Los actos violentos, la condición social y laboral de las personas y hasta la estructura familiar deben tenerse en cuenta al diseñar planes y políticas para mejorar la salud mental de los ciudadanos.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) sostiene que hay evidencia que relaciona el riesgo de enfermedad mental con indicadores de pobreza, que incluyen bajos niveles educativos, pobres condiciones habitacionales y bajos ingresos.

De acuerdo con un estudio de la Universidad de Chicago, liderado por Catherine DeCarlo y referenciado en distintos análisis sobre el tema, la pobreza involucra un conglomerado de acontecimientos estresantes de todo tipo, como tensiones económicas, conflictos familiares, cambios de lugar de residencia, menores oportunidades educativas y mayor riesgo de exposición a situaciones violentas y traumáticas.

Estrés frecuente

Todo esto hace, a juicio de la investigadora, que las personas sometidas a estas circunstancias tengan una continua exposición al estrés, que se relaciona con una mayor incidencia de depresión, ansiedad, adicciones y trastornos por estrés postraumático. Preocupa, indica el estudio, que los problemas de salud mental generados en la pobreza, implican una perpetuación de la misma.

Desempleo

Para la OMS, el desempleo y el trabajo sin condiciones dignas “son un disparador de síntomas y entidades psicopatológicas definidas, entre las que están la ansiedad, la depresión, los trastornos adaptativos, las adicciones, el deterioro de las relaciones familiares y el suicidio”. Estas condiciones no solo están ligadas al bajo ingreso, también a la dignidad y la autoestima.

Conflicto

El trastorno de estrés postraumático es la entidad más estudiada en el contexto de la vivencia de un trauma; tiene la misma definición y características en todas las edades.

Hogares rotos

El 31% de los niños de 7 a 11 años ha vivido con otro adulto que ha actuado como padre o como madre, y solo la mitad de todos los pequeños viven con sus padres biológicos.

Se ha demostrado que la primera fuente de ayuda y soporte de las personas, particularmente de los niños y adolescentes, son sus familias. Esto confiere a los hogares el papel de promotores de la salud mental; sin embargo, se ha demostrado que también es una fuente generadora de trastornos mentales, cuando hay abandono, violencia intrafamiliar y desintegración, entre otros.

kal

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