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En el mundo existen más de 20 especies de cocodrilo y tres de ellas habitan nuestro país. El biólogo Hesiquio Benítez, director general de Cooperación Internacional e Implementación de la CONABIO, explica que el cocodrilo moreletti, también conocido como cocodrilo de pantano, vive principalmente en toda la costa del Golfo de México y la península de Yucatán hasta llegar a Chiapas.
En el caso del cocodrilo de río, la especie se concentra en Sinaloa, pero abarca toda la costa del pacífico hasta darle la vuelta a parte de la península de Yucatán. La tercera especie, el caimán crocodilus, solamente está en Chiapas. Las tres especies son muy diferentes entre sí, pero la del moreletti tiene una peculiaridad que lo vuelve muy apreciado: tiene una piel de excelente calidad, de entre las dos o tres mejores pieles de cocodrilo en el mundo.
Esta cualidad ha sido aprovechada para realizar un proyecto piloto de producción de pieles de cocodrilo de pantano en México y el ejido Chacchobén de Quintana Roo se convirtió en la primera localidad del país en obtener su registro como Unidad de Manejo para la Conservación de la Vida Silvestre (UMA) extensiva para la conservación y aprovechamiento sustentable de esta especie.
Los cocodrilos de pantano se reproducen una vez al año. Entre febrero y abril se cortejan, para durante mayo y junio poner alrededor de 35 huevos (dependiendo del tamaño de la hembra) en nidos de hojarasca y materia orgánica.
Hasta ese momento su historia es relativamente sencilla, pero después las cosas se complican, pues las posibilidades de nacimiento y supervivencia de las crías en el medio silvestre son de apenas 10%. Sin embargo, mediante cuidados específicos en incubadoras y protección posterior al nacimiento, la taza de supervivencia puede aumentar al 90%.
Hesiquio Benítez indica que si bien las tres especies de cocodrilos que habitan nuestro país estuvieron en peligro de extinción en los años 70, hubo una serie de medidas y vedas que han permitido su recuperación. A través de monitoreos anuales que CONABIO coordina con un grupo de especialistas de instituciones académicas, se sabe que las poblaciones de cocodrilo de pantano están fuera de peligro. En 2012, el gobierno de Estados Unidos levantó la veda para poder importar productos de esta especie porque ya no está en peligro de extinción.
En México se estima una población de cerca de 70 mil ejemplares de cocodrilos de pantano que viven de manera silvestre, esto es sin tomar en cuenta a los que habitan en granjas. “Son estudios conservadores y validados por científicos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN)”. Benítez enfatiza que esto no significa que México permita la cacería de cocodrilos, lo que se está proponiendo es el aprovechamiento sustentable de la especie mediante la recolección de huevos y cuidado de especies con monitoreo y asesoramiento específico.
Estrategia sustentable
Benítez explica que el modelo de este proyecto ya se ha aplicado con éxito en otros países como Australia, EU, Sudáfrica, Argentina, Colombia y Venezuela. Es una práctica útil y generosa porque el éxito de supervivencia de la especie es muy alto. Pasamos de un escenario de pérdida a otro de ganancia, además, cuando los animales son cuidados y alimentados de manera adecuada, crecen mucho más rápido que en el medio natural y se producen pieles de excelente calidad que se pagan muy bien en el mercado internacional”.
Es así que lo que está promoviendo CONABIO, es que a través del modelo de las UMAs se puedan producir pieles de cocodrilo que generen beneficios en las comunidades y al mismo tiempo éstas se comprometan a la conservación de los ecosistemas donde habitan. “En este caso, se están comprometiendo a proteger más de 4 mil hectáreas del hábitat de cocodrilo. Esta es una estrategia para evitar que las selvas sean destruidas con la siembra y también es un medio para permitir la recuperación de un ecosistema que cuando está de pie ayuda a aguantar huracanes, funge como “guardería” de peces, aumenta el número de polinizadores, provee madera, en fin, da más oportunidades a las comunidades a diferencia de lo que significa perder la selva”.
Además de Cocodrilia, la granja donde serán llevadas las crías para su cuidado y ciclo productivo, este proyecto también cuenta con la colaboración de RESP (Responsible Ecosystems Sourcing Platform), una organización suiza que funciona congregando marcas de la industria de la moda que están interesadas en que sus materiales tengan un origen que sea sustentable, legal y trazable. “Ellos han decidido que uno de sus proyectos pilotos sea en México, es así que esto se hace por primera vez a nivel internacional”.
El proyecto piloto está contemplado por tres años. Benítez señala que el plan de manejo ya se escribió, revisó y aprobó, pero aún se necesitan detallar acuerdos entre las partes. El gobierno de Quintana Roo también está interesado en aportar recursos y asociarse para cuatro líneas de trabajo: continuar el monitoreo, expandir el modelo de conservación, brindar equipo y capacitación a los ejidatarios, y apoyar a la granja. Después del periodo de apoyo, se espera que las comunidades puedan seguir el proyecto por sí mismas, garantizando los acuerdos ambientales.
“El mercado a nivel mundial maneja millón y medio de pieles de cocodrilo. México comercializa un máximo de 2 mil pieles, que no es nada. El potencial es muy grande porque es una piel de mucha mayor calidad que la de EU, por ejemplo”. Benítez dice que los precios de las pieles de cocodrilo de pantano son variables, pero se calculan en alrededor de 15 dólares por centímetro cuando la piel está en perfectas condiciones. “Esta actividad comercial puede detonar muchas más actividades, como ecoturismo basado en programas de educación ambiental. Puede ser una contribución importante a las comunidades rurales”.
México tiene regulado el comercio de pieles desde hace 20 años mediante granjas de ciclo cerrado, es decir que utilizan ejemplares reproductores sólo de segunda generación. “Las granjas que hay en el país han estado funcionando así desde hace mucho tiempo, pero su producción es mínima, es por eso que una forma de aumentar la producción es la asociación con comunidades que se comprometen a la conservación del hábitat”, explica el especialista.
Dos décadas de UMAs
Las Unidades de Manejo para la Conservación de la Vida Silvestre (UMAs) son espacios autorizados por la SEMARNAT que promueven esquemas alternativos de producción compatibles con la conservación de la vida silvestre, beneficiando a las comunidades que viven en torno a una especie en peligro a cambio de su cuidado y conservación de su hábitat. Estos modelos de conservación cumplen dos décadas de vida en nuestro país. “Abren una gama de oportunidades, pues a pesar de ser las más ricas en biodiversidad, muchas zonas del país son también las más pobres”, señala Benítez, quien especifica que hay más de 10 mil UMAs en todo nuestro territorio.
Para el experto de Conabio, algunas de las más exitosas son las de borrego cimarrón en el norte del país. Estos proyectos han logrado aumentar las poblaciones de este animal que es muy cotizado para la cacería. Se brindan permisos de caza dependiendo de la población de borregos que se tenga y luego se subastan a un alto precio con un ingreso importante para las comunidades que protegen a los animales y su territorio porque saben que hay una situación de recíproca ayuda en este cuidado.
Para el entrevistado, actualmente el reto es diversificar los programas y esto también requiere de mayor conocimiento de las especies y su entorno. “Tenemos iguanas, serpientes, tarántulas, entre muchas otras especies que están incluidas en el comercio internacional de manera ilícita. Con cuidado y orden, tendríamos que aprovechar la gran biodiversidad que poseemos, pues la ilegalidad también se da por desconocimiento. La manera legal de hacerlo es tener buenos planes de manejo que apoyen la conservación”.