Cada vez que respiramos estando en reposo inhalamos 150 mililitros de aire. Después de entrar por la nariz y viajar por la faringe, el aire penetra en la tráquea para dividirse en dos bronquios y finalmente llega hasta los miles de bronquiolos. Posteriormente viaja hasta los alvéolos, pequeños sacos donde se realiza el intercambio de gases con la sangre. Los contaminantes que respiramos tienen diferentes “privilegios” para acceder a los órganos.

El material particulado menor a 10 micras llega al pulmón, mientras que el menor a 2.5 micras tiene pase directo hasta los alvéolos. Las partículas de menos de una micra tienen un exclusivo VIP que las hace llegar con facilidad hasta la sangre y de allí obtienen un viaje a diferentes órganos, como el cerebro y el hígado. Pero ese pequeño vaso de aire que inhalamos durante el proceso involuntario de la respiración, se duplica con la actividad física moderada y se multiplica por cuatro cuando pedaleamos una bicicleta. Patricia Segura, jefa del Departamento de Investigación en Hiperactividad Bronquial del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER), señala que para no cuadriplicar el impacto de los contaminantes en nuestro organismo es importante evitar el ciclismo durante alertas ambientales.

“Andar en bicicleta durante una contingencia es un riesgo porque además, las ciclovías fueron hechas para ir prácticamente a lado de los vehículos, es decir, junto a las fuentes directas de contaminación”, señala y agrega que algo que también es importante considerar al respecto, es que las estaciones de monitoreo ambiental están más o menos a cinco metros de altura, entonces la información que ellas captan pudiera subestimar lo que hay a nivel de la nariz.

Conciencia. Manual para sobrevivir a las contingencias
Conciencia. Manual para sobrevivir a las contingencias

La especialista explica que el ozono, como es un gas, tiene la misma concentración a diferentes alturas, pero no es el caso del material particulado. Es así que mientras más cerca estemos del escape de un coche, por ejemplo, más alta es la concentración de partículas a la que estamos expuestos, tal como la que conforma esa neblina obscura que emite un viejo camión que pasa a lado de un puesto de comida y que tampoco están exento de los efectos de la contaminación del aire. Los alimentos que se venden en la calle no sólo puede ser receptáculo de la materia fecal, sino también de los contaminantes que en su mayoría son sustancias liposolubles, explica Segura.

Según las Nuevas Directrices de la OMS sobre la Calidad del Aire, la CDMX no está sola en lo que a problemas de contaminación del aire se refiere. En el país, otras ciudades, como Monterrey y Guadalajara, también triplican los límites establecidos por el organismo internacional. Bajo este escenario existen precauciones que quienes vivimos en las ciudades más contaminadas del país deberíamos seguir. Un auto en buen estado no sólo repercute en minimizar sus emisiones, también evita que los contaminantes que produce lleguen al interior del vehículo, pues una mala condición en sus filtros de ventilación o alguna fuga en sus sistemas de combustión, lleva los gases nocivos directamente hasta sus tripulantes.

Las enfermedades respiratorias que se vinculan principalmente a los efectos de la contaminación, son sobre todo las relacionadas con la inflamación de vías aéreas, como rinitis, sinusitis y faringitis, que además pueden ser acompañadas por sangrado por el nivel de irritación. Segura dice que en esta temporada de altas concentraciones de contaminantes se suelen incrementar los casos de alergias, sin embargo este pico en la detección de casos, coincide generalmente con la temporada de polinizaciones cuando hay muchos alergenos en el ambiente, sin embargo el grupo de investigación que dirige la especialista del INER ha estudiado como se relacionan estos dos factores.

Alergias bajo el microscopio

“Si observamos bajo el microscopio la imagen de un polen en México, vemos que tiene pegado el material particulado, entonces el polen entra al cuerpo junto con la contaminación”, comenta. La doctora ha hecho investigaciones sobre los efectos a corto plazo de estas partículas. “Trabajamos con modelos experimentales animales, un tipo de conejillos de indias que son expuestos a concentrados de partículas de lo mismo que respiramos nosotros, tal como si vivieran una contingencia durante tres días”.

Uno de los principales cuestionamientos de la investigación fue si el material particulado de la CDMX podría actuar como alergeno por sí mismo. El resultado es que los modelos animales se volvieron asmáticos, lo que muestra es que estas partículas despiertan al sistema inmune respondiendo con más alergias. “También cuando un animal es asmático y lo exponemos a la contaminación su respuesta es mucho peor. No es mito que los más afectados por la contaminación son los que padecen enfermedades crónicas como asma”.

Aunque los números de pacientes asmáticos no han aumentado significativamente, la investigadora piensa que esto se debe a que el asma es una de las alergias más graves, sin embargo este efecto puede verse reflejado en otras reacciones alérgicas de menor impacto, como las mencionadas rinitis, sinusitis y conjuntivitis, padecimientos que sí son cada vez más frecuentes en grupos vulnerables.

Al ser cuestionada sobre si los habitantes de ciudades muy contaminadas podrían llegar a acostumbrarse a los efectos de los contaminantes, la doctora señala que en cierta forma nuestro organismo desarrolla mecanismos de tolerancia para sobrevivir, sin embargo hay mecanismos a largo plazo que en una buena intención del sistema inmune terminan provocando procesos dañinos.

“Parte de lo que también hemos estudiado con los animales es que específicamente el ozono, genera mecanismos de tolerancia. Lo que hace el cuerpo es generar grandes cantidades de antioxidantes para evitar el daño que los radicales libres de oxígeno puedan provocar”. Segura explica que mediante la producción de estos mecanismos de defensa hay resistencia, sin embargo el sistema inmune tiene respuestas variables dependiendo del tipo de contaminante.

Del cáncer y otros demonios

La investigadora explica que en el INER también estudian a células como Th1 y Th2 bajo el efecto de los contaminantes. La función principal de los linfocitos Th1 es activar los macrófagos para que estos destruyan bacterias intracelulares, es decir, tienen que ver con agentes infecciosos; mientras los Th2 están relacionados con procesos inflamatorios. “Algo que estamos estudiando con investigadores del Instituto de Cancerología es la respuesta de tipo Th1. Aparentemente los macrófagos, que son los que se encargan de realizar toda la respuesta inmune favoritaría para infecciones, dejan de hacerlo. Es así que otra de las consecuencias de la contaminación es que nos volvemos menos eficientes para atacar agentes infecciosos, pues disminuyen las defensas”, señala Segura y también explica que dependiendo del contaminante y en la lucha del organismo por defenderse se pueden desarrollar patrones a largo plazo que pueden desencadenar procesos más graves, como los relacionados con el cáncer.

“En este sentido la IARC, la asociación intenacional que investiga el cáncer, ya tiene tipificado al material particulado  como riesgo de tipo 1 para cáncer. Obviamente es una enfermedad multifactorial, pero vivir en una ciudad con altos índices de contaminación aumenta las posibilidades”, señala Segura y acota que es por esto que son necesarios más estudios a largo plazo, por ejemplo el seguimiento de un año de vida de un modelo animal, podría dar pistas lo que sucedería en 10 años de vida de los humanos.

Otra enfermedad ligada a los contaminantes es la enfermedad pulmonar obstructiva crónica, conocida comúnmente como EPOC. “No es asma, es una variante en la cual se presentan cambios morfológicos, como fibrosis. En el asma se cierran las vías aéreas y se vuelven a abrir, mientras en el EPOC se cierran y ya no se vuelven a abrir”, señala la también profesora de la Faculta de Ciencias de la UNAM, y agrega que lo que más comúnmente causa este tipo de trastornos en México es el tabaquismo. “También se presenta de manera frecuente en mujeres que están expuestas a la contaminación en interiores, como las que cocinan con leña, sin embargo también hay un grupo muy grande que también manifiesta la enfermedad como resultado de agresores ambientales”.

Las investigadora explica que finalmente son sustancias químicas que agreden al cuerpo y éste sólo intenta defenderse. “Lo que hace el hígado con las partículas ultrafinas es intentar metabolizarlas. Es así que enemos un montón de sistemas en todo el organismo para tratar de contrarrestar sus efectos. Alguien que ha trabajado mucho en nuestro país sobre los efectos a nivel renal y de corazón es la doctora Andrea Vizcaya, del Departamento de Toxicología del Cinvestav.

La doctora Segura señala que en nuestro país se estudia el problema en las principales instituciones por diversos frentes, inclusive su relación con enfermedades neurodegenerativas como el Parkinson, pero los retos en común son lograr estudios largo plazo, así como investigaciones clínicas y epidemiológicas donde se establezca una correlación con la incidencia de la enfermedad.

Las investigaciones que comenzaron en nuestro país hace más de dos décadas muestran que es indispensable no bajar la guardia frente a un fenómeno que incide en los aspectos más cotidianos y que se está convirtiendo en un grave problema de salud pública que hoy representa anualmente más de 20 mil 500 admisiones hospitalarias por enfermedades respiratorias.

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