Ciencia

Los sobrevivientes de la urbe

En parques y camellones crecen más de 130 especies de árboles que siguen de cerca la historia de la ciudad. Alrededor de 70% son exóticas y 30% nativas

En la CDMX crecen otras especies de árboles también atractivas para los polinizadores, pero sin la centenaria longevidad que tienen otros (ARCHIVO. EL UNIVERSAL)
17/07/2016 |23:21Berenice González Durand |
Redacción El Universal
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Los Taxodium mucronatum son árboles prehistóricos ligados al agua. Su origen se remonta a los bosques primitivos de la Era Mesozoica, hace 200 millones de años. Su nombre científico confunde, pero bajo el apelativo común de ahuehuetes, su historia se vuelve más cercana. Miles de ahuehuetes fueron plantados por Nezahualcóyotl en el Valle de México hace casi 600 años y aún sobreviven algunos centenarios ejemplares en algunos lugares de la capital como Chapultepec y Coyoacán.

Los ahuehuetes y los ahuejotes son algunos de los grandes sobrevivientes del paisaje del Valle de México que en sus orígenes estaba dominado por los lagos de Zumpango, San Cristóbal, Xaltocan, Texcoco, Xochimilco y Chalco. Los ribereños ahuejotes servían para ganarle terreno al agua a través del sistema de chinampas, pues ayudaban a fijar estas extensiones artificiales de tierra al lecho de los lagos. Por su utilidad para proteger los cultivos, al formar una cortina rompe vientos, se siguen sembrando en Xochimilco donde de hecho un grupo de productores ha desarrollado nuevas técnicas para regenerar y agilizar la reproducción de estos árboles caracterizados por sus hojas de bordes finamente aserrados.

Carlos Galindo Leal, Director General de Comunicación de la Ciencia de la CONABIO, señala que sin embargo es otro árbol ribereño el que predomina en el paisaje actual de la CDMX. Se trata del fresno, del que se calcula existen más de siete mil ejemplares sólo en Ciudad Universitaria. Esta especie se ha instalado en la ciudad con puntos a favor y en contra, pues es el encargado de albergar a las mariposas más prototípicas de la ciudad, las Papilio multicaudatas, los grandes ejemplares de alas amarillas con negro, también conocidas como Xochiquetzal papalotl. Estos insectos suelen utilizar a los fresnos para depositar sus larvas, sin embargo la parte negativa de este árbol es que su su polen es un potente alergénico, tal como lo han señalado especialistas de la Red Mexicana de Aerobiología (REMA) de la UNAM.

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En contraste con los mencionados árboles, en la CDMX crecen otras especies también atractivas para los polinizadores, pero sin la centenaria longevidad de los árboles mencionados anteriormente. Galindo pone como ejemplo al nativo colorín o zompantle que suele estar rodeado de colibríes alimentándose del néctar de sus flores.

El especialista señala que a través de Naturalista, proyecto de ciencia ciudadana de CONABIO, se tienen registradas más de 130 especies de árboles en la Ciudad de México, pero Galindo considera que la mayoría de los árboles plantados en parques y camellones corresponden a especies exóticas, aproximadamente en una proporción del 70%, como el caso de un árbol frutal que se posicionó bien: el níspero, un pequeño árbol que alcanza apenas ocho metros de altura y es de originario del noreste de China.

El baile de las exóticas

Para los especialistas es difícil establecer exactamente cuándo o a quién se debe la llegada de las diferentes especies exóticas que abundan en la capital, sin embargo hay ejemplos bien establecidos, como el caso de los eucaliptos, introducidos por el ingeniero e investigador mexicano Miguel Ángel de Quevedo, quien dedicó gran parte de su vida al estudio de la flora y quien gracias a su labor también es conocido como “El apóstol de árbol”. Sin embargo, la idea de los eucaliptos, probablemente no haya sido la mejor de todas, pues estas especies originarias de Australia tienen sustancias que inhiben el crecimiento de otras plantas por lo que limitan la diversidad de flora su alrededor.

“Los eucaliptos, como todos los árboles que crecen rápido, también jalan mucha agua del suelo, entonces tienen un impacto fuerte sobre este elemento. Otro problema es que sus ramas no son tan fuertes y fácilmente se caen. En otras ciudades del mundo los están removiendo, por ejemplo en California, EU, los han ido quitando poco a poco. Nos hemos dado cuenta que es mejor tener plantas nativas, que están adaptadas a las condiciones del clima y suelo y que no necesitan tanto mantenimiento y agua”, señala el biólogo y agrega que en el caso de la capital sería una buena idea ir reemplazando los eucaliptos con otras especies nativas, como pinos o encinos” señala.

Sin embargo, hay especies que aunque sean denominadas introducidas o exóticas, se han instalado de tal forma en el inconsciente colectivo capitalino que prácticamente merecen la nacionalidad, como el caso de las jacarandas. El experto de la CONABIO cuenta que a principios del siglo pasado a Tatsugoro Matsumoto fundador de la legendaria floreríaque lleva su apellido le pidieron asesoría porque se querían sembrar cerezos para adornar con sus flores algunas avenidas, tal como sucede en Washington, sin embargo este personaje de origen japonés dijo que no iban florecer bien, por lo que sugirió la jacaranda, un árbol sudamericano. Por cierto que a Matsumoto también se le atribuye la introducción de la bugambilia. “En México hay parientes cercanosde la jacaranda, como el caso de los jamapes, árboles de una familia que produce muchas flores. Son muy atractivos y crecen de forma más tropical, en ciudades como en Cuernavaca, pero la Ciudad de México es muy alta para que se pudiera dar esta especie nativa”, comenta Galindo.

En esta clasificación también están especies que están en peligro de extinción en sus ciudades de origen como las araucarias (Isla de Norfolk) y las palmeras canarias (Islas Canarias), pero que han sobrevivido con suerte en tierra capitalina. “Es paradójico que estas especies comunes en las ciudades a veces se están perdiendo en sus lugares de origen, como el caso de la palmera típica de la ciudad de México, que habita en Paseo de la Reforma, los camellones de Xola y en algunas colonias como Narvarte y Vertiz. Otra de las palmeras comunes en la Ciudad de México es la llamada Palma de abanico que viene del noroeste del país, de los oasis de Baja California”.

Galindo cuenta además que los pirules son una de las primeras especies introducidas en México. Estos árboles con follaje en forma de paraguas fueron introducidos en México por el Virrey Antonio de Mendoza en 1550 como árbol medicinal y de ornato. Una de las claves de la supervivencia de esta aromática especie es su forma de reproducción, pues su semilla es fácilmente dispersada por las aves y crece sin mayor ayuda. El experto señala que el pirul o piru es un árbol que se respeta por su sombra y en la zona al sur de la ciudad de México se pueden ver con facilidad sus características copas verde claro donde cuelgan frutos rojizos con la forma de diminutas uvas.

Parques y jardines

Los árboles capturan el dióxido de carbono de la atmósfera y mediante fotosíntesis lo fijan en forma de carbono en sus tejidos en diferentes proporciones según la especies. Por ejemplo, según estimaciones de la CONAFOR, el huizache almacena 44.40% de su volumen.

Entre las medidas para combatir la contaminación hace poco la Semarnat anunció que se plantarán 18 millones de árboles para crear barreras rompe vientos al norte y oriente del Valle de México y consolidar  el cinturón verde de esta zona. Aunque no se ha detallado el proyecto, las áreas mencionadas son las que concentran menos hectáreas de suelo de conservación.

Para los proyectos de reforestación, las especies propias de la región han demostrado ser las que mejor se adaptan a las condiciones de suelo y clima, pero hay especies que independientemente de su origen se han convertido en buenas alternativas para las reforestaciones, como el caso del aile que al fijar nitrógeno en sus raíces, enriquece el suelo facilitando el procedimiento.

Las construcciones inmobiliarias y las obras públicas cada vez han vuelto más gris el panorama en la Ciudad de México, así que la necesidad de más zonas verdes parece urgente “El año pasado en una síntesis informativa de la Fundación David Suzuki de Canadá se revisaba el papel de las áreas verdes frente al impacto de la contaminación y se decía que podían disminuir sus efectos hasta en un 50%”, señala el especialista.

Galindo agrega que existen muchos tipos de áreas verdes por lo que es necesario apostarle además de las que están en camellones, parques y bosques urbanos, a las que cubren azoteas y paredes. “En el Valle de México más del 50% es suelo de conservación, pero el problema es que están en bosques agrupados en el sur. Lo que se necesita es que cada determinada distancia, cinco o diez cuadras, se tenga un área verde. Esto sería posible si en lugar de que los lotes que se desocupan y se convierten en centros comerciales o estacionamientos, se convirtieran en espacios verdes”.

Galindo explica que se tendría que tomar el ejemplo de otras ciudades del mundo donde el gobierno tiene prioridad para adquirir cualquier terreno que se desocupa para ocuparlo en el desarrollo de una zona verde en donde además de combatir el problema de la contaminación se le puede brindar un espacio de descanso no sólo físico, sino psicológico, a sus habitantes y en donde además se podría mostrar en jardines temáticos la enorme riqueza de plantas que existen en nuestros ecosistemas.