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Fue el actor Charlie Hunnam quien reflotó el concepto durante las últimas semanas, cuando reveló la verdadera razón que tuvo para rechazar interpretar a Christian Grey, protagonista de la trilogía 50 sombras, en la pantalla grande.
Según explicó el actor, la misofobia -o miedo a los gérmenes- que padece le impidió trabajar en el proyecto que implicaba muchas escenas de contacto directo con su coprotagonista.
Pero ¿de qué se trata este particular trastorno? Según los especialistas, la misofobia suele estar relacionada con traumas emocionales provenientes de la infancia o con factores genéticos.
"Es un miedo, exacerbado hacia los gérmenes. Si bien la culpa se tiende atribuir a hechos de la infancia, lo cierto es que se le puede desencadenar a cualquier persona", describe Salomón Magendzo, psicólogo de Clínica Las Condes.
Sin embargo, no es fácil de diagnosticar, ya que la línea entre ser una persona muy limpia y padecer misofobia, es muy delgada.
No obstante cuando la higiene se transforma en una obsesión, al punto de que la persona está constantemente limpiándose para estar "desinfectado", es hora de preocuparse.
Catalogado como un trastorno obsesivo-compulsivo, no son pocas las personas que padecen este miedo -injustificado- a los gérmenes, la suciedad y la contaminación.
En el siglo pasado, uno de los primeros famosos en dar indicios de presentarlo fue el líder fascista italiano, Benito Mussolini, quien llegó a prohibir el estrechar las manos para saludarse.
A Cameron Díaz y Woody Allen tampoco les gusta tener demasiado contacto físico con otras personas, y hasta el propio Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, afirmó en una entrevista que ofreció en 1999, que la costumbre de estrechar las manos le parecía una "barbaridad".
"No soy un gran fanático de estrechar las manos. Pienso que es una barbaridad. Todo el tiempo aparecen reportes médicos que dicen que al estrechar las manos se contagian resfríos y todo tipo de cosas", sostuvo en esa oportunidad.
Pero la misofobia es tratable y se ataca desde dos frentes. Primero desde el biológico, con medicamentos, y también con terapias cognitivas conductuales, donde un orientador ayuda a sus pacientes a cambiar su percepción de los gérmenes y finalmente su comportamiento. Con esto se logra que los pacientes comprendan que los gérmenes no son necesariamente malos, e incluso ayudan a tener una vida sana y equilibrada.
jpe