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Las creencias religiosas, independientemente de la forma que escoja la persona, podrían ser un factor protector frente a la depresión, un mal que según la Organización Mundial de la Salud sufren más de 350 millones de personas en el mundo.
Esta conclusión salió de un estudio hecho por investigadores de la London School of Economics (LSE) y el Centro Médico de la Universidad Erasmus, quienes analizaron a 9 mil europeos de 50 años en adelante durante un periodo de cuatro años.
En el estudio, publicado este mes en el American Journal of Epidemiology, se encontró que la participación en las organizaciones religiosas se asocia a una disminución de los síntomas depresivos, mientras que pertenecer a un partido político, por ejemplo, tiene un efecto perjudicial en la salud mental.
Mauricio Avendaño, un epidemiólogo de la LSE y autor principal del estudio, asegura que la actividad religiosa, como ir a una iglesia, mezquita o sinagoga con regularidad, es la única medida fiable del bienestar mental sostenida entre los factores estudiados.
“Ayuda a mantener a raya la depresión y también es un mecanismo de supervivencia durante los periodos de la enfermedad en la edad adulta”, agrega.
El psiquiatra Jorge Forero, presidente del Instituto para el Desarrollo de la Salud Emocional, dice que definitivamente las personas que tienen alguna creencia se sienten protegidas y hasta esperanzadas en los momentos más difíciles.
De hecho, Forero aclara que ya son varios los estudios que han llegado a esta conclusión e incluso van más allá, al asegurar que quienes tienen una práctica religiosa frecuente, aun cuando presenten tendencia a la depresión, tienen también menos ideas de suicidio.
“Esa reafirmación de protección y esperanza hace que la gente crea en la existencia de un ser superior que está para salvarla. Le reduce la sensación de abandono, de soledad, y baja la severidad de la depresión”, dice.
Al hablar desde su experiencia en consulta, Forero dice que a sus pacientes desesperanzados les pregunta si tienen alguna filiación religiosa, porque terapéuticamente se puede encontrar en este tema algún elemento que le sirva y pueda ayudarlo a sentir mejor.
“Las personas creyentes sí logran una mejoría. Incluso en los casos más extremos, algunos pacientes dicen: ‘si yo no fuera católico me suicidaría, lo único que me detiene son mis creencias religiosas’”, agrega.
La explicación del psiquiatra es que el ser humano es biológico, psicológico, social y espiritual; debido a esto, cada cosa interactúa con la otra, generando una protección más completa.
Iván Jiménez, director de la clínica psiquiátrica Monserrat, dice que es innegable que las creencias son una necesidad de la mente humana e incluso forman parte de su genoma.
“Casi todas las cosas en las que creemos nos dan confianza, pero el equipo que nos apasiona pierde y el político hace cosas que nos decepcionan, lo que no pasa con Dios. Él da esperanza”, asegura.
Wilmar Roldán, profesor de humanidades de las universidades Javeriana y Rosario, explica que aunque en la modernidad se quiso pensar que las religiones no eran necesarias para vivir, en la posmodernidad hay un repunte de la espiritualidad, porque el ser humano necesita encontrar respuestas a preguntas que no siempre se responden desde lo intelectual.
Los humanistas, como Roldán, creen que las religiones le han aportado al bienestar del hombre porque, entre otros elementos, le han dado reconocimiento de su identidad y de los otros, le permiten seguir buscando repuestas al sentido de su existencia -debido a que todas no las encuentra en lo material-, pueden ser complemento de una terapia para sanar heridas profundas (duelos), y les dan a las personas una búsqueda de la paz interior, así como un sentido de pertenencia que permite vincularse afectiva, intelectual y racionalmente.
Isabel Corpas, doctora en Teología, coincide en que, “independientemente de la edad, una opción religiosa da sentido a la vida y muchas veces las depresiones obedecen a que no se les encuentra sentido a las cosas”.
Las excepciones
Forero reconoce que a pesar de las bondades de los efectos de la religión sobre la salud mental, se trata de un asunto controversial porque algunos especialistas argumentan que si este tema fuera tan cierto, no se explica entonces por qué las clínicas psiquiátricas estén llenas de pacientes que invocan a Dios, sin ninguna mejoría.
Jiménez está de acuerdo con que existen excepciones en los que, con la religión, las personas caen en el otro extremo y tienen ideas delirantes con su papel frente a Dios.
“Nosotros como especialistas debemos respetar las creencias de los pacientes y nuestro papel no es quitárselas, salvo que sean perjudiciales. Si dicen cosas como que son los enviados de Dios, es nuestra obligación darles el marco de la realidad”, asegura.
Cuando las oraciones sirven para reducir el estrés
Una investigación publicada en marzo del año pasado en el periódico de psiquiatría Jama encontró un vínculo entre las personas identificadas como religiosas y una menor tendencia a la depresión, además de un mejor desempeño cognitivo.
Al analizar el estudio de la Universidad de Duke, los investigadores advirtieron que el estrés es uno de los grandes asesinos de las neuronas, porque produce altos niveles de cortisol, y el cortisol es tóxico para el hipocampo. Una de las formas para reducir el estrés es la oración. También consideraron importantes las congregaciones religiosas, pues tener una participación comunitaria parece paliar los efectos de la soledad en la salud.
Por otro lado, una investigación de expertos de la Universidad de Toronto, en Canadá, y cuyos resultados fueron publicados en la revista 'Psychological Science', concluyeron que pensar en Dios puede favorecer la angustia que lleva a algunas personas a cometer errores, pero este es un efecto que solo se da en personas creyentes.
kal