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yanet.aguilar@eluniversal.com.mx
Después de 57 años de labor docente, el pasado viernes 8 de mayo fue la última clase del profesor Huberto Batis Martínez en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Leopoldo Lezama, ensayista y alumno de Batis, como lo han sido miles de estudiantes mexicanos y extranjeros, realizó a través de su red social Facebook una crónica visual y escrita de la última cátedra universitaria del mítico editor del suplemento sábado de Unomásuno.
Contada en 44 partes, con una rica selección de las frases, anécdotas, comentarios e historias con malas palabras y el humor ácido de Batis, la crónica recibió comentarios de algunos de los que fueron sus alumnos, también de admiradores y amigos, como Alberto Constante, Magali Tercero, Alejandro Zenker, María del Carmen Farias, Rocío Barrionuevo.
Desde su entrada por última vez a la que fue su casa por 57 años, hasta la despedida de pie en el salón 104 de Filosofía, entre las 9 y las 12 de la mañana, Huberto Batis fue chispeante: “Este cabrón no deja de seguirme. Yo creo que lo manda el CISEN”, suelta ante el alumno que le acerca un micrófono a su escritorio. Y ante otro que se atreve a decirle que ya terminó la clase, le responde: “Pues lárgate. Yo llevo aquí 57 años y te esperé hasta que llegaras”.
Batis habla de su amistad con Alfonso Reyes, Juan García Ponce y Elena Garro; del odio que le tuvo siempre Octavio Paz. De Jorge Ibargüengoitia, quien le dijo: “Mejor regrésate a Guadalajara, aquí no la vas a hacer”. Batis apunta: “¿Tú crees? El güey. Y mírame”, dice el escritor, crítico, editor y profesor que llegó a la ciudad de México en los años 50.
“Ya pasaron muchos años . Yo todavía me acuerdo que en esos tiempos los viejitos eran Alfonso Reyes y Daniel Cosío Villegas. Y ahora soy yo”, apunta Batis cuando rememora su llegada a la ciudad de México y relata sus años como maestro.
“En 57 años he visto muchas cosas en esta facultad. Una vez un alumno mío se salió al pasillito que está aquí afuera de la ventana y se puso a dar vueltas como loco. Yo creo que estaba drogado. Entonces vi que se iba a aventar y que me aviento yo, y que lo agarro del cinturón, ¡y lo salvé! Pero pinche vida. A la otra semana pregunté por él y me dijeron que ya lo había logrado. Ya se había matado el cabrón”.
Les habla de presidentes como Miguel de la Madrid, a quien llamaba 'Mickey Mouse'; les vuelve a hablar de los escritores, de quienes dice: “Los escritores siempre han sido unas pirañas terribles”; y en otro momento agrega: “bueno, creo que yo he dicho muchas cosas de los escritores y los intelectuales de este país. Muchos se han sentido ofendidos. Pero el único que se me puso al brinco fue Rubén Bonifaz, quien me dijo una vez: ‘ora sí, cabrón, métete con uno de tu tamaño’. Y yo le dije: pues tú sabrás, nada más te adelanto que a mí me llaman Huberto ‘Manos de Piedra Batis’”.
En algún momento, Batis saca una invitación que le ha enviado el rector de la UNAM, José Narro Robles. Sin más, dice: “Miren, el rector Narro me va a hacer un homenaje. Va a estar la filarmónica de la UNAM y van a poner a unos escuincles a cantarme. Luego hay una comida en un antro que está por allá por el CCH Sur, donde van a dar tacos sudados y pulque. Es una maravilla lo que hace el rector cuando cumples casi 60 años de dar clase”.
Su silla de ruedas y su bastón lo esperan al lado de su escritorio, sobre su mesa, el último café comprado en la escuela por la que pasaron centenares de alumnos. También sobre el escritorio, su portafolios de cuero negro, de donde saca papeles, periódicos, historias.
A lo largo de poco más de tres horas, Batis hechizó con su voz por última vez a sus alumnos; es un mago de la palabra y del sarcasmo. Muchos llegaron a despedirlo, incluso algunas aves. “Son jilgueros. Miren qué bonito cantan. Vinieron a despedirme”.
Leopoldo Lezama le puso punto final a su crónica, Huberto Batis le puso punto final a su oficio de profesor de la UNAM. “Huberto Batis Martínez voltea a la ventana, quiere levantarse o quizás no. ‘Mañana todo será igual’, me había dicho durante el café. ‘Aquí nadie tiene memoria’. Pero quienes han aprendido a retener lo que los ha formado, recordarán a Huberto Batis... los que nos quedamos al final lo despedimos de pie. Bye Bye, Maestro”, concluye Lezama. Y también concluye una vida dedicada a la Universidad. ”No saben que se va un grande”.