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La Casa Blanca ha abogado por una nueva era de liderazgo en materia espacial, pero sus aspiraciones se complican por ajustados presupuestos, vacantes en puestos importantes y el creciente rol del sector privado en innovación aeroespacial, afirman expertos.
Durante un discurso el jueves en el Centro Espacial Kennedy , en Florida, el vicepresidente Mike Pence deslumbró a cientos de empleados y contratistas de la agencia espacial estadounidense (NASA), al asegurar que con Trump "lograremos más en el espacio de lo que creíamos posible".
Pence prometió "volver a la luna", así como "botas estadounidenses en Marte" y una "presencia constante en la órbita baja de la Tierra".
Pero una vez que se disipó el entusiasmo inicial, muchos quedaron con dudas en cuánto a qué quiso decir exactamente Pence.
"Eso de 'luna' pudo haber significado cualquier cosa en materia comercial, robótica, internacional o lo que sea", dijo Phil Larson , consejero de la Casa Blanca en materia espacial durante la anterior administración de Barack Obama y exfuncionario de la privada SpaceX. Aseguró que los comentarios de Pence "tienen poca sustancia".
John Logsdon
, exdirector del instituto de política espacial de la Universidad de Washington , estuvo de acuerdo: "Creo que el discurso del jueves no tuvo mucha sustancia porque no hay sustancia".
Algunos son escépticos ante esta retórica oficial porque hay puestos clave que siguen vacantes.
Por ejemplo, el 4 de julio marcó un hito nada alentador: ese día se batió un récord de mayor tiempo por parte de un presidente electo sin nombrar un director de la NASA. El anterior récord de 164 días se remonta a 1971 .
La NASA está dirigida ahora por un administrador interino
, el ingeniero Robert Lightfoot, quien asumió cuando el exastronauta Charles Bolden, nombrado por Obama, se echó a un lado.
Tampoco se ha nombrado a nadie al frente de la oficina de Ciencia y Tecnología de la Casa Blanca, en otro tiempo un puesto clave desde el que se confeccionaba la agenda de la NASA.
Al parecer la forma en que Trump revisará y actualizará los planes espaciales de su antecesor es reviviendo al Consejo Nacional Espacial, ahora dirigido por Pence, un entusiasta del espacio y quien asegura que este panel tendrá su primera reunión -que incluirá a los secretarios de Defensa, Comercio, Transporte y Seguridad Interior- antes de que termine el verano.
Después de esa reunión "probablemente vendrán cambios importantes para el próximo año", estimó Logsdon.
El presupuesto propuesto por Trump para la NASA
-que aún debe ser afinado por los legisladores- de 19.100 millones de dólares representa un corte de 0,8% con respecto al año anterior. El presupuesto definitivo se conocerá en 2018.
Por un lado está la vieja manera de hacer negocios en este campo, con la NASA supervisando la construcción de cohetes y naves espaciales, pagados con lucrativos contratos con el gobierno.
Una muestra de ello son los miles de millones de dólares que el gobierno ha pagado al gigante aeroespacial Lockheed Martin para construir la cápsula Orion de la NASA, que algún día podría transportar seres humanos a Marte.
Por el otro, está la floreciente industria privada espacial, con empresas como SpaceX y Boeing construyendo la próxima generación de naves espaciales para llevar a astronautas a las partes bajas de la órbita terrestre y a la Estación Espacial Internacional.
No está claro cuál de las dos visiones se impondrá con Trump, pero su decisión de abandonar el Acuerdo climático de París provocó la molestia del director ejecutivo de SpaceX, Elon Musk, quien a raíz de eso dejó de ser su asesor en materia espacial.
Pero los analistas dudan que SpaceX o cualquier otra empresa privada se niegue a tener un puesto en la mesa donde se discuta el futuro aeroespacial estadounidense.
nrv