Aquino del centro de Lima, las fotografías dialogan con dos elementos: la música para cuerda compuesta especialmente para la ocasión y las voces de niños que se entremezclan en el ambiente y forman parte del archivo sonoro al que accedió la artista.

El compositor de la música, J. Fernández Acosta, se basó en el libro "Voces de Chernóbil" (1997) de la escritora y premio Nobel de literatura, la bielorrusa Svetlana Alexiévich, y que relata las vivencias y el trauma tras este desastre.

La llegada escalonada de miles de niños a Cuba, desde 1990 hasta 2011, queda registrada en las imágenes desplegadas alrededor de la iglesia.

Alexander Lupashko es uno de esos niños, y su imagen, de diciembre de 1990, llama la atención porque aparece en una cabina de aislamiento y se comunica a distancia con su familia.

En el llamado Programa de Atención de Chernóbil, miles de niños recibieron tratamiento en un centro hospitalario construido expresamente para esto en el balneario habanero de Tarará.

Los documentos gráficos muestran a los menores en la playa o jugando y también en rutinas médicas, como la de Vita, una niña "que ni crecía ni se desarrollaba" y que en un periodo de cuatro años "no creció ni un centímetro", según la información que acompaña su fotografía, de septiembre de 1998.

Los tratamientos duraban meses o años y se aplicaron para enfermedades de la vista, ortopédicas o vacunas específicas.

En su temporada en Cuba, los niños fueron escolarizados como muestra la imagen de una clase con profesores y alumnos en abril de 1991.

La muestra, abierta hasta el 12 de junio, también recoge los testimonios de los médicos y traductores que trabajaron con el programa que concluyó en 2011 y Cunliffe espera que viaje a otros países, ya que Perú es el primer país donde la presenta.

sc

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