Yuri Gagarin fue elegido entre 3 mil 500 hombres que querían ser los primeros en viajar al espacio. Su 1.57 de estatura ayudó en la selección, pues se necesitaba un hombre que cupiera en el pequeño módulo habitable del Vostok 1 que había diseñado el Programa Espacial Soviético. Las exhaustivas pruebas de resistencia física y psicológica fueron las que finalmente determinaron que pudiera abordar la nave con la que haría historia el 12 de abril de 1961. Después de subir a la cápsula y transcurridos 153 segundos de vuelo, en la ventanilla apareció el paisaje del inmenso globo terráqueo de donde había despegado. No se pudo contener, el espectáculo era hermoso y rompiendo el protocolo se lo gritó al mundo mientras se elevaba a más de 28 mil kilómetros por hora.

La Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el 12 de abril como el Día Internacional de los Vuelos Espaciales Tripulados. Desde su promulgación, hace seis años, la intención ha sido conmemorar el principio de la era espacial y destacar la idea de que la ciencia y la tecnología contribuyen de manera crucial a conseguir los objetivos de desarrollo sostenible, pues aumentan el bienestar de la humanidad gracias a los conocimientos derivados mediante estas experiencias. Para la ONU esta efeméride también es un medio de fomentar el uso del espacio ultraterrestre con fines pacíficos y un recordatorio para luchar por mantener al espacio como patrimonio común.

La historia de Yuri Gagarin, el hijo de campesinos del pequeño pueblo ruso de Klúshino que se convirtió en un cosmonauta legendario, es sólo la primera página de esta historia. Después de 56 años de ese episodio, 593 personas han estado en el espacio. Casi 50% de esta cifra corresponde a estadounidenses, mientras que 20% está compuesto por rusos.

Los demás viajeros de esta exclusiva lista son ciudadanos de otras 38 naciones, incluido México. Rodolfo Neri Vela fue el primer astronauta mexicano en visitar al espacio. En 1985 formó parte de la tripulación de la Misión STS 61-B, en el Transbordador Espacial Atlantis. Su viaje fue resultado de un acuerdo entre la NASA y la Secretaria de Comunicaciones y Transportes (SCT), pues viajó como especialista de carga en una misión de siete días con el objetivo de poner en órbita tres satélites: el Morelos II (México), AUSSAT-2 (Australia) y SATCOM (EU). Nacido en California, pero de origen mexicano, José Hernández Moreno, también visitó el espacio en 2009 durante la misión STS-128, que por medio del Transbordador Discovery, se encargó de transportar equipo, comida y agua a los astronautas de la Estación Espacial Internacional (ISS).

Del cielo a la Luna

Precisamente la ISS, un centro de investigación en la órbita terrestre, que inició a construirse a finales de los noventa, representa un lugar de cooperación mundial que ha fortalecido los terrenos de la exploración espacial realizada directamente por personas que se encargan de experimentar en carne propia diferentes aspectos de la vida en el espacio. Los retos han ido creciendo. Durante el viaje de Gagarin, la meta de la misión era básicamente que no muriera durante el corto trayecto, pero medio siglo después el reto es lograr la sobrevivencia en el espacio por largos periodos y en las condiciones más extremas para lograr una de las metas más ambiciosas en la historia de los vuelos espaciales tripulados: llegar a Marte.

El regreso de los humanos a la superficie lunar tampoco está descartado. Aunque la exploración actual se ha concentrado en el diseño de vehículos robotizados, existen planes para que el hombre vuelva a pisar la superficie lunar, como alguna vez lo hiciera mediante el exitoso programa Apolo de la NASA. Este proyecto comenzó en julio de 1960, como continuación de la misión Mercury, que tenía como objetivo el diseño de una nave segura para llegar a la órbita terrestre. Después, los objetivos se volvieron más ambiciosos y finalmente la llegada a la Luna se realizó en 1969 durante misión Apolo 11, comandada por Neil Armstrong, Edwin Aldrin, y Michael Collins. Durante las 17 misiones Apolo, fueron 12 los astronautas que lograron pisar el satélite.

Armstrong vivió hasta los 82 años y en una de sus últimas entrevistas decía que paradójicamente los momentos más angustiantes y emocionantes de su vida fueron los doce minutos previos a su llegada a la Luna. Sabía que sólo tenía 50% de probabilidades de realizar un alunizaje exitoso en el primer intento y cuando el piloto automático se preparó para descender sobre la pendiente de un enorme cráter, pensó que la balanza de sus probabilidades se estaba cargando hacía el lado negativo. Fue entonces cuando decidió tomar el control de la nave y aterrizarla tal como si fuera un helicóptero. En la entrevista decía que estaba seguro que un día alguien regresaría para recoger un objeto olvidado por él. Según los planes de la NASA, ese día podría situarse en 2021.

La vida en el espacio

El desarrollo de alimentos adecuados para la vida en el espacio ha sido fundamental en las misiones espaciales tripuladas. A pesar de que se han empezado a cultivar de manera exitosa algunos alimentos (básicamente lechugas) en el espacio, la comida transportada constituye hasta el momento la principal fuente de energía y nutrientes.

Desde sus primeros viajes fuera de la Tierra, este tipo de alimentos han experimentado una gran evolución. En el estudio La alimentación en los viajes espaciales tripulados: desde el Programa Gemini hasta la ISS/Shuttle, publicado por la Universidad de Valencia, España, se dice que los primeros alimentos espaciales eran diseñados para ofrecer una gran densidad energética y nutritiva, pero actualmente se da prioridad a las características organolépticas (las cualidades físicas que impactan a los distintos sentidos), ya que contribuyen a un mayor consumo y un mejor estado nutricional de los astronautas.

Según dicho estudio, durante los primeros programas espaciales de la NASA el suministro de alimentos se basaba en cubitos pequeños de carne, fruta, postres y pan que ofrecían 2 890 calorías de alimento envasado, sin embargo el sabor era tan malo que muchas de las comidas permanecían intactas de regreso a la Tierra. Durante la misión del Apolo 7 se introdujo una mayor cantidad de alimentos rehidratables con un menú de hasta 72 variantes. Actualmente este tipo de comidas se combinan con termoestabilizados, como si estuvieran enlatados pero en bolsas flexibles.

Según datos del proyecto piloto MELISSA, de la Agencia Espacial Europea (ESA), para hidratar un kilo de comida en el espacio, se requieren tres litros de agua y un kilo de oxígeno, por lo que se requieren métodos para recuperar estos elementos, pues trasportarlos cuesta cientos de miles de dólares. El mencionado proyecto de la ESA experimenta en la recreación de un ecosistema artificial capaz de generar oxígeno, agua y alimentos a partir del reciclaje de residuos.

Los Vuelos Espaciales Tripulados se han convertido en una fuente de conocimiento con alcances a corto, mediano y largo plazo. Actualmente uno de los estudios sobre el organismo humano en el espacio que más información está generando es el de los gemelos Kelly, uno de los cuales viajó por un año al espacio, mientras otro permaneció en Tierra. Se investiga el por qué se alargaron sus telómeros. Estas estructuras de ADN se encuentran en los extremos de los cromosomas y se relacionan con el pasar de los años. ¿Realmente rejuveneció Kelly? Los científicos confían en encontrar aún más sobre los orígenes de la vida, e incluso, la regeneración de la misma, en las experiencias humanas en el espacio.

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