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La naturaleza pone su huella con una paleta de colores que pasa sin ningún problema del rojo al azul. Las antocianinas son las responsables de estas pinceladas. Se trata de pigmentos hidrosolubles que se hallan en las vacuolas de las células vegetales y tiñen hojas, flores y frutos. Esta también es una forma de proteger a la planta de la radiación ultravioleta o atraer insectos polinizadores, pero también se han desarrollado con estas sustancias una amplia gama de productos para el consumo humano. Los pigmentos de las plantas son sólo uno de los temas de “Los secretos de las flores”, uno de los cincuenta módulos de la Feria de Ciencias de la UAM que se celebra del 7 al 12 de noviembre.

Instalada sobre la explanada de la UAM Iztapalapa (UAM-I) en una especie de laboratorio ambulante, la Feria de Ciencias cumple su décimo aniversario como una plataforma de conocimiento que busca acercar al público en general a la ciencia. Con una gran variedad de temas, que van desde un acercamiento a la vida de los roedores en las zonas áridas de México, hasta el funcionamiento de los exoesqueletos y el banco de germoplasma; las temáticas de la feria están enfocadas en conectar de una manera lúdica a los visitantes que buscan un acercamiento menos intimidante con el vasto universo científico.

Agua que sí has de beber

Para el doctor Juan José Santibáñez Santiago, Jefe del Área de Estudios Rurales y Urbanos del Departamento de Sociología UAM-I, este es un evento muy importante porque es un espacio que le permite a la ciencia abrirse a todo tipo de público. “La gran mayoría de las investigaciones se desarrollan en espacios cerrados: laboratorios, cubículos o áreas especiales de investigación y experimentación con acceso limitado. Los resultados y avances, también se difunden de manera muy cerrada, como revistas de circulación restringida, pero la sociedad en general no tienen manera de acercarse a los resultados. La feria ha buscado que la comunidad de investigadores y estudiantes, así como los vecinos de la universidad, puedan ver de manera inmediata y sencilla los avances de las diversas investigaciones que se generan”.

El especialista señala que justamente el contacto que se ha propiciado con la sociedad en general, ocasionó que los vecinos de Iztapalapa le plantearan directamente a los investigadores su problemática sobre el agua, pues la escasez global del vital líquido, se vive cotidianamente y de manera enfática en el microcosmos particular de esta zona de la CDMX.

La poca agua que recibe Iztapalapa también es de muy mala calidad, por lo que urgía una solución a corto plazo. El doctor Santibañez explica que ante las demandas de la comunidad, se reunió un grupo constituido por alrededor de 150 especialistas para diseñar con tecnología accesible un sistema de captación de agua con las características de las normas oficiales, tanto para servicios higiénicos como para consumo humano.

Los investigadores identificaron a las escuelas como puntos estratégicos para empezar a probar su proyecto, pues son los lugares que marcan a las siguientes generaciones y que simplemente dejan de funcionar cuando no hay agua. “Es un problema verdaderamente dramático. Es así que nos concentramos en formular el diseño de un sistema de cosecha de agua de lluvia para escuelas primarias y secundarias”. Este sistema se comenzó a desarrollar en las escuelas de la Sierra de Santa Catarina, un área de reciente poblamiento en Iztapalapa con medio millón de habitantes.

Este tipo de proyectos de recolección pluvial que se comenzaron a instalar hace cuatro años, se han convertido hoy en parte de los proyectos insignia de la UAM. Aunque apelan a satisfacer las necesidades más inmediatas de las comunidades aledañas, sus ventajas se han ido extendiendo por varias áreas del territorio capitalino. “A la fecha podemos decir que el diseño se ha desarrollado bastante como para proveer de manera efectiva agua tanto para sanitarios como para bebederos. Actualmente tenemos alrededor de 30 mil beneficiarios con nuestros sistemas, así que creemos que la base está cimentada como para fundar un programa de política pública alternativa al abasto de agua de la Ciudad de México”.

El entrevistado explica que el secreto de estos desarrollos es que son sistemas muy sencillos que les permiten a las propias comunidades locales administrar su recurso hídrico y tener acceso a él, así como monitorear su calidad a través de los instrumentos que la universidad puede difundir.

Durante los cuatro años desde que empezó a funcionar el primer sistema, se han buscado recursos de distintas instancias como, la Delegación, la Asamblea legislativa y la Secretaria de Ciencia, Tecnología e Innovación. Esto les ha dado oportunidad de ampliar la intervención a otros entornos en otras delegaciones como Cuauhtémoc, Xochimilco y Milpalta. “Ahora esperamos tener los recursos suficientes para probar que no solamente podemos cosechar agua de buena calidad en escuelas con una población de entre 400 y 1500 alumnos, sino para complejos habitacionales de entre 60 y 100 casas”.

Explica que otra de las ventajas del proyecto es la obtención de agua de mejor calidad que la distribuida por la red, pues después de pasar por dos procesos de filtración, inclusive es mejor que la de algunas marcas de agua embotellada. “Este sistema permite tener agua de lluvia todos los días, pues los excedentes son inyectados al acuífero para recargarlo y en un corto plazo poder extraerlo en los meses sin lluvia”.

El poder de la ciencia

Por su parte, el Doctor Juan Antonio Reyes Heredia, quien forma parte de la planta de investigadores de la División de Ciencias Básicas e Ingeniería, otra de las tres divisiones de la unidad académica en Iztapalapa, señala que la idea fundamental de la Feria es finalmente crear conciencia en las nuevas generaciones sobre todo el poder que tiene la ciencia. Reyes Heredia dice que cuando este conocimiento puede llegar fácilmente a una comunidad primero, después hace eco con más facilidad en el desarrollo de todo un país.

En este sentido, una de las problemáticas fundamentales que vive México es la contaminación ambiental, por lo que en esta división se ha trabajado durante más de veinte años en el desarrollo de materiales catalíticos que contribuyen a producir combustibles ultra limpios y mejorar los procesos que existen en la refinación. “Hemos eliminado compuestos clorados muy peligrosos que se producen en la industria petroquímica pero que siguen siendo importantes en los procesos de las plantas, por lo que es muy importante encontrar alternativas más eficientes”.

Reyes Heredia señala que otra gran dirección de trabajo tiene que ver con la obtención de combustibles a partir de la biomasa. “El pensar en tener menos dependencia del petróleo nos hace ver el enorme valor que pueden tener algunos materiales, como diferentes ejemplos de desechos agrícolas que no compiten con el maíz o con algún grano, y de los que se puede obtener una gran variedad de productos, y en particular combustibles”, señala.

Para Reyes Heredia, uno de los grandes retos que tiene la ciencia en todas las áreas es su vinculación con la industria. “Cuando se desarrolla una patente a partir de un descubrimiento científico en nuestros laboratorios, tenemos que acercarla a alguien para que explote esa idea. Lo ideal sería tener siempre socios que de alguna forma se interesen por lo que se obtiene en los laboratorios universitarios y de esa manera hacer un círculo virtuoso con la parte productiva. Así se crearían los vínculos necesarios para que la sociedad se pueda beneficiar realmente de esa idea”.

Para el investigador aún falta construir estos lazos en México, pues la comunidad empresarial aún no está suficientemente vinculada con las universidades. Señala que el gobierno ha hecho esfuerzos en este sentido, pero se debe hacer más para construir esas redes que además faciliten que lo se trabaja en los laboratorios esté realmente en sintonía con lo que la sociedad demanda.

Ambos investigadores concuerdan que en este proceso no se debe descuidar un escalón primordial que es precisamente la divulgación de la ciencia como la que propone esta Feria; en donde las nuevas generaciones de científicos, e incluso de empresarios, empiecen a ver como algo natural las redes de apoyo detrás del conocimiento.

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