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La potencia con la que los rayos UV llegan hasta la superficie de la Tierra depende de varios factores. Hora del día, temporada, distancia desde el Ecuador, altitud y reflejo en las superficies, son algunas de las variantes que condicionan el impacto de los tres principales tipos de rayos UV, radiaciones electromagnéticas con longitudes de onda entre 100 y 400 nm. Los efectos del Sol son necesarios para la vida, pero la exposición prolongada puede causar graves daños a la salud, no sólo en la piel y en el sistema inmune, sino también en la salud oftálmica.
Durante esta temporada, desde antes de las once de la mañana y hasta alrededor de las tres de la tarde, la Dirección de Monitoreo Atmosférico de la Ciudad de México marca un índice UV Extemadamente Alto, lo que significa que se deben agudizar todas las medidas para contrarrestar sus efectos. De hecho, se calcula que durante estas cuatro horas del día, el cuerpo recibe más del 60% de la radiación UV diaria. La geografía de la Ciudad de México no sólo favorece el resguardo de contaminantes, también ayuda a recibir con mayor potencia estos rayos, pues a mayor altitud, la atmósfera es más delgada y absorbe una menor proporción de radiación.
Según datos de la guía del Índice UV Solar Mundial, publicada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), por cada mil metros de incremento de la altitud, la intensidad de la radiación UV aumenta en un 10 a 12%. Así se calcula que en la Ciudad de México recibimos de 20 a 35% más radiación que en las costas debido a su altitud. A pesar de esto, las gorras y los lentes de sol suelen ser un accesorio relegado a las playas, cuando en realidad existen urbes, como la nuestra, en donde se vuelve indispensable su uso para la protección adecuada de los ojos.
El doctor Félix Gil Carrasco, miembro de la Asociación para Evitar la Ceguera en México, I.A.P. (APEC), señala que una de las principales afecciones que desencadena en los ojos la exposición prolongada al Sol es la inflamación en la conjuntiva, la membrana mucosa que cubre la cara posterior de los párpados y la parte blanca del globo ocular. Este proceso inflamatorio induce a la conjuntivitis crónica, una molesta afección que requiere tratamiento especializado.
Paisaje imperfecto: Sol y cataratas
Según datos de la OMS, uno de los grandes problemas crónicos relacionados con el Sol en el mundo, son las cataratas. Hasta un 20% de los casos de ceguera ocasionada por este padecimienti, puede haber sido causada o haberse agravado por recibir los efectos del Sol sin la protección adecuada. Por mucho tiempo se había sospechado que los rayos UV tenían un rol en la formación de la catarata, pero el mecanismo no estaba claro. Recientes estudios del NEI (National Eye Institute) en Estados Unidos confirman esta relación entre cataratas y la exposición prolongada al Sol, pues los UVA penetran en el cuerpo con más profundidad y hay más posibilidad de que lleguen al cristalino.
La investigación explica que las células del cristalino están formadas en su mayoría por agua y proteínas. Esta composición le brinda su transparencia y capacidad de transmitir luz y enfocarla en la retina, la parte trasera del ojo. Ante el daño oxidativo de los UVA, las proteínas dentro del cristalino se agrupan dispersando la luz en vez de transmitirla, lo que favorece la formación de cataratas. “Si la exposición a los rayos ultravioleta ha sido muy intensa y frecuente, se estimula la presencia de cataratas y en este caso, más allá de una molestia, la gente puede encontrarse limitada en su función visual”, apunta.
El oftalmólogo explica que cuando la radiación solar es muy fuerte y cotidiana, también pueden existir afectaciones de tipo macular. La mácula ocupa un área pequeña en la retina y está formada por un tejido sensible a la luz que recubre la parte posterior del ojo. Esta parte de la retina es responsable de la visión central, la cual permite ver detalles finos claramente.
Este tipo de lesiones son menos comunes en nuestro país, pues sobre todo están ligadas a lugares donde el reflejo solar es muy intenso, por ejemplo: zonas de nieve. Según datos de la OMS, la nieve pueden reflejar hasta 80% los rayos UV, ocasionando fácilmente quemaduras solares en los ojos; aunque también pueden ser factibles en zonas ponde impera el paisaje con arena blanca, ya que este material refleja 20% la radiación.
La capa de ozono evita que los efectos de la radiación se magnifiquen, pues el ozono estratosférico absorbe la radiación. Esta capa funciona como un filtro y cuando pierde grosor el impacto solar es más poderoso.
Según datos de la OMS, basados en predicciones de modelos computacionales, una disminución del 10% en la densidad del ozono estratosférico podría anualmente llegar a sumar entre 1.6 y 1.75 millones de casos de cataratas en todo el mundo.
Afortunadamente los reportes sobre la recuperación de la capa de ozono son optimistas. El año pasado, Susan Solomon, investigadora del MIT, en Boston, y quien ha estudiado el fenómeno por más de tres décadas, publicaba un estudio en la revista Science en el que combinando avanzados modelos matemáticos y observaciones satélitales, determinaba que la capa de ozono mostraba indicios de recuperación.
Para Solomon, esto se debía fundalmente a una reducción en la atmósfera de las moléculas que contienen cloro y bromo formando clorofluorocarbonos (CFC). Estos gases se encuentran desde en aerosoles para cabello hasta en el aire acondicionado. Sin embargo, las frágiles políticas ambientales que consiguieron avances en el tema podrían fracturarse en cualquier momento, sobre todo ante el curso que toman actualmente este tipo de temas en Estados Unidos.
Más vale prevenir
De cualquier forma, la prevención se vuelve la herramienta más eficaz para protegerse de los peligrosos efectos de los rayos UV. “El mito más común es que cualquier lente obscuro va a evitar el daño, cuando sólo se limita el reflejo y el grado de intensidad luminosa”, señala el especialista subrayando la necesidad de usar un producto que realmente certifique protección contra los rayos ultravioleta y de preferencia con un filtro antireflejante. “Cuando estamos en la playa se requiere protección, pero es probable que en la ciudad la radiación solar pueda incluso ser mayor, sobre todo cuando hay más contaminantes”.
Gil Carrasco señala que aunque no hay estudios significativos con parámetros a nivel mundial que relacionen de manera directa a las partículas contaminantes con la radiación solar, en la experiencia clínica se observa mayor afección cuando hay una correlación entre estos dos factores. Para el especialista, la prevención vuelve a surgir como la forma más eficaz de luchar contra este tipo de problemas de salud. “Es necesario que la gente aprende a protegerse de la radiación solar y a la menor sintomatología acudir al médico para tratar algo prevenible”, señala.
El experto en el tratamiento del glaucoma comenta que es común que la gente utilice gotas de tipo lubricante con cierta regularidad, quizá no tanto por la radiación solar, sino por la cantidad de elementos flotantes del ambiente que causan irritación en los ojos. “Se pueden emplear estas soluciones de contacto, pero es factible que las personas se confundan y utilice derivados de la cortisona, con la que si hay que tener mucho cuidado. Estas sustancias dan una sensación de bienestar inmediato porque la cortisona desinflama, pero en gente susceptible, la cortisona por si misma es capaz de producir glaucoma y cataratas cuando se utiliza durante mucho tiempo ”.
“Hay que tener cuidado con lo que nos aplicamos en los ojos, pues de preferencia deben ser gotas recetadas por el médico tratante”, advierte y vuelve a subrayar en la necesidad de la prevención antes de que el daño acumulativo del Sol en los ojos acelere el proceso de enfermedades oftalmólógicas.
Existen grupos más vulnerables, como los niños, ancianos y las personas que trabajan al aire libre, quienes reciben del 80 al 90% más radiación que los que trabajan bajo techo. La advertencia de la OMS es tampoco discriminar otros escenarios, como pensar que no hay ningún efecto bajo el agua, pues a medio metro de profundidad la radiación es aún del 40% de la existente en superficie. Las nubes tampoco bloquean los efectos de los UV, pues aunque en ocasiones la formación de nubosidad reduce la exposición a los rayos, hay algunos tipos de nubes que contribuyen a reflejar los rayos UV y aumentar el efecto rebotando en superficies como el agua, la arena, el pavimento e incluso la hierba.