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Está considerado que la obesidad constituye un problema de salud en todo el mundo y en los últimos años su incidencia ha aumentado. En México está estimado que 2 de cada 3 mexicanos padece esta problemática.
Algunas asociaciones hechas a causa de la obesidad se basan en la disminución de la calidad de vida de la persona debido al incremento de enfermedades cardiovasculares, eventos vasculares cerebrales, hipertensión arterial, dislipidemia, diabetes mellitus tipo 2, enfermedades vesiculares entre otras.
En este sentido la cultura del ejercicio ha desempeñado un papel importante en el desarrollo de un sinfín de mitos y creencias que se derivan de la pérdida de peso ya sea por salud o estética y algunos de ellos giran entorno al desarrollo muscular.
Más de una vez se ha escuchado que la grasa posee la cualidad de convertirse en músculo y viceversa, pues esta creencia es completamente falsa ya que el tejido muscular y el tejido graso son completamente diferentes y no tienen capacidad de trasmutación.
Los músculos del cuerpo están formados en un 75% por proteínas que se obtienen a partir de la alimentación y las grasas suelen formar parte del total del peso corporal entre un 15 y 30% dependiendo de la constitución física y el sexo del individuo.
Por lo tanto, la única relación que hay entre estos dos tejidos es que las grasas son una fuente importante de energía del cuerpo y a través del tejido graso, los músculos obtienen la energía suficiente para realizar el ejercicio. Es por esta razón que la gente hace dicha asociación de estos tejidos y su transformación.
Una vez que se lleva un régimen de ejercicio se utilizan reservas de grasa, estas se queman y disminuyen mientras que el músculo se desarrolla a través de una correcta alimentación y los ejercicios físicos enfocados a su fortalecimiento.
De lo contrario, el sedentarismo provoca un crecimiento de las reservas de grasa y como efecto colateral se tapan los músculos dando la impresión de que el músculo ha sido convertido en grasa.
jpe