Los mosquitos sí tiene corazón, lo certifican un promedio de 80 contracciones por segundo y el ancho de su pequeña masa purpurea calculada en 50 micras. Para los científicos, conocer el detallado funcionamiento de insectos como el Aedes aegypti se ha vuelto una tarea fundamental para luchar contra las enfermedades vectoriales que transmiten y que parecen extenderse más fácilmente en el mundo.
Hace treinta años el dominio de este mosquito se restringía a las costas de las zonas tropicales, pero poco a poco Aedes fue ganando terreno. Para ejemplificar este impacto, el Doctor Mario Soberón, del Instituto de Biotecnología de la UNAM, señala que el dengue era una enfermedad casi exclusiva de las zonas tropicales porque el mosquito sólo vivía allí, pero debido a factores como el cambio climático y la capacidad de adaptación del insecto se propagó a otras áreas. “Hoy el mosquito ya está en casi todo el país. En la actualidad no se ha detectado su presencia en la Ciudad de México, pero creo que sólo es cuestión de tiempo”.
Además del cambio climático, otros factores como el crecimiento poblacional y las migraciones han ayudado a diseminar los virus que se valen del mosquito para ser transmitidos. En el país existen importantes grupos de científicos que estudian desde diferentes perspectivas al Aedes aegypti para encontrar alternativas para frenar su impacto. El grupo del Doctor Soberón se encarga de estudiar las toxinas insecticidas del Bacillus thuringiensis, una bacteria con efectos específicos para vectores como el Aedes aegypti.
“Lo que hacemos en el laboratorio es investigación básica de cómo este tipo de toxinas pueden matar al mosquito, sin afectar otras especies. Se estudia su mecanismo de acción en el intestino del insecto, específicamente para el estado larvario”, señala el investigador y agrega que ya tienen un producto certificado por COFEPRIS y actualmente están en la fase de producción y comercialización. Este tipo de productos biológicos podrían ser alternativas para combatir especies que también tienden a crear resistencia a los clásicos insecticidas químicos.
Por otra parte, Soberón subraya las investigaciones sobre el vector por parte de especialistas en el tema como el doctor Humberto Lanz, del Centro de Investigaciones sobre Enfermedades infecciosas del Instituto Nacional de Salud Pública (CISEI) de Instituto Nacional de Salud Pública (INSP) y a quien hemos tenido oportunidad de entrevistar para estas páginas en varias ocasiones. Además de los estudios sobre la “memoria inmunológica” del mosquito para conocer los secretos de su fortaleza, una de las últimas aventuras científicas reportadas por Lanz ha sido un proyecto con colaboración internacional para modificación genética de mosquitos como el Aedes aegypti , para el estudio del dengue; y del Anopheles albimanus, para la malaria.
En el caso del Aedes aegypti, el científico seleccionó moléculas tóxicas de un péptido del veneno del alacrán para inyectarlas en los huevecillos de los insectos y poder crear un tipo de mosquitos que no desarrollen el virus del dengue y sobrevivan en un ambiente natural sin alterarlo.
Tres en uno
Por su parte, la doctora Blanca Haydé Ruiz del Instituto de Investigaciones Biomédicas de la UNAM, señala que es muy importante estudiar a fondo al vector del dengue, chikungunya y zika, porque son los responsables de diseminar este tipo de enfermedades, ya que estos virus no pueden ser transmitidos de persona a persona. “El virus se introduce y amplifica en el vector. Una vez infectados, los mosquitos lo transmiten toda su vida, por eso es tan importante su estudio”.
“Lo que nosotros estamos haciendo es identificar a los receptores involucrados no sólo en la transmisión del virus, sino en su capacidad vectorial”, señala la especialista y subraya que esto se refiere a la forma en que el vector puede infectarse. “Concretamente estamos estudiando el glicocálix de los tejidos de mosquitos y evaluando si es similar a la misma estructura compleja de las células que infecta en el huésped humano”.
Este año el equipo de la doctora Ruiz describió azúcares complejos en las estructuras celulares del Aedes aegypti, como el ácido sialico. “Se pensaban que estos insectos no tenían la maquinaria enzimática para sintetizar azúcares complejos que sólo tienen las células de los mamíferos, pero nosotros fuimos capaces de demostrarlo a nivel genético. Esto estaba descrito sólo en otros insectos como Drosophila”. Este tipo de hallazgos también ayuda a los científicos a crear tipos específicos de mosquitos que no permiten la infección del virus y al sustituir las poblaciones vectoriales, hay menos transmisión de enfermedades.
La experta del instituto de Investigaciones biomédicas de la UNAM pone el ejemplo de Recife, una ciudad situada en la costa del Océano Atlántico del noreste de Brasil, donde ya existen este tipo de mosquitos, creados por la compañía Oxitec. Los mosquitos se dispersan continuamente para tratar de disminuir el impacto del vector.
La especialista comenta que en la década de los sesenta, la OPS (Organización Panamericana de la Salud) erradicó al Aedes aegypti en la llamada región de las Américas. Se conjuntaron esfuerzos económicos y epidemiológicos por parte de los diferentes países que integran la organización, presentándose un periodo de diez años “silencioso” para dengue y fiebre amarilla, pero después se reintrodujo el vector por el Caribe.
“Actualmente los mosquitos han ganado terreno. En el caso del dengue este año muestra menos notificación de casos severos, pero epidemiológicamente se han mantenido. Es muy difícil decir que vamos a contener la enfermedad, que vamos a erradicar al mosco, porque ya no existen estos esfuerzos que hubo en otros tiempos y porque además los mosquitos se han vuelto resistentes y se ha favorecido también su circulación por las ciudades. Es así que no tenemos un panorama muy halagador, pero sí podemos hacer prevención para la salud. Hasta la fecha no se cuenta con una vacuna, así que en este sentido la interrupción de la transmisión es muy importante”.
En el caso del chikungunya, la doctora explica que después de que el virus salió de África y llegó a América presentó un linaje que tuvo una mutación en su proteína de envoltura, la que está involucrada con la respuesta del huésped, por lo que se hizo más eficaz en el vector. “Esto le dio mayor capacidad de adaptación, principalmente a especies como al Aedes albopictus, no tanto en el Aedes aegypti”. Actualmente las cifras de casos de dengue y chikungunya en nuestro país no son tan diferentes, los casos para ambas fluctúan en los 10 mil casos. “El chikungunya se ha incrementado en 900%. La subnotificación es muy importante, pues siguen existiendo brotes”.
“Finalmente es algo complejo poder saber cómo se van a modificar las enfermedades vectoriales. No sabemos, por ejemplo, cómo va a venir el zika porque son virus que se van a adaptar al vector y a las poblaciones específicas”, señala y agrega que sin embargo este último virus ha tenido una respuesta menos agresiva en los humanos en relación al dengue y el chikugunya.
Las alertas internacionales ayudan a que los gobiernos involucrados puedan establecer estrategias locales. En el caso de nuestro país las autoridades de salud se basan en la plataforma epidemiológica que tienen para dengue y chikungunya para estar alerta por los casos de zika que según la especialista tarde o temprano se presentarán de manera autóctona, pues no hay barreras que puedan frenar el paso del vector y los lugares más vulnerables son aquellos donde se conjunta más de un factor epidemiológico.
“Las personas en las áreas endémicas saben distinguir muy bien este tipo de enfermedades. Ya se tienen los equipos para identificar zika, chikungunya y dengue, pero también se requiere la experiencia de los médicos para el diagnóstico diferencial. Con la alerta actual acuden más a los servicios de salud y esto ayuda a la identificación más temprana. Esperemos que los casos autóctonos del zika se tarden en llegar, pero los vamos a tener irremediablemente. Tenemos que estar prevenidos para el diagnóstico temprano y el tratamiento oportuno”.