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Más de dos siglos después de su muerte, los cadáveres momificados de cientos de personas que padecieron de tuberculosis ayudan a entender mejor la naturaleza de esta enfermedad y han abierto la puerta a nuevas vías de investigación.
Las momias fueron encontradas en 1994 en la ciudad húngara de Vac, en una iglesia de la orden de los Dominicos, donde se enterraba a los vecinos más poderosos, explica la antropóloga Ildikó Szikossy, del Museo de Ciencias Naturales de Budapest.
Son los cuerpos momificados de 265 personas, de las que el 90% padeció de tuberculosis y un tercio falleció debido a la enfermedad.
El origen de los cuerpos, que datan de los siglos XVIII y XIX, está bien documentado y se conocen los nombres y las historias de muchos de ellos.
Entre esas historias está la de la familia Hausmann. La hermana mayor, Terézia, fallecida en 1797, cuidaba de su madre y de su hermana menor.
Las tres murieron de tuberculosis pero, como señala Szikossy, causada por tres cepas diferentes de la enfermedad.
"Esto es importante, ya que se demostró que en aquella época coexistían diferentes cepas" , lo que es uno de los descubrimientos más valiosos de las investigaciones en las que colaboran la Universidad de Medicina de Warwick, el University Collage de Londres y el museo de Budapest, afirma Szikos.
Al dibujar el "árbol de la evolución" del ADN de la tuberculosis, se descubrió que una de las ramas se originó en el Imperio Romano, una enfermedad que convive con la humanidad desde hace miles de años.
El excelente estado de conservación de los cuerpos permitió realizar análisis muy exactos sobre cómo murieron y analizar las trazas que dejó la enfermedad.
Szikossy relata que los nombres de los fallecidos, e incluso detalles como la causa de la muerte, fueron escritos en los ataúdes y que esta información, junto a los archivos eclesiásticos, proveyeron a los investigadores de una importante base de datos.
Los cadáveres fueron enterradas en la cripta entre los años 1730 y 1838, aproximadamente.
En la década de 1780 el rey José II prohibió los entierros en las criptas, donde los ataúdes eran colocados uno sobre otros, sin separar, lo que aumentaba el riesgo de infecciones.
Los vecinos de Vác no atendieron a la prohibición y continuaron con los entierros en la cripta, hasta que en 1838 se tapió el lugar y cayó en el olvidó.
Fue una suerte para los científicos, ya que las condiciones de la cripta, con una temperatura constante de entre 8 y 11 grados, una humedad relativa del 90 por ciento y una leve corriente de aire, fueron perfectas para que los cadáveres se momificaran de forma natural.
Szikossy cuenta que incluso los órganos internos quedaron bien conservados, lo que permite el análisis de ADN de las bacterias de la tuberculosis presentes en los cuerpos.
"Así se hacen posibles nuevas rutas de investigación médica" , que podrían ser utilizadas por la medicina moderna, anuncia Szikossy.
Las informaciones obtenidas tienen más importancia aún si se considera que las bacterias analizadas son de tiempos anteriores al uso de los antibióticos, es decir, que aún no habían sufrido las mutaciones que han generado esas medicinas en la enfermedad, lo que hace posible compararla con las cepas actuales.
Hoy en día la tuberculosis, según datos de la Organización Mundial de la Salud, es la segunda causa de mortalidad causada por un agente infeccioso, después del SIDA, y en 2013 nueve millones de personas enfermaron de este mal y 1,5 millones murieron.
kal