Las artes han sido una parte fundamental para el desarrollo científico, por lo menos así lo considera Gabriela Caraveo Piso, quien recientemente descubrió lo que podría ser la cura contra el párkinson.
La investigadora señaló que ella no hubiera podido realizar la exhausta investigación que hizo del párkinson si no hubiera tenido a las artes, en especial a la danza africana, como terapia contra el estrés.
Yo sin los tambores no podría vivir. Si bien la ciencia enriquece mi parte intelectual, sin duda alguna la música y en particular la danza, hacen que me sienta viva, son parte de mi terapia. No sé si es porque la ciencia estimula una parte del cerebro, pero siento que necesito estimular la otra parte, necesito sacudir las caderas para descansar mi cerebro de tantas cuestiones científicas”, expresó.
En entrevista para la Agencia Informativa Conacyt, la científica reveló cómo fue su acercamiento con la ciencia, qué le atrajo de ella y cómo llegó a su reciente descubrimiento.
El reto y la creatividad de la ciencia
Desde pequeña sentía una curiosidad especial por todos los seres vivos que la rodeaban. En segundo de secundaria, cuando cursó la materia de biología, supo que quería estudiar algo relacionado con la medicina porque le fascinaba el tema de la vida.
Ya después en la preparatoria se empezó a interesar aún más por la ciencia. “Me apasionaba cómo funcionaba el cuerpo humano, sin embargo, me di cuenta que con la medicina no podía profundizar y responder por qué pasan ciertas enfermedades, entre otras cosas, ya que la medicina está enfocada a tratar a los pacientes afectados por las enfermedades y no tanto a investigar las causas de las mismas”, recordó.
Por tal motivo, decidió estudiar biología, “los científicos son los que hacen la investigación básica que después los médicos aplican en la clínica”, manifestó.
Lo que más le gustó de la ciencia y aún la mantiene cautivada es que es una disciplina muy creativa. “La gente piensa que la ciencia no tiene nada que ver con las artes, pero la ciencia en sí es un proceso muy creativo, cada día hay un reto distinto, uno se plantea una pregunta y para tratar de responderla hay que idear la manera de llegar a su respuesta”, subrayó.
Añadió que “ningún día es igual, cada día hay un nuevo reto y una curiosidad por satisfacer, la ciencia es como jugar al detective tratando de entender cómo y por qué pasa lo que pasa”.
Una mirada al interior del cerebro
Aunque en un principio la doctora en Inmunología no estaba interesada en aspectos neurológicos, descubrió que el cerebro es una máquina perfecta y fascinante de estudiar.
“Estudié biología en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); después, con ayuda del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) me gané una beca Fulbright-García Robles para estudiar inmunología, tenía especial interés en esta disciplina porque mi servicio social y tesis la hice con la doctora Carmen Soler en el Instituto de Diagnóstico y Referencia Epidemiológicos (Indre), ahí estudiábamos el virus de inmunodeficiencia humana (VIH)”, detalló.
Caraveo Piso se fue a estudiar su doctorado a la Universidad Johns Hopkins, en Estados Unidos, porque ahí tenía su laboratorio el investigador Robert Siliciano, cuya investigación está enfocada en el VIH.
“Me metí al doctorado con la idea de estudiar más el VIH, sin embargo, después me empezaron a interesar cosas de biología celular muy básica que al final resultaron muy relacionadas con las neurociencias. Así, al final del doctorado decidí hacer un posdoctorado en investigación básica de neurociencias”, comentó.
Encontró el laboratorio de Susan Lindquist, en el Instituto Whitehead de Investigación Biomédica-Massachusetts Institute of Technology (MIT), en el cual se estudian los mecanismos por los cuales las proteínas adquieren sus características tridimensionales y enfermedades neurológicas asociadas con problemas en este proceso.
“Hay enfermedades neurológicas llamadas sinucleinopatías, como el párkinson, que se caracterizan por la agregación de la proteína alfa-sinucleína, que incrementa los niveles de calcio intracelular y sobreactiva la enzima calcineurina, la cual a su vez afecta la función de otras proteínas activando un programa tóxico que conlleva a la muerte celular”, detalló.
En el laboratorio de la doctora Lindquist se empleaban las levaduras como modelos unicelulares para tratar de entender dichas enfermedades.
Levaduras, un modelo neuronal
Aunque al principio parecía una locura utilizar la levadura como modelo para entender el funcionamiento de una neurona, para la entrevistada resultó bastante provechoso: “Hemos sido muy criticados por comparar una neurona con una levadura, sin embargo, evolutivamente hablando la mayoría de los procesos celulares que hacen que funcione una célula están altamente conservados, desde las levaduras hasta neuronas. Las levaduras son organismos unicelulares que nos sirvieron para entender la biología de organismos multicelulares”.
Obviamente, dijo Caraveo Piso, el grado de complejidad de neuronas es más grande, “pero si uno logra entender a nivel celular qué es lo que pasa, esto sirve como base para validarlo en sistemas más complejos como cerebros de mamíferos”.
Añadió que “todo lo que encontré no lo hubiera hallado si hubiera utilizado neuronas desde el principio, dado que son un sistema muy complicado, además de que tienen varias limitaciones técnicas”.
Nuevos usos a un medicamento conocido
Ya que entendió cómo funcionan estos organismos unicelulares, la investigadora probó en levaduras y en neuronas de ratas el medicamento Tacrolimus (o FK506) para reducir la toxicidad asociada con la agregación de la proteína alfa-sinucleína, que desencadena el párkinson.
Este medicamento, que actualmente se utiliza en pacientes que reciben trasplantes para evitar el rechazo de los órganos por parte del sistema inmune, cruza la barrera encéfalo-sanguínea y logra reducir la activación de la calcineurina en el cerebro, con lo cual se puede reducir algunos aspectos de la patología asociada con la enfermedad.
Dado que es un medicamento aprobado por la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) y que la dosis que propone Caraveo Piso es muy por debajo de las dosis imunosupresoras, el uso de este fármaco para atender el párkinson se podría emplear en los próximos años.
“Actualmente hay muchos científicos interesados en llevar esto a la clínica. De hecho, en Boston se está organizando un ciclo de conferencias con neurólogos, farmacólogos y científicos, para analizar si con los resultados que tenemos se puede llevar a la clínica el uso de Tacrolimus contra el párkinson relativamente pronto”, aseguró.
Esto, expresó, sería su mayor logro: “El sueño de cualquier biólogo enfocado a la biomedicina es que lo que hacemos tenga un impacto inmediato en la humanidad”.
Reiteró que después de esta investigación que concluyó hace unos meses con la publicación del artículo “Calcineurin determines toxic versus beneficial responses to a-synuclein” en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America, realizará otros estudios relacionados con el calcio.
“A raíz de esto han surgido muchas otras preguntas también relacionadas con el calcio y cuestiones neurológicas que me gustaría profundizar”, manifestó.
Destacó que pese a que sus investigaciones las ha realizado en Estados Unidos, tiene interés ya sea de regresar o de colaborar de alguna manera con México: “Quiero establecer mis propias líneas de investigación y me encantaría retribuir de alguna manera a mi país”.
Los jóvenes, el pilar de la ciencia
Respecto al papel que juegan los jóvenes, Gabriela Caraveo Piso destacó que son fundamentales para el desarrollo científico, pues le imprimen creatividad e ímpetu a esquemas –a veces ortodoxos– de investigación.
“Conforme uno madura, científicamente acumula más conocimientos y eso ayuda a realizar mejores interpretaciones y mejor sentido de dirección; sin embargo, la maravilla de alguien joven es que, si bien no tiene esos cúmulos de información, tiene una nueva mirada que muchas veces lleva a lugares fascinantes y poco esperados”, comentó.
“Con los años uno se va haciendo más rígido, pero alguien más joven llega con una perspectiva completamente nueva y quizás con un enfoque que uno jamás hubiera imaginado. Esto es lo que hace la ciencia tan rica, el estudiar algo de la manera menos convencional es lo que hace descubrir cosas que jamás nadie hubiera imaginado”, concluyó.
jpe