La secuoya roja (Sequoia sempervirens) requiere del fuego para sobrevivir. Este fornido árbol en peligro de extinción, pero que aún habita los bosques de California y Oregón, produce unos conos donde guarda recelosamente las semillas que pueden quedar encerradas durante décadas. Las temperaturas elevadas, como las de un incendio, son las que favorecen su salida. Esta condición se denomina serotinia y también está presente en los pinos, las especies dominantes en los bosques de coniferas en México.

El fuego es un elemento esencial para mantener la dinámica de los ecosistemas forestales, sin embargo a causa de los cambios climáticos y el abuso de ciertas prácticas humanas, el fuego sin control se puede convertir en una amenaza para la biodiversidad y el hombre. A escala mundial, según información de la FAO, los incendios forestales son una fuente importante de emisión de carbono que contribuye claramente al calentamiento mundial. A nivel regional, este impacto ecológico se caracteriza además por ser capaz de alterar el ciclo hidrológico con consecuencias sobre ecosistemas marinos (como los arrecifes de coral), e influir en el comportamiento de las especies, pues incluso el humo puede reducir significativamente los procesos de fotosíntesis.

Existen herramientas de la ciencia y la tecnología que han evolucionado para un mejor control de este elemento. Juan Manuel Frausto, Director del Programa de Conservación de Bosques y Cuencas del Fondo Mexicano para la Conservación de la Naturaleza, A.C. (FMCN) señala que en términos de predicciones, la Comisión Nacional Forestal (CONAFOR) incorpora información de alerta temprana de incendios mediante sistemas de índice de peligro, basados en información del Sistema Meteorológico Nacional (SMN) que trabaja en cooperación con el Área de Análisis Satelital (SAB) de la NOAA-NESDIS.

Para prevenir un incendio, los monitoreos de sequías son fundamentales con tres variables básicas a considerar: el grado de sequedad de los materiales, las altas temperaturas y la presencia de vientos mayores a 30 kilómetros por hora. La CONAFOR verifica diariamente estos elementos que representan un riesgo más alto en los puntos donde se encuentran las variables.

“En lo que se refiere a detección de incendios y prevención, el país está bien preparado”, señala Frausto y agrega que otra herramienta tecnológica con reconocimiento internacional es el monitoreo de puntos de calor que empezó a implementarse en 1998 por la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO) y que funciona a través de sensores remotos. En ese año 14 445 incendios forestales afectaron al país en 849 632 hectáreas, lo que impulsó la creación de la herramienta. Actualmente la cifra promedio de incendios es de alrededor del 50% de ese pico histórico.

“Se trata de un proyecto nacional que está complementado por un sistema mediante el cual se envía la alerta a diferentes instituciones sobre la prevalencia de los puntos de calor. Este funciona muy bien en particular para zonas remotas. Si el incendio está en el Ajusco, se percibe fácilmente en la CDMX, pero si hablamos de las montañas de Coahuila, con áreas de difícil acceso, este sistema facilita la localización de la alerta”, puntualiza y agrega que este Sistema de Alerta de Incendios, basado en puntos de calor diurnos y nocturnos detectados por imágenes MODIS, mantiene la información para consulta en línea y desde 2004 tiene cobertura hasta Centroamérica.

Drones y redes humanas

El miembro del FMCN señala que además de las herramientas tecnológicas, hay redes humanas de vigilancia que trabajan en torres ubicadas en diferentes puntos del país como parte de brigadas oficiales o comunitarias.

México cuenta con 138 millones de hectáreas de vegetación forestal, equivalentes al 70% del territorio nacional. Los principales ecosistemas que componen esta superficie son: matorrales xerófilos (41.2%), bosques templados (24.24%), selvas (21.7%), manglares (1.06%) y otras áreas forestales (11.8%). Según datos de CONAFOR, en nuestro país se detectaron 5391 incendios en 32 entidades durante los primeros cuatro meses del año. En el mismo perido durante 1998, se registraron más de 10 mil eventos; mientras que durante 2015 se detectó el número más bajo de incendios en veinte años: 2530.

Frausto explica que la intensidad que puede alcanzar un incendio depende de dos grandes elementos: las condiciones naturales y sociales específicas de cada región, y la infraestructura que poseen los diferentes países con áreas forestales. Además de los sensores remotos y de los índices de peligro basados en combinaciones de variables climáticas, muchos países introducen flotas de vehículos no tripulados para enriquecer sus secuencias de datos. “Dependiendo de la efectividad y costos del vehículo no tripulado, se puede enriquecer la información dependiendo de su radio de cobertura” señala el experto y agrega que en el futuro es bastante factible que empiecen también a utilizarse este tipo de herramientas en nuestro país de manera rutinaria porque generan información detallada de los lugares explorando la topografía del terreno y generando datos específicos para guiar a las brigadas.

Algunos de los países más afectados en los últimos años por los incendios forestales son Estados Unidos, Australia y Chile, países en los que se han registrando incendios devastadores debido a la acumulación de materia orgánica. “Siempre estará el riesgo de que se queme este material, tal como el peligro que representa la acumulación de biomasa de los grandes tiraderos de basura en las afueras de la Ciudad de México. Algo que ayuda mucho a minimizar el riesgo es la reducción controlada de vegetación”, señala.

El experto explica que en las zonas forestales donde no hay actividad humana, hay más acumulación de combustible y por lo tanto más riesgos. Sergio Madrid, Director General del Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible (CCMSS) señala en este sentido que aunque se piense lo contrario, los bosques habitados representan un valor muy importante contra el fuego; y el México rural está habitado por muchas comunidades de este tipo. “Tenemos regiones forestales pobladas que responden de manera inmediata ante alarmas de incendios porque finalmente viven de su bosque”, señala. “El control de los incendios ha sido bastante positivo en nuestro país. El control de afectación no pasa de 35 hectáreas por evento, una tasa baja a nivel mundial, a pesar de que estamos en una zona seca de transición entre Norteamérica y Centroamérica”.

Compromiso rural

Según datos del Programa Nacional Forestal 2014-2018, 39% de los incendios forestales se debe al uso no controlado en actividades agropecuarias, mientras que el 22% corresponde a fogatas y cigarros. Madrid comenta que a pesar del compromiso de la población rural por conservar el patrimonio natural del que vive, hace falta redoblar esfuerzos mediante acuerdos con los usuarios que hacen uso de la tierra para ciertas actividades. “Por ejemplo, los cañeros, usan mucho fuego para levantar su cosecha, así como los involucrados en las actividades de pastoreo con ovejas y cabras, pues utilizan este elemento en los procesos productivos para poder renovar sus pastos”.

Para Madrid lo óptimo sería entablar acuerdos con productores agropecuarios y agrícolas para asumir buenas prácticas de manejo de fuego. “Es algo que no se puede prohibir porque forma parte de los procesos productivos desde hace cientos de años, pero se pueden adoptar mejores prácticas a partir de incentivos económicas y de políticas públicas”, señala.

Algunos datos que ha logrado sistematizar el CCMSS es que en México hay alrededor de 14 mil ejidos, 45% del total, que poseen al menos 200 hectáreas. “Hace falta generar capacidades en los propietarios de toda esta tierra para crear comités comunitarios que prevengan incendios también con acuerdos básicos para el uso del fuego. Se deben poner reglas, como en qué horarios y temporadas ya no se puede usar este elemento”.

Madrid señala que la población rural de México sigue siendo importante, pues la revisión histórica de hace un siglo muestra que tenemos más del doble de la población de este tipo que hace 100 años. Los bosques son el hogar del 80% de las especies de plantas, animales e insectos de la Tierra. Además, regulan el clima, previenen la degradación ambiental y reducen los riesgos de desastres naturales, pero también 25% de la población mundial depende de sus recursos para sobrevivir. “En México, 50% de los alimentos provienen de pequeños productores, por lo que se puede hablar aún de una población rural muy activa. Este es un elemento que vale la pena subrayar y por lo que hay que generar capacidades junto a ellos”.

Más del 90% de las causas de los incendios forestales en México son humanas, pero para los expertos esta cifra también significa que mediante estrategias también humanas, se puede minimizar el impacto. “Esto también tiene que ver con que cuando los ciudaddanos estén en áreas naturales eviten tirar basura o dejar prendidas fogatas o cigarros, que también forman parte de la cultura de prevención”, apunta Frausto.

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