Hoy en día, gracias a registros obtenidos en los estados de Nuevo México, Colorado, Wyoming y Texas, en Estados Unidos, está plenamente establecido que los équidos tuvieron su origen en Norteamérica hace unos 55 millones de años. En México, en la región localizada al sur de Punta Prieta, en Baja California, se describió el registro de la especie Hyracotherium seekinsi como un miembro de la familia Equidae. La mayoría de los registros más antiguos de este mamífero perisodáctilo se han encontrado ahí, así como en Nuevo México, Colorado y Wyoming.
“En Baja California se describió un ejemplar fósil del género Hyracotherium, uno de los más antiguos que se conocen de la familia de los équidos: tiene 55 millones de años (es decir, corresponde al Eoceno). Se trata del ancestro a partir del cual evolucionaron diferentes grupos. Sin embargo, el registro fósil más completo de los équidos de los últimos seis millones de años, de la especie Dinohippus mexicanus, lo tenemos en el centro de México, en el estado de Guanajuato, y en el noroeste, en el estado de Chihuahua. Por esta razón me atrevería a afirmar que gran parte de la evolución de los caballos actuales se dio en esas dos regiones”, dice Óscar Carranza Castañeda, responsable del Laboratorio de Paleontología del Centro de Geociencias de la UNAM, campus Juriquilla, en Querétaro, y quien ha descubierto los registros de este género en diferente localidades de la región central de México y demostrado una sucesión de équidos en el Henfiliano temprano-tardío y el Blancano (6.9-2.5 millones de años).
En la región suroeste del país se han descubierto registros del género Merychippus, descrito en Oaxaca, y de los hipariónidos (con tres dedos), que fueron de los primeros équidos que emigraron a Europa.
Ancestro
Aunque descrita por primera vez en Yepómera, Chihuahua, la especie Dinohippus mexicanus es muy abundante en el centro del país, tanto que no hay localidad del Henfiliano (es decir, de hace 4.8 millones de años) en la que no se encuentren restos fósiles de ella.
Los estudios de sistemática filogenética realizados por Bruce MacFadden, de la Universidad de Florida, en Gainesville, y especialista en mamíferos terrestres, propone que Dinohippus mexicanus, especie que está ampliamente distribuida en las faunas del Henfiliano en los estados de Guanajuato, Hidalgo, Jalisco, Aguascalientes, Zacatecas, Nayarit y Chihuahua, es el ancestro de los caballos actuales.
Migración
Todos los animales tienden a buscar mejores condiciones ecológicas, de alimentación, temperatura, competencia, etcétera. Algunos pueden migrar grandes distancias, aunque otros no lo hacen porque sus condiciones son adecuadas en un determinado sitio.
En el caso de los équidos, en el Eoceno, el género Hyracotherium estaba presente en América del Norte y Europa, debido a un corredor que comunicaba ambos continentes. Esto permitió que hubiera un intercambio de fauna y que los animales americanos y europeos fueran muy similares.
Ahora bien, cuando ese corredor se cerró, el género Hyracotherium se desarrolló sólo en América del Norte y dio origen a varios caballos que evolucionaron gradualmente hasta que surgieron los miembros de la subfamilia Anchiteriinae. Uno de sus géneros, Anchiterium, fue el primero en migrar: cruzó el estrecho de Bering rumbo a Europa, donde habitó durante algunos millones de años hasta que desapareció.
“Éste todavía tenía tres dedos —es decir, era un hipariónido—, una característica de los caballos primitivos, aunque en realidad se apoyaba exclusivamente en uno, pues los dos restantes eran vestigiales, lo cual significa que ya habían perdido su función”, apunta el investigador universitario.
Los hipariónidos se desarrollaron muy bien en Europa; desde ahí migraron a Asia y luego a África, donde dieron origen a muchos de los caballos actuales y a las cebras.
“Sin embargo, la mayor migración de caballos ocurrió hace unos 12 mil años, durante las glaciaciones, al final del Pleistoceno. A través del estrecho de Bering llegaron a Asia y Europa. Desaparecieron en América del Norte.”
Dos hipótesis intentan explicar esta desaparición. Una dice que las glaciaciones modificaron la vegetación, lo cual trajo como consecuencia que los caballos ya no dispusieran de alimento para subsistir. La otra, menos probable y discutible, sugiere que el hombre primitivo llevó a cabo una caza excesiva de esos animales que a final de cuentas hizo que se extinguieran.
“Es difícil probar estas hipótesis, pero el hecho es que los caballos desaparecieron de América del Norte. Del hombre primitivo no tenemos ninguna representación de ellos aquí, en nuestro continente, como sí la hay en Europa, en las cuevas de Altamira, España”, indica Carranza Castañeda.
Gran variedad de especies
Hace cinco millones de años había en México una gran variedad de especies de caballos. Entre ellas destacan la ya mencionada Dinohippus mexicanus, el ancestro de los caballos actuales; Nannippus aztecus, un caballo muy pequeñito, de tres dedos, del que se han encontrado restos fósiles de hasta 4.8 millones de años de antigüedad; Neohipparion eurystyle, que aún tenía tres dedos pero sólo el central era funcional, y cuyo rango de distribución estratigráfica es más amplio: desde el Clarendoniano hasta el final del Henfiliano (9-4.8 millones de años); y Astrohippus stockii.
De acuerdo con el registro fósil de las faunas de América del Norte, durante el Blancano, Dinohippus mexicanus dio origen a Equus simplicidens, especie que se diversificó durante el Pleistoceno en las especies Equus conversidens, Equus scotti y Equus mexicanus, las cuales finalmente dieron origen a los grupos de caballos que conocemos hoy en día.
Por su lado, Bennett (1980) asegura que el género Dinohippus dio origen a dos grandes grupos. Uno de ellos se diversificó en África durante el Pleistoceno temprano y dio origen a las cebras, los Quaggas y los Grevyi; y en Eurasia, a los Onager, los Quiang y los Hemionus.
GABI
Hace al menos cinco millones de años, América del Norte y América del Sur eran dos islas gigantes entre las cuales el Pacífico y el Atlántico se comunicaban. En cada una de estas masas de tierra se desarrolló una fauna endémica.
“Tenemos un fragmento de caparazón de un gliptodonte, un animal relacionado con los armadillos actuales, de 3.9 millones de años de antigüedad. Lo importante de este fósil no es su edad, sino que se trata de una prueba de que hace 3.9 millones de años se estableció una comunicación eficiente que permitió el comienzo del Gran Intercambio Biótico Americano (GABI, por sus siglas en inglés), que unió a Norteamérica con Sudamérica. Este puente representó para los animales un paso seguro que les abastecía de agua y alimento durante su migración. De esta manera se inició el mayor intercambio de fauna terrestre entre el norte y el sur de América.”
En sus trabajos, los paleontólogos David Webb, Larry Marshall y otros investigadores estadounidenses afirmaron, con base en su información, que el puente de Centroamérica surgió hace tres millones de años. Sin embargo, en ese entonces las investigaciones en México eran inexistentes.
El modelo establecido para explicar el intercambio biótico entre el norte y el sur del continente se ajustaba muy bien a la información con que se contaban en ese momento. Los resultados de las investigaciones en San Miguel de Allende, Guanajuato, han contribuido a documentar con mayor precisión el inicio de ese evento.
Al comienzo del GABI, entre los primeros migrantes estaban los équidos, que se distribuyeron por muchas partes. Se han encontrado fósiles de caballos en Argentina y Uruguay, y en Bolivia se han descrito los géneros Hippidion y Onohippidium. Pero, al igual que sucedió con los del norte, los caballos de América del Sur también habrían desaparecido, aunque no hay evidencia de esto.
Más material fósil
“En 1974, cuando se inició este proyecto de investigación, la paleontología de vertebrados en México era casi inexistente. La mayor parte de lo que conocíamos había sido hecha por investigadores del Tecnológico de California, en especial en la región de Yepómera, Chihuahua. Los trabajos realizados por investigadores mexicanos tenían información incompleta. Los fósiles no estaban referidos a un nivel estratigráfico, lo cual impedía su correlación con faunas de México y de otros sitios de América del Norte. La fauna encontrada en Yepómera era importante porque fue la única que estaba bien estudiada”, comenta Carranza Castañeda.
La de Yepómera es la colección de fósiles más grande de México y está alojada en el Museo de Los Ángeles. El investigador universitario ha tenido la oportunidad de visitarla muchas veces desde el principio de sus investigaciones.
“Algunos mexicanos, yo el primero, hemos podido estudiar esa colección —la cual está formada por ejemplares encontrados en México— y después comparar los hallazgos del estado de Guanajuato con los de Yepómera.”
El conocimiento y la experiencia obtenidos ahí le permitió a Carranza Castañeda estudiar los fósiles del centro del país, comparar las faunas, determinar los niveles estratigráficos del área y correlacionarlos con los de otros sitios de México.
“Poco después empecé a trabajar con Harley Garbani, uno de los grandes prospectores de Estados Unidos. Durante dos décadas reunimos material fósil y desarrollamos un proyecto gigantesco, cuyos resultados hasta la fecha son unos 20 mil ejemplares, de los cuales la mayor parte fueron recogidos en el estado de Guanajuato. En esta labor han participado estudiantes y otros investigadores nacionales y de universidades de Estados Unidos. Todo el material fósil se encuentra en el Instituto de Geología y el Centro de Geociencias de la UNAM”, señala el investigador.
Con todo, lo más significativo es que en la región de San Miguel de Allende, Guanajuato —la más importante de México y una de las más importantes de Norteamérica— se ha colectado la mayor muestra de équidos fósiles, además de inmigrantes sudamericanos y ejemplares de América del Norte. Carranza Castañeda y sus colaboradores tienen ubicados, en la cuenca de esa localidad, unos 90 sitios en los que hay material fósil.