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Imagine que usted en la calle se cruza de frente con cien personas en un día. De ese ciento, entre una y tres personas puede padecer un trastorno de psicopatía.
Ahora bien, imagine que el comportamiento de ese rango del uno al tres por ciento de la población mexicana, la cual suma unos 900 mil individuos, se desarrolló en un medio hostil, sufrió algún tipo de violencia durante las etapas críticas de su desarrollo, padece una irregularidad neuronal o sufrió la suma de todos estos elementos.
Una análisis de los factores anteriores puede ayudar a determinar la falta de empatía y alcances de violencia en cada individuo.
El porcentaje por lógica matemática incrementa en el muestreo de las prisiones del país, siendo que una cuarta parte de los integrantes de una sociedad presidiaria padece algún trastorno de psicopatía.
Estos preceptos fueron declarados por Feggy Ostrosky, académica de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), quien impartió el seminario “Emociones, cerebro y violencia” durante el Seminario Universitario sobre Afectividad y Emociones, que se llevó a cabo este día en la Casa de las Humanidades.
Y es que si bien emociones como la tristeza, el miedo, la alegría y hasta los niveles instintivos de agresión son elementos constitutivos de la salud mental, argumentó Ostrosky, la depresión, las fobias, manías y actitudes violentas exacerbadas son alteraciones de las primeramente mencionadas.
Con base en estos argumentos, la también directora del Laboratorio de Neuropsicología y Psicofisiología de la FP refirió que el humano es naturalmente agresivo, pero posee un mecanismo de represión de los impulsos que funciona a través de inhibidores empáticos que impiden la trascendencia de sus agresiones. Los preocupante, advierte, es cuando la represión de los impulsos es ausente por un trastorno del individuo.
Éste y más temas sobre la psique se discuten en el marco del Seminario Universitario sobre Afectividad y Emociones.
rqm