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Las heridas se curan, puesto que las células del cuerpo cierran un corte. Cuando una neurona muere, el cerebro puede "recablearse" a sí mismo para compensar la pérdida. Y ahora, según sugiere una nueva investigación, algo similar parece ocurrir dentro de una red social humana después de la muerte de un amigo.
Publicado en Nature Human Behavior, un estudio de 15 mil redes anonimizadas de Facebook sugiere que las estructuras sociales humanas son resistentes a la muerte. Cuando un amigo muere, nos acercamos a los amigos de esa persona, con la red reparándose de maneras que mantienen nuestra conexión total igual.
El estudio, el primer análisis a gran escala de recuperación y resiliencia después de una muerte en un grupo de amigos, fue dirigido por William Hobbs, líder de la investigación como estudiante de doctorado en Ciencias Políticas en la División de Ciencias Sociales de la Universidad de California en San Diego, en Estados Unidos; aunque ahora es investigador postdoctoral en el Network Science Institute de la Northeastern University. La coautora es Moira Burke, de Facebook.
Antes de emprender el trabajo, los investigadores se preguntaron: ¿qué sucede con una red social después de que muera un individuo central? ¿Las personas se van y la red se disuelve? ¿O la red se cura para llenar el agujero dejado por la pérdida? "Fue una sorpresa ver cuánta gente se unió después de la muerte de un amigo mutuo y cuánto tiempo persistió", cuenta Hobbs.
"Los amigos y conocidos de los fallecidos aumentaron las interacciones entre ellos no sólo inmediatamente después de la muerte, en el agudo periodo de duelo, sino también años después", añade este experto. Investigaciones anteriores sobre la respuesta de la red a emergencias y desastres naturales sugieren que las personas pueden formar rápidamente vínculos temporales que también se disipan rápidamente.
Para evaluar la resiliencia de las redes sociales tras una muerte, los investigadores usaron datos de Facebook identificados, así como registros públicos vitales del estado de California y analizaron el tráfico de interacciones en más de 15 mil redes que habían sufrido una muerte. Hubo un total de más de 770 mil personas en esta muestra. Compararon estas redes afligidas a 30 mil redes similares que no habían experimentado una pérdida, representando a más de 2 millones de personas adicionales.
Los investigadores centraron su análisis en los recuentos añadidos de comentarios de Facebook, mensajes y etiquetas de fotos de amigos cercanos y conocidos de los difuntos. Compararon los recuentos de estas interacciones, durante cuatro años, antes y después de la muerte.
LAS INTERACCIONES ENTRE LA RED DE AMIGOS AUMENTAN TRAS LA PÉRDIDA
Lo que encontraron es que las interacciones entre las personas que habían perdido un amigo mutuo aumentaron bruscamente inmediatamente después de la muerte, se desvanecieron algo en los meses subsiguientes y luego se establecieron a niveles de interacciones que eran similares a los niveles totales de interacción antes del fallecimiento. En otras palabras, a nivel de la red, según Hobbs, las personas compensaron las interacciones perdidas con los fallecidos al aumentar las interacciones entre ellos.
"No podemos hablar de la experiencia subjetiva de pérdida y recuperación, pero al nivel de una red, parece que la cantidad de interacción aumentada es igual a la cantidad de interacción perdida con la persona que murió, y hay una recuperación completa de conectividad", explica Hobbs.
Los amigos no incrementaron sus interacciones sociales online en general, con personas que eran desconocidas para los difuntos, por ejemplo, y la respuesta de la red a la muerte fue diferente a la respuesta a una cuenta desactivada.
Ambos son indicadores de que lo que el análisis revela no es sólo una muestra de personas que regresan a algún nivel óptimo de interacción social online, considera Hobbs, sino que está sucediendo algo en una red como resultado de la defunción de una persona que estimula la curación de la red.
El efecto de la recuperación fue más pronunciado entre los adultos jóvenes, los de 18-24 años. En este grupo, las interacciones no se estabilizaron simplemente a niveles previos, sino en niveles más altos que antes de la muerte, destaca Hobbs. Todos los demás grupos de edad volvieron a niveles anteriores, compensando las interacciones perdidas con el fallecido. Sin embargo, los autores piden una investigación adicional sobre la respuesta diferenciada por edad, la cual podría ser útil en el diseño de intervenciones específicas por edad para ayudar a los que están afligidos.
Una excepción importante fue el suicidio, con las redes de amigos que experimentaron un suicidio que no se recuperaron en la misma medida. "Entender mejor las adaptaciones de las redes sociales podría ayudarnos a identificar por qué las redes sociales tienen éxito o fracasan en la recuperación y cómo se pueden prevenir la quiebra de las redes sociales. Creemos que nuestros hallazgos son un primer paso importante en esta dirección", apunta Hobbs.
jpe