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Las galaxias reúnen enormes cantidades de estrellas, de gas y de polvo. Una como la nuestra, la Vía Láctea, puede tener unos 200 mil millones de estrellas, algo así como el número de cabellos de todos los habitantes de una ciudad como Cali, Colombia.
Este gran número de estrellas se agrupan principalmente en un centro exuberante rodeado por un disco delgado que gira alrededor y en donde se destacan cuatro brazos espirales. Todo esto les da a las llamadas galaxias espirales la imagen de un gigantesco remolino. Allí, un tanto alejados del centro de la galaxia, nos encontramos nosotros, en un sistema solar que gira alrededor de él, completando una vuelta cada 230 millones de años.
Hay fuertes indicios de que el centro galáctico está dominado por un enorme agujero negro, con tanta masa que equivaldría a más de cuatro millones de veces la de nuestro Sol. El agujero podría estar alimentándose y creciendo al engullir a más materia en su vecindario cercano.
Las sospechas comenzaron a comienzos de la década de 1970, cuando se propuso la hipótesis de la existencia de este exótico cuerpo en el centro de nuestra galaxia. En 1974, los astrónomos Bruce Balick y Robert Brown descubrieron una fuerte emisión de ondas de radio provenientes del corazón de la Vía Láctea, en lo que se denomina Sagitario A*. Estudios más recientes siguieron aportando pruebas de la presencia del monstruoso agujero negro, y de hecho se conjetura que podría haber uno de ellos en el centro de todas las galaxias.
Estos agujeros supermasivos de alguna manera servirían para generar la atracción suficiente para mantener a la galaxia unida, pero su origen sigue siendo motivo de estudio y debate en la comunidad científica. Hay que diferenciar a estos gigantes de los agujeros negros que se generan tras la muerte explosiva de una estrella con bastante masa. Sin embargo, no se descarta que los pequeños agujeros negros estelares sean las semillas a partir de las cuales se pueden formar los súper agujeros negros.
Una vez formado el enorme agujero, puede alimentarse tragándose el material de sus alrededores. Nuestra Vía Láctea parece que no tiene en su centro tanto material que alimente al agujero negro, o se sospecha que debido a que el material es muy difuso y caliente, el agujero no lo traga por alguna extraña razón, y por lo tanto la emisión de energía no es tan grande como la que se ha detectado en otros casos conocidos como núcleos activos de galaxias.
jpe