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Con su plumaje rojo brillante sobre el pecho, la paloma migratoria, también conocida como Carolina o paloma pasajera (Ectopistes migratorius) pasó de ser una de la aves más abundantes de Norteamérica para convertirse en una especie extinta. Sus poblaciones eran tan grandes que se decía que cuando una parvada cruzaba parecía que estaba punto de estallar un aguacero pues el cielo se oscurecía de repente. La paloma se extinguió a principios del siglo pasado, pero se ha convertido en un símbolo del impacto del hombre sobre la naturaleza. Parecía imposible que una especie con tantos ejemplares pudiera desaparecer, pero a lo largo de ochenta años sus poblaciones fueron bajando gradualmente, primero por la caza masiva y posteriormente por la destrucción de su hábitat. El último ejemplar, una paloma llamada Martha, se resguardó en el Zoológico de Cincinnati hasta que falleció a los 29 años. Su cuerpo disecado forma parte de la colección del Instituto Smithsoniano y hoy es lo único que permanece de la especie.
Muchas aves dependen de las migraciones para la supervivencia. Existen cerca de 11 mil especies de aves en el mundo y alrededor de mil 800 están clasificadas como aves migratorias. Esta característica está determinada por su necesidad de trasladarse ante las variaciones climáticas estacionales que se vuelven desfavorables para su alimentación, apareamiento y desarrollo de crías. El 10 de mayo se celebra el Día Mundial de las Aves Migratorias que pretende hacer conciencia sobre su importancia en los ecosistemas. Alrededor del 15% de las aves migratorias en el mundo se encuentran en peligro crítico de extinción.
Vicente Rodríguez Contreras, especialista NABCI, acuerdo entre organizaciones no gubernamentales, instituciones académicas y dependencias de gobierno en México, EU y Canadá que propone facilitar y promover la conservación de las aves nativas de Norteamérica, explica que en una evaluación conjunta sobre el estado de conservación de las aves de esta región, se observa una disminución drástica de varios grupos de especies migratorias. El experto de CONABIO explica que aunque muchas no están en riesgo inmediato, se han visto poblaciones con disminuciones de 50% en tan sólo unas décadas.
“Analizando las amenazas, vemos que la perdida de hábitat ocupa el primer lugar. El cambio de los terrenos para actividades relacionadas con agricultura, ganadería y desarrollo de zonas urbanas han trasformado los ambientes y aunque hay especies que muestran mayor adaptación, existen otras a las que se les dificultan más estos cambios”, señala y agrega que las aves con poblaciones más pequeñas son las que enfrentan mayores riesgos frente a la reducción del hábitat. El experto afirma que un ejemplo de este tipo de especies es el chipe de mejillas doradas, un ave que se reproduce en la parte central del Texas y viaja en invierno hacia los bosques de oyamel de Chiapas, así como a otras partes en Guatemala y El Salvador. “Nuestro país cuida aproximadamente el 50% de sus poblaciones migrantes. Esta especie está considerada como en peligro de extinción, tanto por la Norma Oficial Mexicana como por el listado de la UICN”.
Otras amenazas
Además de los efectos del cambio climático, existen otras amenazas en el camino que podrían parecen insignificantes pero no lo son: se calcula que en el mundo mueren alrededor de mil millones de aves al año por colisiones en edificios. El experto señala que una de las grandes amenazas al fenómeno de la migración de las aves son precisamente las estructuras construidas por el humano, sobre todo si se considera que más del 75% de las aves migratorias vuelan por debajo de los 600 metros. “Los edificios cubiertos con vidrios se convierten en barreras invisibles. Las aves solo ven lo que se refleja y piensan que pueden seguir volando, por lo cual es muy común que se estrellen contra estas estructuras”.
Las aves también son afectadas por otro tipo de construcciones, como las torres de energía eólica. El especialista dice que las aves buscan corrientes de viento para poder desplazarse por grandes distancias, pero las aspas de los aerogeneradores se convierten en trampas mortales. “En otros países han tenido muchos problemas con estas estructuras que afectan sobre todo a las aves rapaces. En México, apenas hace una década empezó este tipo de desarrollos y no se ha medido su impacto en las especies migratorias y residentes. Se tendría que poder atención en los sitios de edificación de estos parques para no afectar la fauna”.
Marco Antonio Gurrola, encargado de la Colección de Aves del Instituto de Biologia de la UNAM, señala que las rutas migratorias se han conservado históricamente por una genética evolutiva de las aves y aunque sus poblaciones no están constituidas en las mismas proporciones, las aves tienen cierta “plasticidad” que las ha hecho sobrevivir pese a los cambios producidos por las actividades antropogénicas.
“Hace 500 años llegaban miles de especies al lago de Texcoco. Ahora buscan otros refugios en la ciudad por más austeros que nos parezcan, como el caso de los pequeños cuerpos de agua en el Bosque de Aragón, donde se pueden ver especies migratorias”, señala y comenta que en el caso de la construcción del nuevo aeropuerto se necesitarán restaurar áreas para darle continuidad al paso histórico de las poblaciones visitantes aunque es innegable que las luces y los ruidos tendrán un impacto.
“La gran ventaja de nuestro vasto territorio es que favorece una gran cantidad de ambientes por lo que sigue concentrando muchas especies”, comenta Gurrola, mientras que el experto de CONABIO menciona que durante la época de migraciones (de octubre a marzo) todo el país se convierte en territorio de aves migrantes. “Canadá, EU y México forman una especie de triángulo y nuestro país es un vértice, un cuello de botella por donde todas las especies tienen que pasar”.
La evolución de las técnicas de rastreo
Peso, tamaño y potencia, condicionan las estrategias de vuelo. Las aves grandes, principalmente terrestres, suelen utilizar el planeo térmico aprovechando columnas de aire caliente ascendente. Las aves marinas utilizan el llamado planeo dinámico, que consiste en ganar altura contra el viento. Aves marinas como los pelícanos, utilizan además otras estrategias, como el vuelo en grupo, formando una especie de “V” invertida que les ayuda a evitar remolinos de aire y tener buena visibilidad en conjunto. Las aves migratorias nocturnas suelen volar a mayor altitud que las diurnas, ya que deben evitar las grandes cadenas montañosas e infraestructuras urbanas, sin embargo se ven más afectadas por la contaminación lumínica que dificulta su orientación.
Pero sin importar la forma e itinerario de vuelo elegido, rastrear sus trayectos se ha vuelto más sencillo en la última década. Rodríguez Contreras señala que antes lo único que se sabía es donde se reproducían en el verano y luego donde se reunían en el invierno, pero no había una forma para determinar su ruta específica. “La información se recolectaba mediante anillos en sus patas, pero probablemente de cada cien anilladas en el norte, sólo una se podía recuperar en el sur. Ahora hay avances con geolocalizadores cada vez más pequeños que son colocados incluso en especies de poca talla. Hace diez años los transmisores más pequeños eran muy pesados y sólo se podían colocar en aves rapaces o marinas, pero ahora pesan pocos gramos y pueden colocarse en aves pequeñas de las que hay menos datos”
Estos instrumentos se recuperan después, pero hay algunos que además son desechables y se colocan con una especie de resorte que se degrada para que se desprenda del ave sin lastimarla. “El problema es que esta tecnología es un poco costosa, pero conforme avanza se vuelve más accesible. Gracias a este tipo de instrumentos sabemos ahora que muchas de las aves en riesgo están migrando por el Golfo de México y están llegando a la península de Yucatán a quedarse en los últimos pedazos de selva bien conservada que nos quedan. Esto es un punto muy importante para la conservación de aves a nivel Norteamérica”.
El especialista señala que de manera conjunta con las otras dos naciones se está tratando de crear una gran base de datos con la información histórica recabada con los anillos. “EU tiene muchos proyectos de este tipo y nosotros queremos sumarnos a este esfuerzo. Otra cosa muy importante que hemos tratado de hacer es que la gente en general se involucre en la conservación”. Explica que los proyectos de ciencia ciudadana en diversas plataformas en Internet han resultado muy exitosos pues la gente comparte los avistamientos brindando datos de vital importancia sobre fechas, rutas y comportamientos.
“Este interés también se hace evidente en los clubes y grupos de observación de aves que han crecido exponencialmente. Actualmente existe al menos uno en cada estado. Esto es un reflejo de que la gente se está dando cuenta que la observación de aves es una actividad entretenida y desestresante, pero cuando se involucran también se concientizan del medio ambiente en el que estamos insertos y de que su disfrute y conservación finalmente nos corresponde a todos”.