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La comunidad científica comenzó a trabajar en una vacuna contra el VIH hace 30 años y, aunque aún no se ha conseguido, en la última década ha habido un cambio significativo en la investigación, según el científico José Alcamí: "Ahora conocemos los motivos de nuestro fracaso y el talón de Aquiles del virus".
En los primeros 20 años se abordó la vacuna desde el punto de vista de las vacunas clásicas, como la de la gripe o la poliomelitis, pero no sirven contra el VIH, explicó Alcamí, responsable de la Unidad de Inmunopatología del Sida del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII).
Las vacunas clásicas atacan virus más sencillos pero el del VIH es "muy complejo": no se trata de un problema de alta variabilidad del virus, porque la gripe o la polio la tienen, sino de un problema de estructura, que hace que el VIH "esconda las dianas hacia las cuales tienen que ir dirigidos los anticuerpos".
"Se da un fenómeno de enmascaramiento, un escudo protector que no tienen otros virus y que provoca que los anticuerpos -que induce la vacuna- no puedan acceder a los puntos para neutralizar el virus".
Esto es precisamente lo que "ahora entendemos bien; tenemos un conocimiento a nivel molecular del que no disponíamos", según Alcamí:
"Debemos ser capaces de diseñar vacunas que logren atravesar ese escudo. Siguiendo con el símil, ahora sabemos qué tipo de misiles -anticuerpos- hay que generar para que alcancen la diana".
"Se han hecho progresos enormes en la compresión de nuestro fracaso y se han definido los puntos débiles del VIH, por eso estamos en una posición mucho mejor para diseñar nuevas vacunas".
Con este objetivo nace la Iniciativa Europea para la Vacuna del Sida (EAVI2020 por sus siglas en inglés), que ha recibido 23 millones de euros (24,3 millones de dólares) de la Comisión Europea y reúne a equipos de 22 centros o universidades de España, Reino Unido, Francia, Italia, Hungría, Austria, Países Bajos, Alemania, Suecia, Canadá y Australia.
Alcamí es líder de uno de los grupos de esta iniciativa y, según señala, este proyecto busca dos grandes objetivos: el primero a corto y medio plazo, lograr llevar a ensayo clínico (en fase I) al menos tres prototipos de vacunas que ya existen.
Si bien en los últimos años se está poniendo el énfasis en la vacuna preventiva -porque los antirretrovirales son altamente eficaces, sencillos de tomar y poco tóxicos-, también se investiga en la terapéutica.
EAVI2020 contempla llevar al menos dos prototipos de vacuna preventiva y uno de vacuna terapéutica al ensayo clínico, y tener resultados en los próximos cinco años.
Si estos tuvieran éxito habría que seguir con las siguientes fases del ensayo con humanos (hasta tres fases).
El segundo de los objetivos -más a largo plazo-, es generar nuevos prototipos de vacunas que mejoren los existentes y "más originales".
Alcamí recordó que la ciencia no es previsible, así que en cuanto a las vacunas por un lado dice ser pesimista, ya que no se pueden poner fechas ciertas a nada, y por otro optimista: En cualquier momento puede surgir una idea o un prototipo que funcione.
"Yo creo que estamos en esta última ruta", concluyó.
kal