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La CDMX es la primera ciudad del mundo en subsidencias, término utilizado en el argot científico para nombrar a los hundimientos, deformaciones o desplazamientos del terreno. Para especialistas como el doctor José Antonio Hernández Espriú, jefe de la División de Ciencias de la Tierra de la Facultad de Ingeniería de la UNAM, es impresionante que en México no se haya formado una entidad gubernamental responsable de diseñar protocolos basados en amplias redes de monitoreo y estudio para alertar y planear estrategias concretas, pues de esta forma se podría lidiar con un fenómeno que afecta constantemente la vida cotidiana.
La primera causa de las subsidencias tiene que ver con la naturaleza propia de los sedimentos de este territorio. “Una frase que utilizan muchos especialistas y que describe bien el problema es que la Cuenca de México no pierde su memoria lacustre”, señala el especialista y explica que estamos asentados en un lago con sedimentos arcillosos que retienen gran cantidad de agua. “Son materiales de alta porosidad, pero de muy baja permeabilidad, esto quiere decir que pueden absorber mucho material hídrico. Otra característica es que son dúctiles, es decir deformables, y que generan compresibilidad en el terreno”.
Explica que los hundimientos son históricos aún sin tantas edificaciones y extracción de agua. “Las bitácoras de obra del Palacio de Minería, construido entre 1797 y 1813, muestran que hay indicios de que a las dos o tres semanas de que comenzaron a realizar las excavaciones para la cimentación, ya había hundimientos en esta zona del Centro Histórico. Lo que pasaba y pasa es que por la naturaleza de los sedimentos arcillosos, que se denominan geomecánicamente elastoplásticos, se favorece el hundimiento, pues el subsuelo funciona como un sistema elástico”.
¿Agua que no has de beber?
Hernández Espriú explica que si bien el terreno lacustre provoca en primer lugar los hundimientos, el problema se intensifica ante la extracción intensiva del agua, pues de esta forma se acelera la compresibilidad del medio. Según datos de SACMEX, la ciudad consume alrededor de 45 metros cúbicos de agua por segundo y más del 60% de agua consumida se extrae del subsuelo a través de pozos, sin embargo los acuíferos del Valle de México tiene un balance negativo entre extracción y recarga. “Es como si se tratara de una llanta que al ser inflada se expande, pero si se saca el aire, el caparazón se comprime. Mediante cientos de pozos, se ‘despresuriza’ el sistema”.
Otros fenómenos identificados y que contribuyen a esta problemática son: la carga estática de los edificios e incluso las fugas constantes en la red de drenaje. Mientras muestra una imagen de la zona de Aragón en 1936, en la que un poste marca la altura del suelo, se aprecia el hundimiento actual en esa zona de un total de ocho metros.
Señala que según los niveles de subsidencia por unidad de tiempo, la CDMX supera incluso a otras que se han mantenido sobre terreno hídrico, como Venecia. Enfatiza que sin embargo es un problema complejo que no se estudia con detalle desde las instancias gubernamentales, sino mediante esfuerzos individuales principalmente de las diferentes instancias académicas.
Según el primer mapa de vulnerabilidad del acuífero capitalino generado hace unos años por un equipo encabezado por el entrevistado y el doctor Enrique Cabral Cano, del Instituto de Geofísica de la UNAM, en la CDMX se reportan hundimientos de hasta cuarenta centímetros por año, principalmente en la zona oriente de este territorio. Esto debido a que allí se encuentra el mayor espesor de sedimentos en el subsuelo.
En la investigación referida y con las herramientas de la red de monitoreo de GPS diferencial del Instituto de Geofísca (instalada en diferentes puntos del Valle de México), se logró crear una cartografía de la subsidencia en la CDMX para determinar también la vulnerabilidad del acuífero, es decir que tan fácilmente se puede contaminar. “La idea de este mapa fue crear una especie de semáforo muy fácil de leer. En teoría el GDF lo quería para gestión de gasolinerías, pues las zonas más vulnerables merecen vigilancia detallada. Se necesita supervisar que los tanques subterráneos de almacenamiento no se rompan y si sucede realizar monitoreo ambiental de manera puntual... Si una grieta es capaz de romper la calle, claro que también puede a romper un ducto y contaminar una fuente”, afirma el especialista. Agrega que, sin embargo, no sabe si finalmente el GDF hizo uso de esta investigación en la toma de decisiones, pues generalmente las herramientas científicas no se les da el peso que merecen con estudios de seguimiento, ya que se generalmente se buscan soluciones inmediatas sobre problemas que se han ido gestando por décadas.
En las zonas de Iztapalapa, Aeropuerto, Texcoco, y sobre todo Chalco, se encuentra la mayor incidencia de fenómenos relacionados con el desplazamiento de terreno. “Precisamente en Chalco, que era el centro de este gran lago, se han medido 400 metros de espesor de estos sedimentos, mientras que en el Centro Histórico está entre 70 y 80 metros”. Sin embargo, otras zonas que también han presentado problemas importantes muy evidentes en últimas fechas son Chapultepec y Xochimilco. El especialista señala que en diferentes grados y formas, todas las delegaciones sufren algún tipo de afectación del género.
Hernández Espriú explica que finalmente el origen de las grietas en el subsuelo tienen diversos orígenes. Por ejemplo en el caso del Oriente del Valle de México predominan las llamadas “grietas de tensión” que se generan por los hundimientos diferenciados. Los desplazamientos de terreno también pueden tener otros detonantes, como esfuerzos tectónicos de reacomodo natural de las rocas hasta consecuencias por las transiciones de un terreno que se “humecta” y se seca. Dice que esto podría estar pasando en Xochimilco, incluso como parte de una combinación de causas, como el que la zona donde confluye el agua de Xochimilco también esté conectada con puntos de extracción de agua.
Impulso científico
La CDMX no es la única que tiene problemas de hundimientos, el experto explica que toda la zona del Bajío tiene subsidencia, como se manifiesta claramente en estados como Querétaro, San Luis Potosí, Agusacalientes y Guanajuato. “Los GPS calibrados con precisión milimétrica van midiendo con intervalos de tiempo pre-programados para observar los desplazamientos según las fluctuaciones del terreno. El gobierno debería de invertir y tener una red enorme de monitoreo abierta a la comunidad científica. Para un proyecto de estas magnitudes se requiere que la autoridad esté involucrada para que sean vigilados correctamente”, señala y agrega que desgraciadamente no se han generado de manera ordenada suficientes datos científicos sobre el tema.
Hernández Espriú señala que sin embargo existen ejemplos de delegaciones que mantienen un monitoreo más cercano de sus grietas, como la referida Iztapalapa, quien tiene el apoyo del Centro de Geociencias. Por otra parte la delegación Álvaro Obregón mantiene estudios constantes apoyados por la Facultad de Ingeniería, sobre todo por los riesgos que significa su terreno cavernoso. “Cada delegación debería tener presupuesto para proyectos científicos, pues se necesita entender perfectamente el comportamiento del subsuelo para integralmente mejorar los planes de gestión de acuíferos y riesgos geológicos”.
El experto subraya que los terrenos afectados por hundimiento no recuperan su nivel original, pero existen posibles estrategias para intentar desacelerar un proceso que según sus estudio muestran un patrón de desarrollo lineal para los próximos veinte años. “Se tendría que frenar la extracción masiva de agua y ver en que épocas ésta se puede sustentar o reponer a través de la importación de otra Cuenca, de colecta de agua de lluvia, o del reequilibrio del subsuelo por medio de la recarga artificial”.
Las alternativas finalmente están muy relacionadas con el tratamiento de aguas residuales. “La mayoría de esta agua se va hacía el Valle del Mezquital con todo y su carga de contaminantes”. Explica que actualmente sólo se puede tratar máximo la cuarta parte del toral de este tipo de agua, aunque existe el plan de la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales Atotonilco, que se construye actualmente en Tula, Hidalgo, y que promete duplicar la capacidad actual, “La pregunta es qué parte se utilizará para recarga de acuíferos”.
Según las experiencias internacionales de España, Israel, EU y Australia, la recarga gestionada ha resultado muy positiva para desacelerar el tipo de problemas que nos aquejan. Ejemplifica que en Arizona hay un modelo de parques urbanos con pequeños lagos que recargan acuíferos y mejoran el paisaje urbano. El agua proviene de plantas de tratamiento que las lleva hasta los parques donde son infiltradas al subsuelo. “No se tiene que construir una mega planta e invertir millones. Si en cada parque urbano de la Cuenca hubiera una pequeña planta de tratamiento de dos o tres metros cúbicos y pequeñas infraestructuras de lagos, hasta se mejoraría la calidad de vida con el entorno arquitectónico. Desgraciadamente estamos muy lejos de esos modelos”, concluye.