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Faltaban unos 40 minutos para que la conferencia que el Nobel de Química Roald Hoffmann (Zloczów, Polonia, hoy Ucrania; 1937,) ofrecería ayer en el Teatro Juárez comenzara y la fila de espera se extendía ya a un par de cuadras. En una de las aceras, un grupo de estudiantes con uniforme azul aguardaban la apertura de las puertas, mientras un joven de origen extranjero caminaba entre la gente tratando de conseguir un boleto para el evento.
Más tarde, estos estudiantes de secundaria y el joven esperaban desde sus asientos en la sala principal del recinto, mientras hojeaban el ejemplar de “Lo mismo y no lo mismo” (FCE) que se distribuyó de manera gratuita entre los asistentes.
Allí, frente a un público integrado en su mayoría por jóvenes y estudiantes, el químico, dramaturgo y poeta, habló sobre las conexiones entre la química y el arte, disciplinas que ha logrado combinar de manera perfecta a lo largo de su vida.
En su conferencia “La química del arte. El arte de la química”, el científico habló sobre la relación entre estos dos mundos. A través de imágenes de murales y pinturas antiguas, ilustró cómo los artistas de la antigüedad, en culturas como la egipcia, helénica o maya, utilizaron la química para lograr las mezclas y colores con los que elaboraron esas piezas que hoy son consideradas obras maestras de la antigüedad. En la actualidad, los artistas continúan trabajando con productos elaborados mediante procesos químicos, agregó.
Uno de los mejores ejemplos donde hay una sinestesia especial de la química en el arte es el proceso de revelado de una fotografía, ilustró. “Es una cosa maravillosa, hay arte y química”, expresó el científico, quien lamentó que los jóvenes de hoy ya no puedan vivir la experiencia de trabajar en un cuarto de revelado.
Y aunque para la mayoría de las personas desinteresadas en la ciencia los dibujos moleculares representen un dolor de cabeza, para Hoffmann éstas pueden convertirse en una verdadera pieza de arte. “Hay un contenido artístico en esos dibujos”, indicó.
“El contenido visual es muy esencial para una publicación que hable de química. Yo no puedo hablar sin dibujar y sin mostrar una molécula”, comentó, mientras mostraba en una pantalla diferentes ejemplos de diagramas moleculares.
El poeta señaló que si bien entre la ciencia y el arte hay muchas similitudes, también hay algunas diferencias. Por ejemplo, explicó, en la ciencia hay fórmulas universales, pero no las hay para hacer arte: “Cuando un poeta escribe un poema tiene que trabajar de manera particular”.
Por otro lado, mientras la ciencia se define como un camino para encontrar la solución a un problema, un poema no siempre va a resolver los problemas amorosos, ilustró.
Nacido en una familia de judíos polacos que fueron perseguidos por los nazis, tema que ha abordado en su poesía y obras de teatro, Hoffmann se considera hoy afortunado por hacer química y arte, aunque la decisión de dedicarse a estos dos mundos le provocó algunas crisis existenciales cuando era estudiante universitario. “Tuve el valor de decirles a mis padres que no quería ser médico, como ellos querían, pero no lo tuve para decirles que quería ser historiador del arte. Por eso, como un compromiso intermedio entre estos dos mundos, me convertí en químico”, relató el domingo en una conferencia de prensa.
El Nobel de Química, que llegó a Estados Unidos en 1949 huyendo de la persecución nazi de la Segunda Guerra Mundial, contó que su atracción por las humanidades, especialmente por la poesía, nació cuando en la Universidad de Columbia tomó un curso sobre renacimiento italiano para ser historiador del arte.
Hoy tiene 78 años, se retiró del trabajo científico hace siete años, pero su interés por la ciencia continúa. Actualmente está trabajando en una investigación sobre el comportamiento de las moléculas y los metales bajo alta presión, en condiciones extremas de temperatura y presión, similares a las que hay en el centro de la Tierra. Una buena parte de su tiempo también la dedica a la poesía, al teatro, a la promoción de sus obras y a la difusión de la ciencia.
rqm